miércoles, 7 de febrero de 2024

Efecto mariposa


Seguramente alguna vez han escuchado aquello de “efecto mariposa”, una expresión que hace referencia a las carambolas vitales que, por azar, cambian el rumbo de las cosas y lo que se presumía pan comido, pasa al descontrol más absoluto.
Este efecto fue popularizado en 1972 por el meteorólogo Edward Lorenz cuando intentaba explicar cómo una mariposa sobre Brasil, podía provocar, mediante una serie de reacciones en cadena, un tornado en Texas. También llamado “efecto pangolín”, toma su nombre de un relato de Ray Bradbury (¡Bendita sea la literatura!) titulado El ruido del trueno, donde señala que una mariposa puede perturbar el paso del tiempo.
El fenómeno en cuestión está incluido en la llamada teoría del caos, una que no solo tiene su campo de estudio en la naturaleza, sino en otros sistemas complejos como puede ser el mundo de las finanzas o la sociología, donde se incorporan infinidad de parámetros interdependientes a los que una mínima variación puede alterar su dinámica, algo que les voy a ejemplificar con el libro de hoy.


El autor experimental Adrien Parlange vuelve a esta casa de monstruos con un nuevo título que me ha enamorado de manera súbita y que me apena enormemente no haberlo incluido en mi selección anual por desconocimiento. Las desastrosas consecuencias de la caída de una gota de lluvia (editorial Océano Travesía) es un claro ejemplo de su originalidad, elegancia y gran sentido gráfico.
Es verano. Estamos en un huerto, quizás en un jardín tranquilo. Una joven recoge cerezas sobre la rama de un árbol. Bajo este, un hombre pinta el paisaje mientras un niño a hombros de su padre junto a su abuelo, observan su destreza con los pinceles.
Así comienza esta historia en la que Parlange transita a cámara lenta por un momento fugaz gracias a un cuerpo diminuto que, a pesar de su insignificancia, perturba a todos los personajes que componen la escena. Un giro narrativo que sorprende a cualquiera gracias al suspense que imprime el autor francés.
Lo que más me gusta es ese efecto de rebote de la mirada que construye gracias a la interacción entre texto e imágenes. Primero la niña, después el pájaro. La mirada va bajando. Aunque esperamos seguir bajando, la ardilla nos obliga a mirar para arriba de nuevo y nos topamos con la gota de lluvia, esa protagonista diminuta que se nos ha pasado desapercibida. Y ahora sí que bajamos y bajamos hasta que, en la escena final, volvemos a subir en un estruendo gráfico muy silencioso.


Si hablamos de los elementos técnicos, solo podemos decir que son fabulosos. El tratamiento de la (contra)luz del crepúsculo, la suavidad de la paleta de color, la distribución de los elementos en la página, o los cambios y movimientos imperceptibles que recuerdan al folioscopio, son algunos de ellos.
Por otro lado, y como mediación lectora, consideren los juegos predictivos y de búsqueda durante su lectura con todo tipo de público (¿Dónde está esto o aquello? ¿Qué pasará? ¿Cómo es el paisaje que pinta el artista?)
Tapas enteladas con las luces del anochecer, un formato vertical (que podría ser el contrapunto perfecto a la horizontalidad de Le grand serpent, otro de sus grandes álbumes que todavía no ha sido publicado en castellano), y su título peritextual en tipografía plateada, son los toques finales que hacen de este libro tragicómico una delicia.
Lo dicho, una oda a lo cotidiano en la que cualquiera puede percibir la fragilidad del equilibrio natural, las carambolas del destino que nunca quedan a nuestra elección.

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