martes, 1 de abril de 2025

Amigos de la infancia


Todos sabemos que la amistad va y viene. Trabajo, pareja o circunstancias personales van construyendo relaciones que a veces terminan en una bonita amistad. Sin embargo, sigo constatando que la mayor parte de la gente mantiene un grupo de amigos relacionado con su infancia o adolescencia.
Fulanito y yo íbamos juntos a la escuela y jugábamos en el mismo equipo de perdedores. A Menganita la conocí en la guardería y en el instituto terminamos siendo las mejores del club de voleibol. Era un payaso, siempre me robaba los ligues, y al final, mira tú por donde, acabamos haciéndonos amigos en un campamento de verano.


¿Qué tendrán los amigos de la niñez que a mucha gente le cuesta desligarse de ellos? Lo primero que hay son recuerdos. Hemos compartido multitud de momentos positivos (generalmente son lo que abundan en la infancia) que construyen vínculos muy fuertes emocionalmente hablando. Los primeros amores, las primeras borracheras, el sentimiento de independencia paterno… Son experiencias que nos marcan, nuestro subconsciente recurre a ellas con frecuencia, ellos están ahí y generan apego.
Del mismo modo, todo ese tiempo compartido sirve de acicate para confiar en ellos. Un amigo de verdad nunca te traiciona, y si lo hace, duele el doble. ¿Se traducirá en dependencia emocional? ¿Por eso es tan difícil mandar a la mierda al capullo que te ganaba siempre a las canicas? Sí, algo mágico rodea a los amigos de la niñez, ¿pero el qué?


Quizá encontremos la respuesta en el título de hoy, pues toca sumergirse en uno de esos libros que huele a buenos amigos. Y es que Kalandraka ha publicado esta primavera una de esas obras de Leo Lionni que, a pesar de ser bastante desconocida, quita el sentido. Un año entero es la historia de Guille y Greta, dos ratoncillos (el animal favorito de Lionni para protagonizar sus creaciones) que entablan amistad con un arbolillo llamado Fito.
Todo empieza en enero, cuando Fito no tiene una sola hoja y se encuentra cubierto por la nieve. Estos deciden hacer un ratón de nieve y las conversaciones comienzan a fluir. Así pasa el invierno, llega la primavera con sus flores, un verano a reventar de fruta e incluso las vacaciones. En definitiva, 365 días del año en buena compañía.


Es curioso como el padre de Pequeño azul y pequeño amarillo establece una relación entre organismos tan diferentes. Un árbol enorme e inanimado se deja querer por un par de diminutos roedores que no paran quietos ni un segundo. Paradójico pero fiel a la realidad (¿Acaso los mejores amigos se parecen en algo?). 
Detalles que recuerdan a mi querido Frederick, imágenes que describen una historia circular y un texto que tiende a desligarse de la repetición y deja en el lector una querencia a nuevas aventuras, a esa continuidad que nos regala el comienzo de un nuevo ciclo, constituyen buenas bazas en este álbum.
A pesar de estos recursos narrativos y el lado más pedagógico de un libro que, auguro, va a encaminar a familias y docentes hacia los meses del año y las estaciones, yo sigo con mi cantinela con tal de alejar el didactismo omnipresente en la LIJ. Y para ello, una comparación bastante extrema, pero muy inspiradora…


No sé si alguno de ustedes ha visto alguna vez El cazador, una película de 1978 de Michael Cimino protagonizada por Robert De Niro, Christopher Walken, John Savage y Mery Streep sobre el antes y el después de la guerra de Vietnam. Si lo han hecho, seguramente hayan pensado que se trataba de una historia con tintes antibelicistas, un drama en toda regla. Sin embargo, un servidor siempre ha creído que es un alegato maravilloso sobre la amistad, sobre cómo los hombres y sus miserias pueden devastar algunos de los momentos más hermosos que han tenido.
Ahí es donde entran en el discurso Guille, Greta y Fito. Ellos también comparten el brillo de la hierba, el aroma de las flores y el sabor del verano, el ocio y el trabajo. Se brindan ayuda, se comprenden y se ríen unos de otros. Su pasión por la vida impregna todas las páginas de un libro con formato vertical que Lionni no eligió por casualidad. Alargado. Como los altos árboles, como los niños que crecen, como la sombra de esa amistad que se alarga conforme se acerca el crepúsculo…

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