Mañana es el día de esta ficción administrativa que llamamos
comunidad autónoma y el aquí firmante se va de parranda por las tierras de
España. Con la calorina que se avecina, lo mejor es poner los pies en
polvorosa, tenderse sobre la arena de la playa y, entre vuelta y vuelta, una
caña (y no de pescar, precisamente). No se preocupen que les mantendré informados de las gentes que me
acojan y los sitios que visite, pues ya saben que mi álbum de fotos monstruoso anda
por Instagram (no deben perdérselo).
Deseándoles unos días estupendos se despide hasta la semana
que viene (que ya habrá empezado la feria del libro de Madrid) en la que
tendremos muchas cosas de las que hablar.
Se diría un catálogo
de mariposas vivas
expuestas por su gusto sobre un cielo
de papel: misteriosas, exquisitas,
con las alas abiertas y pintadas
de los colores mismos del viaje.
Paso las hojas y aparecen todas
las ciudades, los ríos extranjeros,
los océanos verdes y las cumbres
tocadas por la nieve.
Y sobre todo llegan
otra vez los amigos y los besos,
la maravilla extensa de unos ojos
donde se reflejaba el horizonte.
Cada imagen devuelve y multiplica
los recuerdos. Viajo nuevamente
cuando miro el camino recorrido
en las fotografías de este álbum.
Josefa Parra.
Álbum de fotos.
En: De profesión, viajera.
Ilustraciones de Lucía
del Pino.
Ganador de XI Premio de
poesía “El príncipe preguntón”
2019. Granada:
Publicaciones de la Diputación de Granada.
Fotografía: Proyecto personal de la misma ilustradora.
Ante tanta cara de incredulidad tras el periodo electoral
(la de los votantes me sorprende, pero la de políticos me encanta), he caído en
la cuenta de que nunca he hablado en este espacio con tanta ficción de la
llamada suspensión de la incredulidad, un mecanismo que todo lector debe
conocer. A ello voy.
Aunque en la actualidad se puede extrapolar a muchos
ámbitos, véanse los procesos electorales, los videojuegos o las series
televisivas, el término suspensión de la incredulidad se acuño hace bastantes
años, concretamente en 1817 por el poeta Samuel Taylor Coleridge. Él pretendía
poner nombre al efecto que cualquier obra literaria de ficción produce en el
lector, es decir, que este asuma un papel dentro de la historia aunque sea
consciente de que todo es irreal y sólo se encuentre plasmado en un libro, que el espectador aparte voluntariamente su sentido crítico y se sumerja en un universo nuevo.
Para conseguir esto Coleridge aludía a ciertas
características que debía presentar una narración para que el lector accediese
a dejar a un lado el mundo real mientras realizara la lectura, que ese pacto
entre lector, obra y autor fuese manifiesto, que el escritor convenza y el
lector se deje convencer para no echar a perder una experiencia estética,
lúdica y/o intelectual. No es lo mismo empaparlo en fantasía épica
(imposibilidad verosímil), que en una trama mafiosa o que embeberlo en un drama
amoroso (imposibilidad probable), la construcción de esta atmósfera que active
la credulidad de lo imposible es diferente dependiendo de cada caso.
Años más tarde la suspensión de la realidad ha ido
haciéndose más compleja, quizá porque los lenguajes utilizados en las distintas
creaciones culturales han evolucionado y se han diversificado. La televisión o
el libro-álbum han incorporado la imagen, estática o en movimiento, en un
proceso complejo que facilita ese acceso a la ficción y deje entender las
reglas de ese juego que supone el universo creativo. En el ámbito televisivo se
me ocurre citar a la exitosa Juego de tronos, una serie por la que millones de
espectadores se han dejado seducir hasta el punto de impregnarse de una
historia que, a pesar de destilar elementos imposibles, ha creado verdaderos
entusiastas.
¿Y puede ocurrir que el lector suprima ese limbo de
credulidad, que rompa ese contrato? Por supuesto, sucede no pocas veces ante
una novela, una película o un videojuego. Tiene lugar cuando el autor sobrepasa
el límite de la permisividad del receptor, es decir, agota un acto de fe. Un
giro estúpido, una palabra malsonante, un suceso poco lógico…, hay tantos
desencadenantes que esa es la razón de que tanto escritura, como lectura sean
ecosistemas frágiles en los que es bastante complicado alcanzar la estasis, el
equilibrio.
Para terminar con este prefacio (ya saben que la
recomendación viene después), una curiosidad, pues me llaman mucho la atención
todos aquellos personajes que han suspendido esa incredulidad totalmente para
quedar supeditados por completo al mundo fantástico y que tanto abundan en la
literatura. Unos entre los que brilla Don Quijote, protagonista de nuestra obra
más universal.
Y si después de tanta perorata no han quedado hartos de creer
en lo increíble, aquí les dejo un librito que tras una apariencia sencilla
tiene mucha sustancia, pues ¿Y tú, qué
crees?, un álbum de Marta Comín (editorial A buen paso), nos atrapa para
hablar de los diferentes puntos de vista entre los miembros de una familia (Adivinen quién es el narrador). Y es que este libro colorista, de figuras
planas, con detalles sugerentes, y juegos de troqueles y perspectiva, nos cuenta como cada uno
creemos las cosas según nos dicte la propia experiencia, nuestros anhelos y
deseos, la naturaleza, los prejuicios, los miedos, las supersticiones o la utilidad
con la que las rodeemos.
Yo creo que es un título que abre muchas preguntas y nos da
respuestas. Creo que hace pasar un buen rato tanto a pequeños, como a mayores
(¿Verdad, Ana?). También creo que con él se pueden proponer un sinfín de
actividades, en casa o en el colegio. Creo que… ¡Basta! Ya he creído demasiado
¿Y ustedes? ¿Qué creen?
Estaba ayer dándole brío a uno de mis vídeos en Instagram, cuando
de pronto me escribe la Elena Detalleres. Después de temblar un poco, pues esta
señora es un sacapuntas, y resoplar aliviado (se ve que los domingos es más
inofensiva), me dice que hace unos días, durante una comida, se había dedicado
a destriparme ante cierto bibliotecario. Según ella, este señor es un verdadero
fan de este sitio de monstruos. Que me leía asiduamente, que estaba pendiente
de mis boletines de noticias (Igor, siempre publico a estas horas porque es
cuando las clases me lo permiten) y que hacía mucho caso de mis
recomendaciones. Se ve que esto le picó a la Elena en el cogote y me puso a caer
de un burro. Que si yo era un rollero, que si un clásico, que si un anticuado...
Este hombre, un auténtico hooligan (me robó el corazón ipso facto), le espetó que
de ninguna manera, que yo sabía lo que decía. Me imaginé a la Elena con la
patata retorcida y, acorralada, ya le tuvo que soltar al Igor que ella me había rebatido
ciertas cosas y que yo había claudicado (porque ella lo vale, si señor)
mientras él la escuchaba incrédulo.
Yo leía todo esto y me lo pasaba pipa.
Primero por saber que un desconocido y un muy buen profesional (según las referencias que me
daba Elena), me tenía en tan alta estima, pues me
llena de orgullo y satisfacción además de ser un acicate para seguir con esta labor que a veces es poco gratificante. En segundo término, porque el hecho de que dos personas dejen
a un lado la política y se enzarcen en debates a costa de libros y enterados
LIJerarios es de mascletá. En tercer lugar porque yo había alentado a la Elena
a volverse otra chafardera del libro-álbum y veo que la cosa fructifica. Y por último: en esto de de la
literatura infantil no debe faltar el humor pues hay mucho estúpido buscando asentimiento en un universo donde no hacen falta ni
lentejuelas ni brilli-brilli, sólo leer y pasarlo bien.
Tras descojonarme un rato y digerir que casi soy atropellado
por mi propio padre (inaudito pero cierto), decidí que les iba a dedicar esta
entrada del lunes a ambos en agradecimiento a tan buen momento y de paso
intervenir en esa conversación a la que fui invitado, si no en cuerpo, sí en
espíritu…
Escuchadme, melones. No os pongáis a la gresca por este
monstruo. Igor, aunque intento valorar todas las cuestiones de un libro, reconozco
que ando algo pez en ciertos aspectos, sobre todo los gráficos de última hornada. Hay libros a los que no les encuentro la gracia, y a otros les encuentro
demasiada. En esos momentos echo mano de personas como Elena que, apasionadas por ese mundo del
álbum, el diseño y sus vanguardias, rellenan mis carencias (aunque tampoco hay
que darles mucho vuelo, que ya sabes que la tontería es gratis y cada uno coge la que quiere).
Elena, buscar sinergias en los libros, en lo literario, nos
ayuda a entender una creación cultural desde varios puntos de vista y, al igual
que tú con las imágenes, mi visión sobre las palabras y/o su relación con las ilustraciones también es importante,
pues nos ayuda a entender íntegramente una obra híbrida y posmoderna como el
álbum. Lo metaliterario, los guiños a los clásicos, la estructura narrativa, su
inmersión en un contexto y otras circunstancias que trascienden intrínseca y/o extrínsecamente al objeto libro, se pueden clasificar como rollo y petardeo, pero
también son necesarios. Sin embargo convengo contigo en que a veces, en este
ecosistema de la crítica de libros infantiles hay mucho meapilas que aburre a
las piedras con tanta disquisición.
Para zanjar mi intervención os mandaré deberes (así, en la
distancia). Como soy un rollero y no quiero amuermaros, la cosa consiste en que
leáis un libro, que si bien se aleja un poco de la estructura del álbum, me
parece muy adecuado para el apunte de hoy, y que más tarde dejéis vuestras impresiones en
los comentarios de esta entrada. Ni se os ocurra decir que es un título sin
chicha, pues la edición de este Cosa de
niños de Peter Bischel, ilustrada por Federico Delicado y publicada por Los Cuatro Azules, nos habla de tantas cosas textual y gráficamente, que creo que tendréis suficiente trabajo. Yo me quedo con un mensaje que ahonda en ese mismo por el que he
abogado desde que empecé esta andanza hace once años: lo mejor de los libros
para niños es que los leemos los niños. No dejemos que nuestras apariencias de
adultos nos contaminen con sus miserias. Quitémosle hierro al asunto y disfrutemos
de su belleza lo mejor que sepamos. P.S.: Y si suspendéis el examen, tendré que destripar este libro convenientemente en los comentarios (que siempre se agradecen más aquí que en las redes sociales).
Aunque hoy en día escasean, hubo un tiempo en que los
reptiles eran muy abundantes, tanto que reinaron sobre el resto de formas de
vida de nuestro planeta durante muchos millones de años, sobre todo durante el
Mesozoico, un periodo en el que los
grandes saurios habitaron todos los medios, acuáticos, terrestres y aéreos. Más
tarde el clima se enfrió y estos animales poiquilotermos (incapaces de regular
su temperatura corporal y por tanto dependientes de la del exterior) se vieron
abocados a la extinción o relegados a zonas atemperadas del globo como los
trópicos y los desiertos. Tanto fue así que de los cientos de miles de especies
que anduvieron por océanos y continentes, sólo sobrevivieron y/o evolucionaron unas
seis mil.
Muchos biólogos sentimos cierta pena del trato que reciben
por parte de la cultura de masas estos bichejos, pues parece ser que la
religión (¿Quién malmetió entre Adán y Eva?), los medios de comunicación (¡Apártense
de serpientes y cocodrilos!), la literatura (se me ocurre citar las fábulas de
Esopo) o el cine (aquí sólo tienen que fijarse en los malos de Disney) los han
convertido en enemigos acérrimos del ser humano. Venenos, dentelladas,
movimientos espasmódicos o de reptación, sangre fía y pupilas fragmentadas o
verticales, hacen de estos animales, inmejorables candidatos para encarnar el
mal, pero sin embargo hay casos que nos dicen lo contrario, véase el libro de
hoy.
La caimana, con
texto de María Eugenia Manrique e ilustraciones del siempre genial Ramón París (ediciones Ekaré) nos
cuenta la historia de José Faoro, un orfebre de origen italiano que se instaló
a principios del siglo XX en San Fernando, una villa del estado de Apuré
(Venezuela) que, habiendo encontrado una cría de caimán con tres días, lo
adoptó y crió. Basada en hechos reales (ya saben que la vida siempre supera a
la ficción) esta narración donde el afecto entre los seres vivos desmonta esos
mitos mal llevados.
Les diré que me ha encantado. Que hay mucho de selvático en
él, mucho de Latinoamérica, de sus mitos, de su exuberancia y plasticidad, de
Quiroga y de realismo mágico (nunca mejor dicho). Pero lo que no les voy a
contar es el final de este álbum hermosísimo que deben descubrir por sí mismos.
No obstante sí quiero apuntar a diversas cuestiones sobre
los reptiles que tienen que ver con esta historia y que, a pesar de parecer
alucinantes, no lo son tanto… A saber:
Primero de todo hablaré de la impronta, un mecanismo
etológico que en reptiles y aves es muy importante. Consiste en que las crías
recién nacidas reconocen las características de sus progenitores a través de un
mecanismo instintivo complejo. No es de extrañar por tanto que esta caimana, al
tener tan sólo tres días de edad cuando se topó con Don José, asimilara su
figura a la de un padre, uno más de su especie con quién establecer un vínculo de
por vida.
Llama poderosamente la atención el carácter dócil de la
caimana, más todavía cuando en el libro nos habla de cómo esta interaccionaba
con los niños que José y Ángela Filomena criaron (una docena para ser más
exactos). No tienen de qué sorprenderse pues la mayor parte de los reptiles son
inofensivos (más todavía cuando no viven hambrientos), incluso me complace
informarles de que mueren más humanos por picaduras de abeja que por ataques de
los actuales saurios, así que les recomiendo que alejen ese dato de su
subconsciente.
Para terminar, decir que no es de extrañar que El Negro -en
principio se creyó macho para ser rebautizado después como La negra-, esa
caimana que acompañó a Faoro a lo largo de su vida, alcanzara más de sesenta
años de edad, pues como bien sabemos muchos biólogos, algunas especies de
reptiles entre las que destacan los cocodrilianos y los quelonios –nombre del
grupo de las tortugas- pueden ser muy longevos e incluso alcanzar los ciento
cincuenta años.
Como buen animal social, acostumbro a tratar con todo tipo de
personal. Obreros y burgueses, culturetas e ignorantes, progres y fachillas,
lectores y no lectores, guapos y feos, jóvenes y viejos. Todos tienen sus cosas
pues sus experiencias son tan diferentes como sus etiquetas (¿o quizá no?),
pero si me tuviera que quedar con alguna de estas dicotomías, preferiría la
última, una donde encuentro gran sustancia, pues lo anacrónico en lo humano
produce un germen más que interesante.
A veces no comprendo la imperiosa necesidad que mis amigos,
los jóvenes, tienen de vomitar su día a día en las redes sociales, sobre todo
cuando las imágenes se acompañan de textos verdaderamente vergonzantes (cuando
la Gemita se pone intensa es para darle como a los conejos: en to’ la cepa de
la oreja). Tampoco comprendo a mis amigos, los viejos, pues cuando no quieren
hacer frente a polémicas o tomar decisiones, siempre echan mano de sus cónyuges
y/o prole, pues bien es sabido que la mierda, para los contrarios manque
pierdan.
Si bien es cierto que es más fácil la comprensión con los
viejos (uno puede hablar con ellos de libros, de la escuela de antaño, de
facturas e impuestos, y otras cuestiones laborales), con los jóvenes todo es más fluido, pues están exentos de muchas de esas preocupaciones, se dejan llevar por
su frescura y están en la onda, en las últimas novedades, llámense música,
televisión y ropajes.
Yo me hallo en medio, como los jueves -siempre me han
gustado más los miércoles pero habrá que ser fiel a la tradición-, algo que
creo necesario, pues hay que enriquecerse de unos y otros aunque al final yo
siga a lo mío, con buena letra y despacio. Ellos no sé qué pensarán. Unos, probablemente que soy un trasnochado, otros que estoy en la
preadolescencia, pero lo cierto es que los únicos que salen perdiendo son
ellos y sus prejucios.
Estaba yo en esas cuando cerré Rigo y Roque, un texto de Lorenz Pauli, ilustrado por Kathrin
Schärer y editado por Milenio que, entre otras, nos habla de estas cosas, pues
nace de una historia de amistad entre un viejo leopardo y un jovial ratón doméstico.
Tengan colegas ancianos o jóvenes, creo que todo el mundo debería leerse un libro
como este, porque se lo digo a bocajarro: no deja indiferente, es un texto
hermoso y único por varias razones.
En primer lugar es una historia entrañable que habla de
diferencias y coincidencias, de entendimiento y discrepancias, muchas de las impresiones en las que descansa cualquier vida, cualquier relación humana.
En segundo lugar hay mucho de (sin)sentido en los diálogos
de estos dos personajes que por un lado divierten (¡El capítulo con palabras
inventadas es tan infantil y lúdico…!), y por otro le restan trascendencia a
posibles desencuentros intergeneracionales que se parecen más a un debates
dialécticos que a conflictos irresolubles.
En tercer lugar es una historia que interpela al lector. Para que piense por sí mismo, para que encuentre respuestas y filosofe si quiere. Todos somos susceptibles de hallar un discurso, un camino y
por ello estos dos personajes nos hacen preguntas como ¿De verdad que todo sería mejor si se pudiera hacer de nuevo? ¿Qué
grosor tiene un rayo de sol? ¿Qué es más importante, la pregunta o la respuesta?
Para terminar de hablar de las bonanzas de este libro les
recomiendo tres pasajes que quitan el sentío. El primero es aquel que habla de
la vejez y la sabiduría, el segundo el del cumpleaños de Roque, y sobre todo el
que lo cierra y que lleva por título
Dentro de nosotros.
Cuestión aparte es el tema de la traducción, pues ha
suscitado ciertas controversias ya que en el original en alemán el ratón
protagonista no se llama Roque y no es un macho, sino que es una fémina y se llama
Rosa (ya saben, cuestiones del guión y el género de las palabras de la lengua
germana). Si bien es cierto que en una historia de amistad poco importa entre
quienes se establezcan dichos lazos, sí me parece importante el mensaje final,
porque se agradecería que el sentido final, tal y como pretenden los autores,
suceda entre personajes de distintos sexo y obviemos ese tono clasicón de “los
chicos con los chicos, las chicas con las chicas”.
Espero que lean este libro con pausa, porque realmente lo
merece, y que de paso consideren sus relaciones de amistad, porque como bien
nos indican estos dos señores Con un buen
amigo incluso se pueden ver cosas que para otros no existen.
Mayo ha pasado su ecuador, llega el buen tiempo y desde este
lugar de monstruos nos centramos un año más en el formato boardbook, un tipo de
libro, el realizado enteramente de cartón, que está (casi) exclusivamente dedicado
a los prelectores y primeros lectores, es decir, entre 0 y 3-4 años de edad.
Así que, para no perder las buenas costumbres, bien merece la pena una
selección como esta que oriente a padres primerizos, trabajadores de los
jardines de infancia, guarderías y educación infantil (NOTA: También pueden consultar las selecciones del 2017-2018, del 2016-2017 y la del 2015-2016)
Haciendo caso a la señora G., he intentado bucear en la
mayor parte de los títulos editados durante este curso (ya saben que los libros
infantiles beben del periodo escolar) y no dejar a la deriva propuestas
interesantes que pueden procurarnos más de una alegría.
Como la mayor parte de estos libros suelen ser híbridos
entre las categorías de ficción y no ficción, no considero oportuno darle
relevancia a dicha división aunque tenga su intríngulis para los estudiosos de
estos, como se han bautizado en el entorno anglosajón,“toddler books” (la traducción sería algo así
como “libros para niños que gatean”, que no me parece del todo correcta porque
los críos empiezan a andar con aproximadamente 12 meses y la lectura de estos
libros se extiende mucho más en el tiempo).
Aunque recorreré la mayor parte de los títulos con cierta
calidad que se han publicado durante estos meses, siempre guardo cierta
deferencia para aquellos que me han encantado (ya saben, mis tres estrellas,
que son como las Michelín pero en el medio LIJero).
También decirles que si quieren conocer algunos por dentro, muchos de ellos están disponibles en el instagram de los monstruos en forma de vídeo como el de la cabecera de este post.
Así que, sin más dilación,
¡he aquí esta selección comentada de libros de cartón!
Cédric Ramadier y
Vincent Bourgeau. Abre bien los ojos.
Lóguez. (***) Lo mío con este libro fue amor a primera vista, no sólo
porque ante mí se desplegaran las diferentes estaciones ni tampoco porque su
juego de solapas imitara el abrir y cerrar de ojos, sino por la idea de crear
diferentes paisajes añadiendo los colores primarios que tanto llaman la
atención en la primera infancia. Es así como se despliega toda una gama cromática
que llega a su cénit en el verano. Descubrir poco a poco el mundo me parece
maravilloso.
Mariona Tolosa
Sisteré. Repasaletras. mtm. (***) Llega
el turno de uno de los libros que más ha gustado a los docentes de educación
infantil y primaria, pues este abecedario tan especial, además de trabajar la
perspicacia en los prelectores y primeros lectores (¡Shhh! En cada página se
esconde una letra de nuestro alfabeto), da la oportunidad de jugar con ellas
desde una experiencia táctil, pues aparecen troqueladas. Les animo a ver este
título con los ojos vendados (sí, una paradoja muy hermosa), pues se aprecia
mejor el objeto libro. ¡Bravo!
Katrin Wiehle. Las cuatro estaciones. Lóguez. La colección
Mi pequeño… se hace más grande con
este libro de cartón de gran formato en el que la autora alemana afincada en
Estados Unidos nos abre una vez más la naturaleza de par en par. Hemos hablado
muchas veces de estos libros hechos en cartón 100% reciclado y no podía faltar
este dedicado a las cuatro estaciones del año. Sin duda, un hermoso regalo para
quienes amen la vida sobre nuestro planeta.
Cédric Ramadier. El libro que tiene miedo. Lóguez. Otra
colección que amplía sus títulos es la de Ramadier. Primero fue el libro que
duerme, luego el que se enfada y esta vez le llega el turno a un libro muy
miedoso que seguro que interactúa tan bien con los primeros lectores como los
dos anteriores. Esta vez el diálogo se interna en el mundo de la oscuridad y
gracias a un pequeño roedor el libro consigue tranquilizarse… ¡No se lo pierdan!
Margarita del Mazo y Cecilia Moreno. Los planetas. Jaguar. (***) Llegamos a una de las colecciones que más éxito tienen entre los lectores principiantes y que recomiendo bastante. En este nuevo título, sus autoras (muy acertadas, pues saben muy bien lo que se llevan entre manos ambas) le rinden un homenaje al sistema solar y los planetas que lo configuran. La diversión está asegurada, en verso y con mucha chispa, ¡por supuesto!
Barbara Castro Urío. ¡A dormir gatitos! Zahorí Books. (***) En
una selección como esta no podía faltar el ganador en la última feria de
Bologna en la categoría Toddler (que ya he explicado antes). No es de extrañar
que este libro sobre gatos, colores y números haya salido triunfador pues está
muy bien pensado, tanto en contenido, como en formato. Los gatos aparecen
(fíjense en el color) y las ventanas se encienden (¿Cuántas hay?), un juego de
correspondencias que interpele al lector. ¿Qué pasa ahí? ¿Qué invento es este?
Lo que más me gusta es el final, ¡descúbranlo ustedes mismos!
Matthieu Maudet. Los calcetines. Lóguez. Lo admito.Me he identificado con Marieta, la
protagonista de este libro. Entre los rotos, los que se pierden debajo de la
cama o detrás de la lavadora, no gano para calcetines. De repente y por arte de
birlibirloque, aparecen y, aunque te llevas una alegría, te das cuenta de que
tienenvida propia y ya no son los
mismos. ¿Quieres descubrir en qué se transforman esos calcetines que pierdes en
cualquier parte? ¡Este libro te lo muestra!
Marta Comin. Diez gusanitos duermen. A buen paso. (***) En
este nuevo libro de Marta Comín, una autora muy prometedora –todo hay que
decirlo-, diez gusanos de distinto color se aletargan junto a su madre para
soñar en los lugares más variopintos. En una manzana o en el trasero de un
cerdito, todo es posible en las alas de Morfeo. Con una propuesta de juego
final (¿Y si nuestros dedos fueran esos gusanos?) y la construcción de
personalidades diferentes, este librito puede dar mucho de sí.
Enric Jardi. ¿Qué significa? Combel. (***) Tras
muchos libros leídos y algún curso que otro sobre esta actividad, convengo que
la infografía es una disciplina gráfica bastante compleja. Estética y
comprensibilidad del mensaje tienen que casar estupendamente para elevarse en
ella. Esto es lo que nos viene a decir un libro como este en el que, a través
de símbolos y preguntas sencillas hurgamos en nuestro subconsciente y creamos
una historia cotidiana en la que o bien nos encontramos o bien nos perdemos.
Las dos ideas son maravillosas, ¿verdad?
Andrea Wayne von
Königslöw. En el baño. Ekaré. Los
libros escatológicos siempre tienen su aquel y este no podía ser menos. Con
mucho humor, la artista canadiense nos invita a imaginar cómo utilizarían la
taza del váter una serie de animales. La gallina pondría un huevo, el tiburón
bucearía dentro, el león se sentaría como en un trono… ¿Y los niños? ¿Cómo
tienen que utilizar el baño?
Mar Benegas. Tras-tras / Cari-caricias / Las arañitas
de la risa. Ilustraciones de María Reyes Guijarro, Marta Comin y Luisa Vera
respectivamente. Combel. (***) Con los tres nuevos títulos, la colección La cereza se hace cada vez más grande,
algo que los monstruos agradecemos sobremanera pues rimas e ilustraciones
desenfadadas hacen las delicias de los prelectores, unos para los que el objeto
libro, la melodía verbal y el juego siempre deben estar presentes. Poco más que
añadir porque es de sobra conocida su valía.
Annette Tamarkin. Mis pequeños contrarios /Mixmax de animales. Combel. De la autora de Retahíla aparecen en las estanterías dos nuevos títulos de esta
especialista en libros para prelectores y pequeños lectores. Mientras que el
primero presenta se presenta el clásico juego de pestañas que caracteriza los
trabajos de esta autora, el segundo se complementa además con otro juego de
solapas intercambiables que origina múltiples combinaciones de personajes
quiméricos. ¡Dos ideas geniales!
Tristan Mory ¿Quién soy? Combel. (***) Un libro
juego de estas características siempre sorprende, no sólo porque es un híbrido
entre álbum informativo y de ficción, sino porque lo interactivo de sus dobles
páginas tiene un no-sé-qué que huele a infancia y descubrimiento (¿Alguna vez
han jugado al escondite?). El éxito está asegurado con él. Mi sobrino -y un
montón de chiquillos más- dixit.
Lilith Moscon y
Francesco Chiacchio. Lola busca su cola.
Combel. Lola es una serpiente bastante despistada que ha perdido su cola.
La busca por todas partes y no la encuentra. En cambio da con todo tipo de
enseres y cosas que quedan al descubierto cuando estiramos de una pestaña
lateral. ¿Ayudas a esta serpiente a encontrarla? A veces cuatro ojos ven más
que dos, sobre todo cuando la solución es tan evidente que no necesita mucho
más.
Nadia Budde. Un, dos, tres ¿qué ves? / Un, dos, tres, vampiro es. Kalandraka.
(***) En estos, dos de los mejores libros de cartón de este año, cada
página nos va presentando objetos, animales o personas donde las series (de
palabras e ilustraciones) y las fórmulas de repetición son la excusa perfecta
para descubrir nuestro entorno y echarnos unas risas. Mientras que el primero
se adentra en un universo blanco, el segundo se permite las alusiones al mundo
de la noche y los personajes de terror (ya saben: brujas, vampiros y otros
monstruos). Me encantan y espero que a ustedes también.
Ricardo Alcántara y Gusti. El pirata valiente. Kalandraka. Seguro que muchos de ustedes han soñado alguna vez con ser piratas, surcar los mares, ir de uno a otro confín buscando aventuras y tesoros. Eso es lo que le pasa a Juanito, que imagina a todas horas que es un corsario feroz y temido. O al menos, eso sucede hasta que su mamá descubre el punto débil de todo pirata. Una historia cotidiana en verso para los más pequeños.
Satoshi Iriyama. Samba panda con papá. Libros del Zorro
Rojo. Secuela del divertidísimo Samba panda con osito, un libro que fue editado en
papel, el autor japonés se vuelve a internar en el maravilloso mundo de la
imitación infantil a ritmo brasileño en compañía del entrañable protagonista y
su padre. ¡Bien de ritmo y música!
Adrienne Barman. Bestiario de voces animales. Libros del
Zorro Rojo. Esta secuela del exitoso Bestiario
de la autora francesa está dirigido a los primeros lectores. En él se recoge un
pequeño catálogo de animales y los verbos que aluden a sus voces. La pantera
ruge, la cebra relincha, los hombres roncamos, resoplamos, chillamos o reímos…
Un momento, ¿sólo lo hacemos los humanos o hay más animales que se comunican de
esta forma? ¿Sabrías decirme qué otros animales también hacen estos ruidos tan
especiales? Siempre puedes echar mano de este libro para responder…
Ellen Duthie y
Daniela Martagón. Niño huevo perro hueso
/ Niña gato agua pato. Wonder Ponder.
(***) Los dos primeros títulos (o eso espero, que no acabe aquí) de la
serie de boardbooks de Wonder Ponder, ese proyecto de filosofía para niños del
que hemos hablado en varias ocasiones, nos aproxima a un universo surrealista
pero con mucha chicha que parte de dos situaciones bien cotidianas. Llenos de
humor, cada doble página divierte y pregunta a partes iguales. ¿Qué pasa ahí?
Cada cuál que busque sus respuestas, es en lo que consiste la lectura.
Xavier Deneux. Todo a punto. Combel. (***) Una vez más
Deneux nos sorprende con un libro de cartón en el que el simple paso de la
página da vida a animales a base de puntos. Primero es uno, luego dos, tres, y
así sucesivamente. Gusanos, patos y caballos aparecen en sus páginas y llenan
de color los ojos de los críos. Sencillo y llamativo.
Jean Jullien. Antes & Después. Combel. (***) No
sé qué estaría pensando Jean Jullien cuando dio vida a esta joya (creo que no
era lo mismo que cuando hizo sus aclamados Esto
no es un libro y Ralf), pero el caso
es que me encanta la peculiar forma que tiene de explicar el paso del tiempo a
cualquier lector que se acerque a él. Unas veces el lapso es muy grande, otras
veces es más pequeño, pero lo cierto es que todo cambia de alguna manera. También
hay hueco para preguntas trascendentales, para comernos un poco el coco. Está
claro que el después siempre sorprende, aunque debemos tener en cuenta que el
antes no deja indiferente.
Meritxell Martí y
Xavier Salomó. Amarillo / Verde. Combel. Aparecen en las
librerías los dos nuevos títulos de una colección en la que los colores son el
hilo conductor de historias que avanzan con forme pasamos las páginas.
Secuencias de objetos que comparten el mismo color y que, desde el sinsentido
dejan construir historias en la imaginación de los niños.
Antonio Ladrillo. Mi colección de caras. (***) Pastel de
luna. Uno de los libros de cartón que más desapercibido ha pasado y que sin
embargo me ha encantado. Aunque me recuerda a otro similar de Tupera Tupera, he
de confesar que estoy enamorado de las líneas y colorido de Antonio Ladrillo.
El enfado, la sorpresa o la alegría se traducen en cada página de este libro
circular que funciona como espejo y catarsis emocional.
Carine Fontaine.
Colección ¡Hola, chiquitín! Loqueleo
Santillana. Continuando con la no ficción dentro de los boardbooks, aquí
tenemos una colección sin desperdicio. Animales, objetos e incluso la Navidad
tienen su propio volumen e invitan a las criaturas inexpertas a internarse en
estos imaginarios de esquinas redondeadas y páginas resistentes para ir
conociendo su entorno más próximo.
Hector Dexet. ¡En marcha! Patio. En avión, en paracaídas, en patinete, en tren, en coche o en un buldócer. De todas estas formas y muchas otras viajan los personajes de este nuevo libro de Dexet, un autor que le ha cogido la medida al libro de cartón y que sigue utilizando recursos como los troqueles y los colores primarios para llamar la atención de los primeros lectores a base de juegos de perspectiva y sorpresas varias.
Susanne Straßer. La ballena se baña. Juventud. Con
una nueva historia de su colección Mejor con amigos, la autora alemana se
vuelve adentrar en el universo de las historias acumulativas en las que la
amistad es la verdadera protagonista. Todo empieza con una ballena dándose un
buen baño. Alguien llama a la puerta. Es la tortuga que quiere unirse. Tras
sucesivas toques a la puerta la bañera se llena de animales, de sonidos y de
muchas risas. ¿Te lo vas a perder?
Consuelo Digón y Cintia Martín. ¿Dónde estás? / ¿Dónde irá? Ediciones Tralarí. (***) Una vez más, esta pareja de autoras vallisoletanas nos vuelve a sorprender con dos libritos para prelectores. Autoeditados gracias a una campaña de crowdfunding, estos dos peculiares boardbooks desplegables nos narran las peripecias de un gusano y cinco moscas, y de paso se internan en el universo de los números y las vocales. Con ritmo y mucho salero, estos libritos, además de caber en manos diminutas, animan el cotarro gracias a los juegos interactivos que proponen desde el objeto libro. Una maravilla que deben tener y conocer.
Delphine Chedru. Si dices… Kókinos. (***) Y para terminar
esta tanda de hermosos libros les traigo una joya delicada. Todos asociamos
palabras a imágenes, pero ¿qué sucede cuando pasamos la página y descubrimos
que nos equivocábamos, que el mundo puede ser más hermoso todavía? Esto es lo
que consigue un libro que además de sorprendernos nos familiariza con el entorno
y nos enlaza con nuestra propia imaginación a base de troqueles y conexiones
inesperadas pero igualmente hermosas. Sean felices descubriendo.