viernes, 20 de septiembre de 2024

Observando...


Lo asumo. Soy demasiado observador y me fijo en todo tipo de detalles. Unos me llevan a lanzar todas estas saetas discursivas, los menos me remueven sentimentalmente, otros desearía no haberme detenido en ellos y el resto siempre me conduce a diferentes reflexiones sobre lo que me rodea.
Cada vez hay menos gente que mira a su alrededor. No miran el cielo cuando salen de su casa todas las mañanas, ni tampoco a la cara de sus hijos durante la comida, ni siquiera en las reiteradas ausencias de su pareja durante los últimos dos años y medio.


Esta sociedad que, más que aire, respira pantallas, se encuentra tan carente de estímulos externos que prefieren justificar esa falta de observación con teorías infundadas que repiten como mantras. Cada uno se busca sus excusas para seguir soterrado por esa maraña de cuestiones inútiles, insulsas e inertes que le impiden ver la realidad. Y mientras tanto, dejan que la vida pase de puntillas por ellos.
No es que a un servidor le guste percatarse de todo. No. Solo hay que examinar aquello que es relevante, porque ¿para qué fijarse en lo inútil? A veces, también está bien eso de emular a los avestruces y no ser consciente del sinfín de disparates que laceran el sentido común. Es mejor obviar detalles mínimos que te retuercen los tuétanos a caer en un estado de amargura sempiterno.


Con todo y esto, aún quedan libros que invitan a la observación de lo que nos rodea desde la sorpresa y el descubrimiento que supone esa mirada infantil que tanto agrada a los monstruos. Por poner un ejemplo, les invito a disfrutar con el Cosas así, cosas asá de Bernadette Gervais, recientemente publicado por la editorial Petaletras.
Si buscan cosas que se abren, cosas que son suaves, cosas que huelen mal, cosas que brillan o cosas que se funden, este es su libro. También si quieren saber qué característica comparten las palomitas de maíz y las pulgas, una amapola y una pompa de jabón, una horquilla y una langosta o una guindilla y un erizo.


Con su estilo tan característico, la autora francesa nos regala este imagiario donde las representaciones de las cosas que nos rodean están organizadas por diferentes temáticas que se suceden en cada doble página. De esta forma, el lector, al tiempo que descubre nuevos objetos y afianza conceptos que ya conoce, busca puntos comunes que establecen relaciones desde la supuesta disparidad.


Colorista a rabiar, interpela al espectador, le regala mucho asombro, le insufla muchos conocimientos e incluso juega con su subconsciente de una manera casi poética en la que las asociaciones de ideas amalgaman un ideario en el que caben muchas posibilidades. Ideal para comenzar el curso académico. Se lo digo yo, que a observar no me gana nadie.

P.S.: Siento que las imágenes pertenezcan a la edición francesa, pero es que no hay otras en la red…

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