Despunta
la flor del almendro, verdean de los campos y se escucha el zumbido de los
primeros insectos, esos que nos acechan en las noches de verano y nos
acribillan en las primeras hierbas de la temporada… Aunque no todos ellos son
de malévolas intenciones (véanse mariposas y abejas), sí los hay groseros, caseros
y desagradables. Escarabajos, saltamontes, grillos, cucarachas, moscas,
termitas… ¡Termitas! ¡Espero que no devoren las vigas del techo!
La
termita en un principio no era nada,
pero
después fue termita.
Y
como fue termita, decidió que sería una pequeña,
pero
gran escultora.
Tomo
sus herramientas
y
subió por ramas,
troncos,
ventanas.
Y
en cada sitio que se detuvo
talló:
aquí
un pequeño planeta de canelo,
ahí
una nube de sándalo,
ahí
una jirafa de ciprés.
Y
una pequeña termita,
que
en un principio no era nada
pero
después fue termita,
hizo
pequeños universos de madera,
poblados
de diminutas obras de arte
que
viven quietas
y
silenciosas
en
ramas,
troncos,
alguna
que otra ventana.
María José Ferrada.
La
termita.
En: El baile diminuto.
Ilustraciones de Sole Poirot.
2011. Pontevedra: Kalandraka.
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