Teniendo en cuenta que el kilometraje de estas vacaciones ha sido escaso y pese a que menearse del sofá a la cama y de la cama al sofá es todo un ejercicio de éxtasis estática, es necesario realizar un desplazamiento mayor para realizar lo que los físicos llaman “trabajo” para así lograr quemar esa capa de grasa que albergamos bajo la dermis.
Al abrigo de las anteriores consideraciones, durante el transcurso de estas vacaciones, ni corto, ni perezoso, me he convertido en un excelente nadador. No crean que el mérito es sólo mío. No. En esta metamorfosis intervienen dispares elementos que a continuación enumero: Marian, mi excelente monitora de natación, Marifé, amiga -no tan excelente como la anterior…, ja, ja, ja- y compañera de piscina, el baratísimo abono del IMD de mi ciudad (dieciocho euros durante un mes, sin limite de baños… lo sé, algunos no dais crédito…) y el hartazgo que suponía que me confundieran con una morsa -ésta va por ti, pedazo de cabrón- (ríanse, les dejo).
Parecerá un tópico, pero cuando uno descubre que es capaz de nadar veinte largos seguidos en una piscina olímpica a diario -y apunto: sin vomitar, ni sufrir paros cardiacos-, se es más capaz, ligero y feliz.
Les aviso que espero continuar con esta afición tan repentina al tiempo que se la recomiendo. Es preferible adelgazar así que no acudir al Naturhouse® para que te desplumen como a un gallino y al cabo de un mes pilles más quilos que Cuqui Fierro.
Y como hoy me siento acuático, no cabría otra opción que refrescarles el día con un libro pasado por agua como por ejemplo uno que, gracias a los pequeños lectores y eso de la educación en valores, ha tenido más secuelas que Rocky. El pez Arcoiris, obra de Marcus Pfister es una fábula marina sobre la solidaridad que supongo que todos conocerán. Y si no es así, léanla y refrésquense.
Al abrigo de las anteriores consideraciones, durante el transcurso de estas vacaciones, ni corto, ni perezoso, me he convertido en un excelente nadador. No crean que el mérito es sólo mío. No. En esta metamorfosis intervienen dispares elementos que a continuación enumero: Marian, mi excelente monitora de natación, Marifé, amiga -no tan excelente como la anterior…, ja, ja, ja- y compañera de piscina, el baratísimo abono del IMD de mi ciudad (dieciocho euros durante un mes, sin limite de baños… lo sé, algunos no dais crédito…) y el hartazgo que suponía que me confundieran con una morsa -ésta va por ti, pedazo de cabrón- (ríanse, les dejo).
Parecerá un tópico, pero cuando uno descubre que es capaz de nadar veinte largos seguidos en una piscina olímpica a diario -y apunto: sin vomitar, ni sufrir paros cardiacos-, se es más capaz, ligero y feliz.
Les aviso que espero continuar con esta afición tan repentina al tiempo que se la recomiendo. Es preferible adelgazar así que no acudir al Naturhouse® para que te desplumen como a un gallino y al cabo de un mes pilles más quilos que Cuqui Fierro.
Y como hoy me siento acuático, no cabría otra opción que refrescarles el día con un libro pasado por agua como por ejemplo uno que, gracias a los pequeños lectores y eso de la educación en valores, ha tenido más secuelas que Rocky. El pez Arcoiris, obra de Marcus Pfister es una fábula marina sobre la solidaridad que supongo que todos conocerán. Y si no es así, léanla y refrésquense.
1 comentario:
Buenas Román. ¡Gracias por tus recomendaciones! Me gusta mucho tu blog y cómo presentas las obras.
Quería comentar que, además de ser una historia muy bonita, ¡El pez Arcoiris tiene una edición preciosa!
¡Así que me sumo a tu propuesta!
Un saludo desde Alicante,
Remei~*
Publicar un comentario