Con
tantos días festivos y echando un vistazo a apuntes perdidos, me he
topado con uno sobre la coincidencia que se da en tres álbumes
ilustrados, Eres polvo de estrellas (con texto de Elin
Kelsey, ilustraciones de Soyeon Kim y publicado en nuestro país por
Flamboyant), La visita (creado por Antje Damn y editado por
Tramuntana), y No puedo dormir (un aclamado álbum de Stein Erik Lunde y Øyvind
Torseter que publicó hace tiempo Barbara Fiore Editora). Aunque
todos tratan temas muy dispares, ha llamado bastante mi atención el
hecho de que las ilustraciones tengan características comunes.
En primer lugar decir que
todas ellas hacen uso de la misma técnica, el diorama. En él, las figuras se
desarrollan sobre papel, en tinta (La visita y No puedo
dormir) o a color (Eres polvo de estrellas), para
posteriormente ser dispuestas en otro contexto, un montaje tridimensional junto a
otros elementos. Así se configura la escena final que, gracias a la
fotografía, se puede ubicar en un medio bidimensional como la
página. Esta técnica, a caballo entre la ilustración clásica, el
collage y el libro pop-up, recuerda al escenario de un teatro en el
que los actores se van moviendo para desarrollar la acción (de hecho siempre se ha utilizado en juegos de rol o con soldaditos de plomo). Aunque
en No puedo dormir y Eres polvo de estrellas, el
espacio y su atrezzo es cambiante, en La visita toda la
narración se desarrolla en el mismo lugar, algo que, a mi juicio, me
resulta agradable, incluso televisivo (¿No les recuerda a una "sitcom"?).
Aunque esta técnica tiene parecidos razonables con otras (véanse por
ejemplo el Juul de Vanmechelen -más escultórico- y De Maeyer o La casa de los ratones de Schaapman -juego infantil-), llama
la atención que, en estos tres ejemplos, se utilice para desarrollar
historias evocadoras, en las que el silencio y la contemplación
tienen mucho que decir en pro del discurso final, algo que tiene
mucho sentido en el proceso del duelo infantil que describe No
puedo dormir, de la soledad y sus consecuencias, y de esa amistad
que se enciende a pesar de las diferencias intergeneracionales en La
visita, y de la insignificancia del hombre en su relación con la inmensidad del
mundo natural que propone Eres polvo de estrellas. Esto puede
deberse a que el autor recrea una escena real pero tiene la
precaución de parcelar el espacio para incluirlo en la esfera de la
fantasía, de la imaginación, de tal manera que crea consciencia de
la distancia entre el lector, su obra y el discurso (en estos tres
casos complejo), para que se adscriba a lo literario desde una zona de mayor
confort, algo que en el álbum de tipo pop-up sucede al contrario (un
libro en el que la ilustración y nosotros respiramos del mismo aire,
en el que podemos tocar y manosear el elemento artístico e incluirlo
en el discurso desde lo real). Por otro lado y, aunque parezca contradictorio, la sensación de profundidad en las imágenes es mayor, de tal forma que les imprime vida. El juego de luces y de sombras naturales juega a favor de lo animado y ayuda a trasladar la ficción a un plano personal y dinámico.
Invitándoles a disfrutar
de estos conceptos de ilustración (o “arte”, como reza la
portada de Eres polvo de estrellas con bastante razón) que
ayudan a la comprensión de la narración y funcionan a modo de
andamios sobre los que sostener un discurso a veces difícil, me
despido hasta mañana, que ya queda poca semana...
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