Entre
vítores y aplausos ha quedado enterrado Adolfo Suárez, el único presidente de
la democracia (pese a quien pese), una inoportuna muerte que, además de
entristecer a familiares y allegados, ha eclipsado por completo esas marchas
(in)dignas que asolaron Madrid el pasado fin de semana. Seguramente la divina
providencia ha puesto algo de su parte para aleccionar a sectarios y
pesebristas, esos que mucho abogan por pluralidad y comunismo pero que poco
saben de honor y consenso.
D.
Adolfo Suárez fue masacrado y aislado por sus coetáneos. Solo ante cientos de
dentelladas que nacionalistas, políticos de cualquier estofa, militares,
monarcas, una España abigarrada por el fascismo ulterior, y otras garrapatas
(esas mismas que ahora le untan cera, jabón y vaselina), el par de cojones de
este hombre dieron, no sólo para mantenerse impasible en un escaño agitado por
el tejerazo, sino para dar muestras de un discurso conexo, unas habilidades
discursivas sin parangón, e ideas preclaras a pesar de las múltiples
adversidades heredadas.
Quizá
son muchos los que alaban el valor de los líderes foráneos, esos que como
Margaret Tatcher, Ronald Reagan o Nelson
Mandela (recientemente fallecido y homenajeado por todo lo alto, incluso
con álbumes ilustrados como el de Kadir Nelson y publicado en España por la
editorial Juventud) han escrito la Historia con letras de oro, pero también hay
muchos otros más anónimos, no tan mediáticos pero con el mismo temple para
marcar el ritmo con pasos firmes.
El
caso es que, sea cual sea el color, origen y convicciones de los mandatarios,
existe un cuorum social rotundo para rendir honores a quienes abogan por la
justicia, la integridad y la humildad, sin dejar a un lado la honestidad y el
deber. Sobre todo si los comparamos con los que vienen después, que la mayor
parte de las veces suelen ser pan para hoy y hambre para el mañana…
Sólo
un consejo a estos últimos: A ver si aprenden y predican con el ejemplo, aunque
no estén hechos del mismo material que los grandes.
No hay comentarios:
Publicar un comentario