La taxonomía humana es una buena afición si le sabes sacar partido. Se lo dice todo un experto en esta “ciencia” tan poco razonable… Si están interesados en practicarla, les conmino a elegir el mejor banco de un concurrido paseo, determinen también una banda horaria en la que llevar a cabo sus observaciones empíricas y, finalmente, tomen asiento y deslúmbrense por la fauna humana que concurre ante ustedes. Anoten todo tipo de datos sin discriminar ni los obvios, ni los suculentos: tamaño relativo, altura, color de piel, belleza, bufanda o pantalones, gorras, sombreros y boinas, perros, gatos u otro tipo de acompañantes, número de arrugas, paraguas… y miradas, sobre todo presten atención a sus miradas… Todos son parámetros útiles a la hora de establecer una correcta clasificación de los transeúntes.
Practiqué este curioso pasatiempo durante unos cuantos años. En metros, autobuses parques, bibliotecas… Y les puedo susurrar (espero que me oigan) que sólo hay dos tipos de personas: las que están llenas de color y las que no, las personas grises.
De todos modos he de advertirles que, muchas veces, estas personas grises son mero producto de las circunstancias y que detestan ser así, porque también anhelan llenarse de vida, abandonar la monotonía en la que están sumidos y pasear sobre el arco iris…
El caso es que, como bien cuenta Fernando Alonso (no el de los coches, como dijo un seguidor de esta bitácora) en su obra El hombrecito vestido de gris y otros cuentos (Alfaguara), para abandonar este gris estado, sólo hay que tomar la decisión (otras hay que ser elegido por ese caprichoso monstruo que es el azar…no todo es tan fácil…).
Así que, en este día, a todos aquellos que pasean con esa mirada gris, me permito mandarles un abrazo en forma de libro.
Practiqué este curioso pasatiempo durante unos cuantos años. En metros, autobuses parques, bibliotecas… Y les puedo susurrar (espero que me oigan) que sólo hay dos tipos de personas: las que están llenas de color y las que no, las personas grises.
De todos modos he de advertirles que, muchas veces, estas personas grises son mero producto de las circunstancias y que detestan ser así, porque también anhelan llenarse de vida, abandonar la monotonía en la que están sumidos y pasear sobre el arco iris…
El caso es que, como bien cuenta Fernando Alonso (no el de los coches, como dijo un seguidor de esta bitácora) en su obra El hombrecito vestido de gris y otros cuentos (Alfaguara), para abandonar este gris estado, sólo hay que tomar la decisión (otras hay que ser elegido por ese caprichoso monstruo que es el azar…no todo es tan fácil…).
Así que, en este día, a todos aquellos que pasean con esa mirada gris, me permito mandarles un abrazo en forma de libro.
2 comentarios:
¿Cuántos habremos crecido con él? Luego seguro que no somos los mismos. No todas las lecturas transforman, pero esta, ingerida en su momento, creo que sí.
Qué bonita entrada compañero... me siento abrazada yo también, aunque no creo que sea de las grises.
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