martes, 26 de marzo de 2019

Nadando libre



El próximo lunes abre sus puertas Bologna Ragazzi, la feria de la LIJ por excelencia. La cita se acerca y cientos de editores, autores, distribuidores y demás monstruos hacen sus preparativos de viaje y negocios. Portfolios, tarjetas de visita, traducciones de andar por casa, expositores, catálogos, agendas repletas. Así la ciudad italiana, una de las perlas arquitectónicas del medievo, se llenará de gentes variopintas que desde cualquier parte del mundo intentarán abrirse un hueco -o hacerlo más grande- en el universo de los libros para niños y jóvenes.
Aunque podría haber acudido este año, me enteré tarde de dicha posibilidad y, como no tenía ganas de que me sangraran (que uno tiene facturas que pagar), deseché la opción. Sólo espero que me mantengan al corriente de todo lo que allí acontezca por los diversos canales de las redes sociales, sobre todo de los salseos que allí se pergeñen, que me hace mucha gracia cuando la élite cultural se pone al nivel del arrabal.


Dejando atrás las maldades (que luego me dicen de to’), me adentro en una nueva semana para hablar de cierta controversia en el marco de los Bologna Ragazzi Award, unos premios que siempre nos brindan alegrías y miserias. Como ya he dicho en otras ocasiones, estos premios nunca llueven a gusto de todos (es de esperar), pero sí es cierto que entre tanto despliegue gráfico (que veo muy bien) y menciones a casa y autores que resuenan a juego endogámico, me ha llamado mucho la atención encontrar un álbum como el que hoy traigo aquí.
Sirenas (Julian is a Mermaid, título de la versión inglesa que conocí este verano en Foyles) de Jessica Love, editado por Kókinos en España, es uno de esos libros en los que hay que detenerse. No sólo por  sus connotaciones emocionales o sociales, sino por el buen trabajo que ha hecho la autora en el tratamiento de una historia tan cotidiana como difícil.


A Julián le gustan las sirenas, sueña ser una de ellas, lo desea y mientras su abuela se asea, él aprovecha para hacerse un disfraz improvisado y sentirse como una. La mujer sale de la ducha y se encuentra el pastel. Es una escena violenta, llena de decepción, vergüenza y mil cosas más, que al final acaba por resolverse de un modo agradable.
Que tenga un final feliz y esperanzador (algo que me encanta) no debe enmascarar una cantidad de recursos artísticos de un álbum que desde un estilo clásico donde priman aguadas y gouache nos presenta una historia compleja.
Si empezamos por las guardas, tenemos dos escenas piscineras que enriquecen el relato tanto, que parece ser que sintetizan un mensaje final donde el reconocimiento a las abuelas se hace patente, pues son ellas, madres también pero desde una posición experimentada y ajena, quienes entienden mejor los conflictos internos de sus nietos abanderadas siempre por un amor sincero y despreocupado.


Si atendemos a las páginas que configuran el relato nos encontramos con escenas cotidianas y otras imaginadas que se ponen en conexión mediante elementos poco evidentes como son el collar que la abuela regala a Julián o el estampado del vestido de esta (¿Con qué otro personaje de la narración se relacionan? ¿Han dado con más de estos detalles? Pasen páginas hasta dar con ellos). Sobre la expresividad de los personajes hay que decir que está más que lograda, pues traslucen muchos de sus pensamientos y empatizan con un espectador que se siente bastante libre a la hora de interpretar lo que ocurre teniendo en cuenta la brevedad del texto.


Nunca hubiera esperado que Sirenas recibiera un reconocimiento como este, más que nada porque parece ser que últimamente estos galardones estaban copados por editoriales independientes que apuestan por libros menos mediáticos y más de autor. No sé si la elección habrá estado condicionada por la literatura de valores que tanto primó en los noventa o por ese supuesto empeño del mundo de la cultura en aupar las luchas de las minorías, pero me alegra ver cómo un libro honesto, delicado, equilibrado y bien pensado, entra aquí, en mi Selección de álbumes y libertad sexual, y salta sobre las olas. Como las sirenas que nadan en libertad.



2 comentarios:

María Traver de Juan dijo...

, acompañadoCuando recibí "Sirenas" tengo que reconocer que lo cogí con cierta prevención pues estoy un poco saturada de libros infantiles y juveniles que tratan sobre la misma temática como respondiendo a una tendencia convertida "en moda" y así, darles mayor salida en el mercado editorial.
"Sirenas" me sorprendió por su belleza y delicadeza. Belleza en cuanto a la realización del álbum, hacía tiempo que no leía un libro tan bello , en la plena acepción de la palabra y, tan bien narrado en la que las ilustraciones como elemento principal se encuentran plenamente acompañadas por el breve texto, en plena unión.
Delicadeza y seriedad en la manera de presentar y tratar como un niño "que no se siente" puede dar la vuelta a su sentimiento y ser como se siente él mismo.

Román Belmonte dijo...

Querida María, me topé con este libro el pasado verano en Inglaterra y me sorprendió mucho por el tratamiento y la sutil belleza. Se me pasó por completo su edición en castellano y espero haberme resarcido en esta reseña. Gracias por tu comentario. ¡Un abrazo!