viernes, 2 de abril de 2021

10 libros que los niños robaron a los adultos


Es 2 de abril, día en el que Hans Christian Andersen nació hace 216 años, la fecha elegida por el IBBY para celebrar el Día Internacional del Libro Infantil desde 1967 (si quiere conocer el mensaje de este año, haga CLICK AQUÍ). Aunque el viernes santo le ha robado protagonismo, este monstruo no olvida los libros para niños y los echa a volar una vez más en el mundo de los adultos.
Hoy toca darle la vuelta a la tortilla y, en vez de recomendarles libros creados para niños que también pueden leer los adultos, hoy les propongo una serie de libros clásicos que, a pesar de haber sido escritos por y para adultos, terminaron en las estanterías y bibliotecas de los lectores más pequeños.
Este es un hecho bastante curioso teniendo en cuenta que muchas son obras con cierta complejidad lingüística y discursiva. Es más, podrían lacerar el corazón de algún que otro lector adulto teniendo en cuenta la incorrección política que destilan sus páginas, algo que debería hacerles pensar en si los niños son tan inocentes e inofensivos como parecen, un tema del que ya hablé hace unos meses AQUÍ.
No hay que confundir estos diez títulos con otros clásicos de la narrativa infantil y juvenil como Peter Pan y Wendy, El príncipe y el mendigo, El maravilloso mago de Oz, Heidi, El jardín secreto, Las aventuras de Pinocho o El principito, una serie de títulos que si fueron concebidos para ese tipo de público. Esto no quiere decir que no puedan ser leídos por adultos (todos los buenos libros deben ser leídos por cualquier lector), pero sí nacen desde otra perspectiva.
Espero que tomen nota de ellos y se aventuren a conocerlos si no lo han hecho hasta ahora. Y si conocen otros títulos (que los hay…) los pueden añadir en sus comentarios para hacer más larga una lista que ponga en evidencia que la Literatura Infantil y Juvenil es un patrimonio común de toda la humanidad que debemos conocer y proteger.


N. C. Wyeth

Robinson Crusoe (1719) es la obra más famosa de Daniel Defoe. Considerada la primera novela inglesa esta autobiografía ficticia de un náufrago que da forma a un mundo propio se transformó en una novela de aventuras orientada al público infantil y juvenil en detrimento de una serie de complejidades discursivas dirigidas al lector adulto como la sexualidad, la supremacía racial, el existencialismo o la negación religiosa. Déjense de vainas y acudan sin prejuicios a una novela con encanto y abundante chicha.


Arthur Rackham

Los viajes de Gulliver (1726). Aunque todos recordamos a los liliputienses, esta sátira en prosa del escritor y clérigo irlandés Jonathan Swift se adentra en otras muchas geografías complejas que se burlan de la sociedad europea y de la naturaleza humana haciendo uso del llamado "relato de viajes". No den todo por sentado y léanlo con buena predisposición. La risa y lo absurdo son necesarios para todos, no solo para los niños.


John Leech

Cuento de Navidad (1843) es la razón por la que a Charles Dickens se le conoce como el hombre que inventó la navidad. No es para menos teniendo en cuenta que esta pequeña novela (puede que la más breve de todas la de este hombre) contribuyó a rescatar los valores del espíritu navideño y sus tradiciones en el ámbito angloparlante a base de magia (algo muy… ¿infantil?). No obstante hay que apuntar sobre ella que quizá sea la menos lacrimógena y sensible, está protagonizada por un ser despreciable y ahonda en lo humano sin olvidar la crítica social. Si no se atreven a leerla en inglés (es un gusto), pueden hacerlo en castellano.


Charles Robinson

Las aventuras de Alicia en el país de las maravillas (1865) es la archiconocida novela de fantasía y nonsense escrita por Lewis Carroll, pseudónimo de Charles Lutwidge Dodgson. Inspirada por una niña y adaptada por Disney, la historia tiene mucha miga. Ilógica, irreverente, lúdica, subversiva y crítica está considerada una obra maestra que no se pueden perder. No se dejen engañar por el reduccionismo de Hollywood, deben buscar en estos libritos (son dos, ya saben) los montones de referentes políticos, sociales y culturales que incluye, sin olvidar su estructura y uso de lenguaje.


Jessie Wilcox Smith

Mujercitas (1868). La obra cumbre de Louise May Alcott ha sido ninguneada por los lectores adultos de última hornada. Sí, esta novela ambientada en la guerra civil estadounidense está protagonizada por una madre y sus cuatro hijas, pero ¿es eso suficiente para tratarla de ñoña y dramática, o incluso de feminista? Nada de eso. Lean con los cinco sentidos y verán como cualquier encuentra reflejo en los personajes. La pobreza, la doble moral, la generosidad, el deber o el compromiso social se agolpan en sus páginas. Tontos serían si se la perdiesen.


Alphonse de Neuville

Veinte mil leguas de viaje submarino (1869). Esta obra de Julio Verne fue rechazada en varias ocasiones por la personalidad del capitán Nemo, alter ego del propio Verne. Una persona desgraciada, compleja y brillante en torno a la que gira la acción de esta novela de aventuras y ciencia ficción donde, además de predecir varios inventos submarinos, se describen con todo lujo de detalles los fondos oceánicos y los seres que la habitan. La primera edición conjunta de esta novela fue curiosamente española.


Norman Rockwell

Las aventuras de Tom Sawyer (1876-1878). A pesar de que esta novela de Mark Twain –o Samuel Langhorne Clemens- está considerada una obra maestra de la literatura universal, ha quedado relegada al público infantil. Sí, está protagonizada por un niño, pero es un relato complejo con gran carga autobiográfica que ayuda a comprender la todavía intrincada sociedad estadounidense. Con un humor sutil y lleno de dobleces, abre fuego sobre temas polémicos desde una mirada sencilla y clarividente. Será por eso que también deben leerla los adultos.


N. C. Wyeth

La isla del tesoro (1883). Quizá sea el único título de ida y vuelta de esta tanda. Aunque fue inspirado por Lloyd Osbourne, hijastro de Robert Louis Stevenson durante unas vacaciones y se publicó por entregas en una revista infantil, no regresó a los niños hasta que no se convirtió en un libro de éxito entre los adultos. Algo que no es de extrañar teniendo en cuenta el sinuoso viaje del protagonista, la intrincada personalidad de Long John Silver, y la cantidad de facetas que presenta el resto de voces masculinas de esta obra maestra.


Lisbeth Zwerger

El fantasma de Canterville (1887) es una obra de Oscar Wilde que, a pesar de ser apropiada por el público infantil gracias a una limitada extensión y sus niños protagonistas, fue un primer intento de novela para el lector adulto. Basada en las clásicas historias victorianas de fantasmas (algo de lo que bebe también Cuento de Navidad), el autor hace una crítica social de primer orden contraponiendo la idiosincrasia estadounidense a la tradición europea con mucho sarcasmo. Una historia paródica y sutil que quizá queda eclipsada por lo luminoso y esperanzador de un dulce final. Descarguen el archivo correspondiente y llénense de humanidad.


Paul Bransom

La llamada de lo salvaje (1903), es la obra más conocida de Jack London. Su cariz como novela de aventuras protagonizada por Buck, un perro cruce entre San Bernardo y Scotch Collie, es quizá la razón por lo que se hiciese popular entre los niños de la época, pero no hay que olvidar que este viaje iniciático tiene un tono oscuro, cruel y violento que puede mover las entrañas de cualquier adulto. Se considera la precuela de Colmillo Blanco, una novela que sí se inspira en el lector infanto-juvenil.


1 comentario:

nomada dijo...

pero no hay que olvidar que este viaje iniciático tiene un tono oscuro, cruel y violento que puede mover las entrañas de cualquier adulto. Se considera la precuela de Colmillo Blanco, una novela que sí se inspira en el lector infanto-juvenil.

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