Aunque este curso ha sido
de lo más simpático y productivo, ansío las vacaciones. Es
necesario desconectar del ruido cotidiano para internarse en otros
menos burocráticos... Sí, lo que más odio de mi trabajo es
corregir exámenes (¡Ups!, veo muchas manos levantadas por ahí...),
pero me toca más la fibra pasarme el día rellenando formularios y
encuestas, documentos administrativos, hojas de seguimiento del
alumnado y partes disciplinarios (todos ellos la mayor parte de las
veces inútiles). Unidos a las faltas de asistencia del alumnado, las
reuniones de trabajo o las juntas de evaluación, son un verdadero
martirio para este servidor, al que, además, le gusta dar clase.
Según la administración, muy sabia ella, todo debe estar atado y
bien atado para que, en caso de fallo por intervencionistas, no nos
metan mano (N.B.: En el momento del nombramiento como funcionarios
deberían obligarnos a tatuarnos en la gobanilla -habrá quien
prefiera que lo marquen a hierro- esa de “Watching the watchmen”).
Dando fe de esto y de lo otro, psicoanalizando a padres, soportando a
esos compañeros que andan sobre las aguas, se pasa el tiempo volando
y aquí estamos, a 30 de junio, libres y liados en la manta (¡Que el
otoño a llegado!).
Muchos dirán que somos
unos desvergonzados, que sólo pensamos en las vacaciones, que
pobrecicos sus hijos, no aprenden nada, una pena... Yo la verdad es
que les devuelvo la cortesía y sólo les deseo que disfruten de sus
hijos, tanto o más de lo que yo lo hago (sin ironías, que son muy
suspicaces...).
No se crean, que también
me quedo con lo bueno... El viaje a Londres con mis chicos de
Bachillerato, mis lobas de cuarto, la poca elegancia del Juanfran y
el Nacho, Sanabria y los primerillos, las camisetas de Francis, las
risas en el coche... ¡Pero basta! Es momento de renovar fuerzas. Se han quedado por el camino y el curso que viene necesito muchas
más.
Sobre el blog, ¿qué
decirles? Pues que estoy la mar de contento. He conocido a nuevos
monstruos que me han apoyado y dado aliento, como Eva Vélez, Begoña Oro, Silvia
Cartañá y Noemí Mata de Los Cuentos de Bastian, las anónimas MrsNorris, Senyo Punk y La Rana Encantada, dos grandes
profesionales como Belén Juan y Belén Santiago, la incansable AidaBeatriz Sánchez, el elegantísimo y preciso Rafael Muñoz o mis compañeros del grupo La biblioteca de los peques. Mi
reconocimiento a ellos y a todas las personas, plataformas
culturales, instituciones, librerías y editoriales que me siguen
asiduamente desde hace años, por inspirarme y aguantarme. También
me ha hecho muy feliz que una revista maravillosa como Babar, hayan
compartido mis pensamientos y apuntes, así como que los responsables
del Plan de Lectura del Ministerio de Educación y Cultura me hayan
incluido entre su selección de enlaces en red. ¡Mil gracias a
ambos! Decirles igualmente que me he divertido mucho dándole forma
al espacio de Instagram, un reto necesario, más creativo y diferente
que espero que se animen a seguir.
Y así, esperando que el
nuevo curso traiga nuevas palabras e ideas que desarrollar, otros
aires que me envuelvan y mucha gente fresca, sólo me queda
recomendarles el último libro del año que en este caso es Un día
perfecto de Freya Blackwood (ilustraciones) y Danny Parker (texto), un libro editado en
castellano por Patio que me ha parecido uno de los más hermosos en
lo que va de año. Sólo les deseo que, como sus protagonistas, sepan
sacarle el jugo a los días que vienen, disfruten de ellos, háganlos
únicos, perfectos.
¡Feliz Verano!
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