martes, 16 de abril de 2019

Haciendo frente a la climatología



Si se han pasado los tres últimos días en la calle disfrutando de parques y terrazas, y habían empezado a guardar abrigos y paraguas en el fondo del armario, les he de informar que la cosa no pinta tan halagüeña para el gran puente de Semana Santa pues mañana hace acto de presencia un frente atlántico que, asociado a una borrasca, promete anegar gran parte de la península y no precisamente de almíbar.


Llantos y tristezas aparte (lo siento por capillitas y otros cofrades), les recuerdo que la primavera, aunque corta por estas latitudes, además de pros, presenta estos contras y el agua, casi siempre necesaria a orillas del Mediterráneo, es inesperada y no entiende de calendarios. 


Sé que es una jodienda, pero les animo a que se tomen estos contratiempos con buen humor, pues probablemente sea la mejor manera de hacerles frente. Tragar saliva, hacer acopio de mucha filosofía y adaptarse a los cambios repentinos de la atmósfera. Si hace frío, organicen una cata de vinos en la casa de un amigo, si hace calor, no viene mal tostarse al sol. La cuestión es que el tiempo no pase en balde y de paso, que le demos utilidad, como nuestros protagonistas de hoy...


Aunque hace poco incluí estos libros en este pequeño monográfico sobre álbumes-serie y en esta otra selección de la nieve en los libros-álbum, he creído conveniente dar más visibilidad a Nieve y Sol, dos de las cuatro historias escritas e ilustradas por Sam Usher que han sido editadas recientemente en nuestro país por Patio (faltarían por ver la luz en castellano Rain y Storm).


Adscritas al álbum de corte anglosajón y con un estilo desenfadado pero muy pensado, estas historias protagonizadas por un nieto y su abuelo nos adentran en un mundo fantástico muy especial donde realidad e imaginación parecen diluirse en un universo narrativo singular.
Hay tres ideas generatrices que vertebran toda la serie. Por un lado, la alusión a los fenómenos climatológicos más típicos de cada estación del año, más concretamente la nieve del invierno y las olas de calor que nos achicharran en verano. Por otro lado la dicotomía entre el hogar, un espacio cerrado y estable que se relaciona con la familia y con una realidad más cómoda, y ese mundo exterior que, abierto y sorpresivo, nos invita a la idea de que todo es posible, incluso las aventuras más descabelladas. Por último hay que llamar la atención sobre la relación intergeneracional entre los protagonistas, una en la que el abuelo parece ser el cómplice perfecto para el disfrute de su nieto, un chaval cuya imaginación se desborda por los cuatro costados.


Teniendo en cuenta esto, ya podemos fijarnos en las particularidades de unas historias que bailan entre lo humorístico (me encanta esa escena en la que el niño quiere ser el primero en pisar la nieve y alguien se le adelanta), lo hiperbólico (¿Alguien se imagina que la en la Tierra se alcanzara la misma temperatura que la superficie solar?), las fórmulas de repetición tan típicas de las retahílas (¿Qué estamos buscando, abuelo?), el sinsentido (Se imaginan una batalla de bolas de nieve contra una jirafa y un elefante?) y lo poético (esta parte se la dejo a ustedes).
Lo dicho, disfruten de estos días, pues ese es el objetivo pase lo que pase.



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