martes, 10 de noviembre de 2015

¿Necesitamos ilustradores?


Estaba esperando que El libro sin dibujos de B. J. Novak se editara en castellano (ya apunté hace cosa de un año AQUÍ, la necesidad de traducirlo a nuestro idioma, algo de lo que se ha encargado la editorial Timun Mas), para hacerme una pregunta: ¿Son necesarios los ilustradores en la LIJ?
Si atendemos a los resultados que este libro ha tenido entre los lectores infantiles de habla inglesa, podríamos afirmar rotundamente que NO (¡Asústense!... je, je, je). Otra cosa es que nos pongamos a hurgar más profundamente (yo no sé si podré escarbar mucho, dado que tengo una buena tanda de exámenes que corregir...) y veamos que la respuesta no debe ser tan categórica. Desmenucemos el asunto...
El autor (una de esas personas un tanto polifacética) llama la atención del público utilizando un doble juego en un formato singular... Por un lado supone un desafío para el lector y el editor el tenerse que enfrentar a un libro “diferente”, “difícil” o “poco comercial”, y por otro, decide darle un valor extremo a la palabra, volver a la literatura pretérita, defender la esencia literaria, llamando la atención de la sociedad y exclamar que nos estamos alejando del lenguaje verbal para acercarnos a otro tipo de lenguajes.


También hay que apuntar que, a pesar de prescindir de las ilustraciones, el editor no ha eliminado totalmente la imagen en esta obra, ya que, cuando abrimos lo abrimos, nos encontramos con diferentes tipos de tipografía (para ser más exactos las familias Sentinel, Gotham y Visitor BRK Ten Pro), con otra serie de símbolos (véase la escritura musical), así como un variado uso en el tamaño de la letra y el juego de colores (negro, rojo, azul o naranja), lo que nos viene a decir que también busca cierto lenguaje visual que conecte con el lector (algo similar a lo que haría un orador o narrador con sus oyentes mientras cuenta una historia dramatizada) y que, aunque se aproxime más al diseño que a la ilustración, se puede traducir en una intentona de lenguaje artístico.
Pese a ello, Novak consigue su propósito y nos (al menos a un servidor, no sé a ustedes...) hace cuestionarnos muchas cosas... ¿Hemos abandonado la verbalidad en pro de otros formatos menos enriquecedores? ¿Nos distraen las ilustraciones de la verdadera esencia del libro? ¿Es más libre el lector cuando no encorsetamos su respuesta frente a los estímulos verbales?


Creo firmemente que en ciertas ocasiones la imagen trastoca profundamente el sentido literario de las cosas, léase como ejemplo la gran influencia de la estética Disney© en la percepción de algunos cuentos de hadas por parte de los niños, como Blancanieves o La sirenita, y obras clásicas como La bella y la bestia y Peter Pan y Wendy... (¿Qué niño/joven de hoy día piensa en Pinocho tal y como lo concibió Collodi?...).
También pienso que actualmente hay un exceso de cultura visual y que el encumbramiento de la imagen empieza a limitarnos más de lo que convendría, sobre todo a la hora de interpretar los mensajes verbales (miramos más que leemos y eso, a veces, no es bueno, sobre todo si se trata de un certificado de Hacienda o de la citación en un juzgado...).
Hay que apuntar además que el uso de las ilustraciones no es la única estrategia de apoyo a la hora de mediar por y para el libro, sino que la oralidad, la escritura, la lectura en voz alta, o compartir las experiencias de lectura entre iguales, también desempeñan un papel fundamental en todo el proceso, por lo que no estaría de más diversificar los productos destinados a los primeros lectores, algo por lo que aboga Novak con este libro lleno de blancura, humor y ligero sarcasmo.


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