lunes, 23 de septiembre de 2019

Diciendo adiós al verano



Hoy es el primer día del otoño y aunque es una estación que me encanta, noto cierta desazón en el ambiente circundante. Les confieso que, en lo que a curro se refiere, el comienzo de curso no ha sido muy halagüeño, sobre todo porque te das cuenta de que la gente no es todo lo buena que debiera y, aprovechándose de su situación de poder, te pisotean hasta que sangras. Una mediocridad propia de pobres arribistas (que todo hay que decirlo…).
La verdad es que a mí, básicamente me la bufa: soy manchego y me recupero pronto. No obstante les diré que de vez en cuando me dan ganas de enganchar una guadaña y ponerme a segar cabezas (les estaría bien empleado por estirar tanto el cuello).


“¡Cómo estás, Román! ¡Cuánta violencia! ¡Pero si acabamos de empezar!” Déjense de pamplinas, que ustedes no saben el politiqueo que hay que aguantar. No tienen suficiente con aburrirnos hasta la extenuación echando mano de una burocracia inútil, sino que seleccionan a los peores perros para controlar el cauce de sus fechorías.
No se crean que estoy por la labor de invertir mis energías en gente obtusa que solo quiere ponerse medallas con el trabajo de los demás, no (aquí nadie se va de excursión con los críos, pero todos se suben al carro cuando hay que soltar el discursito). Hoy estoy aquí para que todos los monstruos olvidemos los montones de mierda que nos rodean y demos la bienvenida al lunes de la nueva estación como se merece, con una pizca de belleza.


Y es que no se me ha ocurrido mejor manera de hacerlo que con Stian Hole y su álbum El final del verano (editorial Kókinos). Tenía muchas ganas de hablar de este libro, pues a pesar de que lo incluí en esta selección de Clásicos básicos del álbum actual, no había hablado de él hasta ahora. 
Aunque forma parte de la trilogía de Garmann, el niño protagonista, es un libro que puede leerse desde lo individual pues en él se recoge de una forma maravillosa esa esencia que destilan los finales estivales.
El argumento es sencillo. Se acaba el verano y la familia de Garmann recibe la visita de sus tres tías, unas viejecitas un tanto peculiares que en parte recuerdan a las Parcas y en parte a las hadas madrinas (¿será por el número tres o hay algo más detrás?). Es así como este niño se empieza a hacer preguntas sobre sí mismo, sobre las tres mujeres, sobre sus padres, y sobre el futuro de todos.


De corte sincero y divertido, Hole hurga en los miedos de la infancia desde un lenguaje directo, incluso económico (estos nórdicos...), sin olvidar el contrato fantástico con el que envuelve unas ilustraciones a caballo entre el collage y las técnicas digitales, donde lo surrealista y lo onírico se abren camino para explorar un universo colorista y con mucho humor. Imágenes que a modo de mapas nos invitan a buscar detalles, tesoros escondidos que enriquecen la narración y revolotean en el subconsciente.
Me gusta que los finales del verano sean luminosos, que se abran claros que inunden de luz el otoño futuro…



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