martes, 2 de diciembre de 2014

Álbum ilustrado anglosajón vs. álbum ilustrado español (1)


No sé cuántos álbumes ilustrados habré leído a lo largo de todo este tiempo. Seguramente pueden contarse por centenares los títulos que pasan por delante de mis narices. ¿Será bueno o contraproducente? ¿Habré perdido el norte o mi brújula sigue funcionando adecuadamente? Algo me hace pensar que  necesito unas largas vacaciones del cartoné y las ilustraciones para retomar con cierto rigor esto de la crítica… A pesar de ello hoy traigo una nueva reflexión acerca de las diferencias (y coincidencias) entre el libro-álbum anglosajón y el de cuño patrio. Una comparativa que se ha instalado en mi cabeza tras leer en castellano un libro con el que me topé este verano en las librerías londinenses.


Cuando un ser monstruoso como yo acude a una librería en Inglaterra o cualquier país anglosajón (daré por válido cualquiera que pertenezca a la Commonwealth) y toma entre sus manos un álbum ilustrado infantil, lo primero que llama la atención es el formato.  Los ingleses o norteamericanos prefieren ser prácticos. Los libros para niños sufren lo que no está escrito. Se doblan, se golpean y se rompen sin mesura, ¿para qué editarlos con todo lujo de detalles si la mitad acaban mutilados? En el mercado inglés la mayor parte de los títulos que se editan se hacen en doble formato, tapa dura y tapa blanda (aquí sólo apostamos por un formato, generalmente tapa dura, más bonito y elegante… ¡Cuánta tontería hay en España!, ¿Será porque compran los padres y no los hijos?). Y así, la mayor parte de los libros que encontrarán en la sección de literatura infantil de Waterstones o Foyles son de tapa blanda. Sí, bastante llamativo pero con mucha lógica: la tapa blanda tiene un precio bastante menor que su hermana mayor, algo la mar de interesante para el cliente que prefiere comprar cuatro libros para su hijo en vez de dos.


En segundo término cabe reseñar el tipo de ilustración: los anglosajones son los reyes del “cartoon”. Podemos citar innumerables ejemplos de libros con ese estilo desenfadado, expresivo y bastante humorístico que, a caballo entre la caricatura y el cómic, es muy próximo a los niños, no sólo para contar historias desternillantes, sino para otro tipo de historias mucho más serias. Desde el famosísimo Quentin Blake hasta el sorprendente Jon Klassen son muchos los artistas que prestan sus líneas para muchos de los libros con cierto éxito dentro de aquellas fronteras para vender luego sus derechos al resto del mundo. Por el contrario, nuestra ilustración no puede encasillarse de manera tan clara (no hay muchos trabajos patrios de buen “cartoon”…), somos más poliédricos, más serios, más artísticos y menos desenfadados. Nos preocupamos más por la narrativa, de la imagen como arte, y abandonamos el mundo infantil en pro de otro más indefinido. Dos formas de proceder bastante distintas, pero igual de lícitas.


Por último quiero llamar la atención sobre el tipo de historia. Nosotros somos profundos y complejos. Ellos son sencillos y distendidos. Seguramente su punto de partida es el entretenimiento y quizá el nuestro sea el dogma. El anglosajón valora el ocio y la diversión, lo que le lleva a disfrutarlo abiertamente y a divertirse como un enano (que se lo digan a cualquiera que haya vivido una larga temporada en EE.UU.),  nosotros en cambio idolatramos el ocio, lo magnificamos, algo que no nos deja sacar el máximo partido de él, a no aprovecharlo. La intensidad es la misma pero no la intención, algo que quizá no nos deje aproximarnos abiertamente al público infantil, uno que no quiere lecciones, sino sonrisas.


Para que comparen y opinen de todo esto, aquí les traigo Oliver y el troll, un título de gran éxito, escrito e ilustrado por Adam Stower, y editado en España por Picarona (¿Por qué no habrán mantenido el juego de palabras del título?), que creo que es un gran ejemplo de todo lo que les he hecho llegar a través de este post. La historia de este niño que intenta disuadir a un hambriento troll para que no se lo zampe es sencilla, jocosa y luce unas ilustraciones dinámicas y desenfadadas. Quizás muchos digan que nuestros álbumes son mil veces mejores, tienen mayor calidad artística y están pensados al milímetro, pero ¿tienen tanto éxito entre el público infantil? No menosprecien a los ingleses, ellos inventaron el álbum ilustrado, y por tanto tienen mucha experiencia. Saben lo que el niño quiere y se lo dan.

1 comentario:

Milá dijo...

Interesante entrada, estoy de acuerdo en muchas cosas. El mercado anglosajón es más maduro, más experto, más tecnificado (en el sentido del oficio) y más centrado en el lector, me parece. Los álbum ilustrados son parte de la vida de los nños, mucho más que en España yo creo.