Entre
pitos y flautas, llevo más de un tercio de mi vida fuera de casa. Soy un
profesional de la maleta, capaz de empaquetar todos los enseres en cinco
minutos y no olvidar ningún elemento imprescindible para sobrevivir… Pormenores
de la labor educativa, esa que te lleva por autovías, carreteras nacionales,
comarcales y algún camino de cabras para diseminar por tierras agrestes lo poco
que sé de la vida.
Fundar
un nuevo hogar, aunque supone un camino bastante empinado, la mayor parte de
las veces suele tener cierta recompensa, sobre todo cuando el ambiente acompaña
y te mece con suavidad al ritmo de unos sones que suenan a bienvenida. Cuando
lo que te rodea no te sonríe tanto como debiera, hay sitios que, a pesar del
correr de los años, no van más allá de lugares de paso.
A
pesar de tener experiencias de todo tipo, diré que, aunque en un principio las
grandes ciudades puedan parecer más impersonales y menos acogedoras, son preferibles
a los pueblos pequeños y otros cortijos aislados en los que a priori te reciben
con los brazos abiertos pero luego están deseando echarte a patadas (dicotomía
urbe-villorrio, como diría mi amiga La Ascen…). Lo cosmopolita ofrece un amplio
abanico de posibilidades, sobre todo gente variopinta entre la que poder
encontrar buenos amigos, que, al fin y al cabo, son los pilares sobre los que
se van disponiendo el resto de ladrillos que construyen las paredes de una
nueva casa…, y lo demás, va rodado…
Hay
gente que prefiere novios, parejas y demás animales de compañía, aunque los
años me han hecho considerar seriamente esta opción y prefiero una buena jarana
rodeado de mucho personal, que ir en busca y captura de un suculento bocado
que, a la postre, puede traer demasiados efectos colaterales. Así que me
inclino por echar mano de más conocidos y evitar roces sexuales, que uno no
está para muchos trotes, se queda trastornado y sigue más solo que la una.
Seguro
que tienen muchas historias cercanas sobre exiliados, expatriados, viajantes,
aventureros, desterrados, olvidados y parados de larga duración, que se han ido
lejos para, golpe tras golpe, tropezón tras tropezón, van creando un lugar
donde vivir, un sitio agradable lleno de calor donde el tiempo sea feliz y llevadero.
La misma historia que nos cuenta Marta Altés (la gran triunfadora de la
ilustración patria) en Mi nueva casa
(editorial Blackie Little Books). Ella también conoce de primera mano lo que es vivir
fuera de casa (la diáspora es lo que tiene…) y nos lo sabe transmitir a través
de este libro ilustrado, una obra que está llena de hermosos detalles (no
exentos de gracia) y que les recomiendo regalar a todos aquellos que por
circunstancias laborales o personales se ven obligados a fundar nuevos hogares
en otros lugares.
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