Cuando suena la última campanada del día 31 de diciembre y mi madre
nos dedica un suspiro acompañado de “Otro año más...”, pienso
que debe haber un momento en la vida en el que nos damos cuenta de nuestra
propia vejez. Un momento que, debe ser, todavía no me ha llegado. No
es que sufra de un alienante complejo de Peter Pan, no. Ni tampoco
creo que se deba a pasarme seis horas al día al lado de adolescentes
alocados (mi abuela, con casi noventa años, tiene más mueve que
algunos de ellos). Quizá tenga algo que ver con mis expectativas de
hacer cosas, de curiosear, de aprender..., como si no hubiera fines tras
esa metas.
Lo
veo en muchos de los que me rodean: "Tengo un marido/una esposa, unos
hijos, un trabajo, una casa, un coche, al perro y a la suegra (Nota:
Pónganlos en el orden que les plazca, que cada uno tiene sus
preferencias), ¿qué más puedo pedir? ¡Ya puedo meterme tranquilo
en el sarcófago!..." Cuando oigo cosas como esta me dan ganas de
coger una ametralladora, pero luego respiro hondo, me sereno y pienso
que hay que respetar los deseos de otros y, mientras no nos
salpiquen, dejar que inviertan su vida en lo que quieran aunque no
deje de preguntarme “¿Acaso no tienen sueños?”
Cuando
yo era pequeño soñaba demasiado (quizá ese sea mi
problema/secreto: que lo sigo haciendo). Una temporada me dio por decir que
quería ser pastelero, otra quería ser pintor o cantante (ya ven que
soy bastante ecléctico)- Lo de dedicarme a la ciencia también quedó
en agua de borrajas. Lo de ser carpintero tampoco estaba mal. Hace
poco hice mis pinitos literarios, y en estos momentos que ya soy un
poquito más mayor, me he dado cuenta de que poco puedo llegar a ser
(Riámonos, por favor, para que sigan criticando mi optimismo).
En
definitiva, dentro de unos días llegara el final de este 2016, y hoy
por hoy, lo mejor que podemos hacer es vivir el presente con miras a
un prometedor mañana sin encallarnos en los días pasados
(¡Prohibidos los “Ay, si yo hubiera...”!), un ejercicio que
hacemos cuando somos niños y dejamos volar la imaginación para con
nuestro futuro. No se lo piensen dos veces, lean el encantador Cuando
sea mayor de María Dek (Patio Editorial) y vayan apuntando sus
sueños uno tras otro para el 2017.
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