Mientras muchos alucinaban ayer con la caperucita amordazada
de cierta escuela catalana (paradojas de la llamada libertad que me encantan),
yo tenía un encuentro en la tercera fase con el mundo educativo (ni entre los
extraterrestres hay tanto malaje).
Tras una dosis de mierda, me fui a mi casa tiznao pero
contento, pues mi conciencia quedaba tranquila tras unas votaciones manipuladas
(N.B.: Estas son las tretas que se gastan los magnánimos educadores para
decidir sobre el futuro de su alumnos. Espero que nunca les toque). Pensé en
escribir un libro que llevase por título La
mentira educativa y volcar en él muchas de las miserias vividas a lo largo
de estos años como docente. De repente me dije: “Nene, olvídate de estos
mediocres y disfruta de tus vacaciones. Tú eres lo más importante.” Y en ello
estoy, despidiéndome de frustrados y envidiosos. Deseando que llegue la tarde
para regalarme una plácida siesta sobre la hierba. Y despertarme con Lorca en
el regazo, entreabierto y recitando. Pues en este mundo impío hay palabras que
son remanso.
Maestro
¿Qué doncella se casa
con el viento?
Niño
La doncella de todos
los deseos.
Maestro
¿Qué le regala
el viento?
Niño
Remolinos de oro
y mapas superpuestos.
Maestro
¿Ella le ofrece algo?
Niño
Su corazón abierto.
Maestro
Decid cómo se llama.
Niño
Su nombre es un secreto.
(La ventana
del colegio
tiene una cortina
de luceros.)
Federico García Lorca.
Escuela.
En: Manos de primavera. Antología poética.
Ilustraciones de Aitor
Saraiba.
Selección de Ana Belén
Ramos.
2019. Montena:
Barcelona.
No hay comentarios:
Publicar un comentario