domingo, 17 de marzo de 2024

Rimas y tarimas


Música y poesía. Poesía y música. Parece que siempre van de la mano. Ritmo, cadencia y melodía. La una me lleva a la otra y viceversa. Quizá esa sea la razón por la que ambas me llevan de la mano y me dejo deleitar por las dos, sobre todo acústicamente. Y me explico… Cuando leo poesía, he de hacerlo en voz alta y valorarla con propiedad, pues aunque las palabras reverberan en mi seno, hay algo de mágico en ellas cuando se pronuncian en voz alta. Lo mismo me pasa con la letra de una canción, que por muy bonita que sea, necesito acompasarla con las notas y ver cuánto tiene de bonita, aunque sea bailando en mi tad de la verbena.


También sucede que, como las canciones, algunos poemas no te gustan al principio, pero, cuanto más los escuchas, más te acostumbras a su sonsonete, como una letanía lejana que, poco a poco, va formando parte de ti. Pero lo que más me llama la atención es que cada poema y cada canción tienen la huella del artista, una marca indeleble que puedes reconocer a pesar de los años, un toque, su firma. ¡Para que luego digan que rimas y tarimas no tienen nada que ver! 
Por eso no me extraña que García Teijeiro se haya envalentonado para emular a doce mujeres en forma de verso. Un extraño tributo que reverbera la impronta de cada una de ellas. 

Hay cinco nubes
sobre mi cama.
Una es de azúcar;
otra, una dama.
Una es de nieve;
otra, con rayas.

La más pequeña
es muy graciosa.
Flota en el viento
cual gaviota.

Son cinco nubes
que me acompañan.
Cuidan mi sueño.
No piden nada.

Antonio García Teijeiro.
Para Beatriz Giménez de Ory.
En: Los ecos del viento.
Ilustraciones de Noemí Villamuza.
2024. Pontevedra: Kalandraka.


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