Si hay algo peor que un político interesado es, sin duda, un juez vendido. Aunque parezca lo contrario, no lo digo por nadie en particular, créanme… (¡Qué mal miento!).
En algunas ocasiones, todos nos comportamos como jueces y, la mayor parte de éstas, sentenciamos con poca equidad… Soy juez de mis alumnos. Mis padres y amigos me juzgan sin piedad. También acato (a veces) las sentencias de mis compañeros de trabajo, y dictamino sobre las comidas que mi madre elabora con extremo cariño. Dejo que los que han sido, son y serán mis profesores, me juzguen sin contemplaciones. Y así, una largo etcétera de juicios, por lo que juzgar es sumamente fácil…, lo difícil es juzgar correctamente.
Lo que nunca he entendido es el empeño de ciertos magistrados en juzgar lo que la historia ya ha enterrado y casi olvidado. ¿Será afán de inmortalidad o sed de venganza? ¡Pues vaya código deontológico el de abrir las heridas ya cerradas! La justicia más que venganza, es castigo y amnistía. Y si el castigo ya se ha recibido, avanzar es una buena solución, no olvidando el pasado, pero jamás anclándose en él.
Y es que estoy hinchado de venganzas, vencedores, vencidos y metijacos con toga que se dedican a sembrar cizaña. Mire usted, nosotros, mi familia, hemos perdonado, así que le recomiendo dedicarse a otros menesteres como el cultivo del ajo, especie vegetal con propiedades cardiovasculares y asépticas asombrosas, en vez de gastar nuestro dinero, el de los contribuyentes, en tanto vano intento de erigirse en deidad moral.
Para terminar les dejo con Memorias de una vaca, de Bernardo Atxaga, una pequeña novela que, con toques de buen humor nos acerca al mundo de los maquis y nuestra más reciente Guerra Civil desde la mirada de una vaca un poco especial… que por cierto, me parece un libro muy cinematográfico...
En algunas ocasiones, todos nos comportamos como jueces y, la mayor parte de éstas, sentenciamos con poca equidad… Soy juez de mis alumnos. Mis padres y amigos me juzgan sin piedad. También acato (a veces) las sentencias de mis compañeros de trabajo, y dictamino sobre las comidas que mi madre elabora con extremo cariño. Dejo que los que han sido, son y serán mis profesores, me juzguen sin contemplaciones. Y así, una largo etcétera de juicios, por lo que juzgar es sumamente fácil…, lo difícil es juzgar correctamente.
Lo que nunca he entendido es el empeño de ciertos magistrados en juzgar lo que la historia ya ha enterrado y casi olvidado. ¿Será afán de inmortalidad o sed de venganza? ¡Pues vaya código deontológico el de abrir las heridas ya cerradas! La justicia más que venganza, es castigo y amnistía. Y si el castigo ya se ha recibido, avanzar es una buena solución, no olvidando el pasado, pero jamás anclándose en él.
Y es que estoy hinchado de venganzas, vencedores, vencidos y metijacos con toga que se dedican a sembrar cizaña. Mire usted, nosotros, mi familia, hemos perdonado, así que le recomiendo dedicarse a otros menesteres como el cultivo del ajo, especie vegetal con propiedades cardiovasculares y asépticas asombrosas, en vez de gastar nuestro dinero, el de los contribuyentes, en tanto vano intento de erigirse en deidad moral.
Para terminar les dejo con Memorias de una vaca, de Bernardo Atxaga, una pequeña novela que, con toques de buen humor nos acerca al mundo de los maquis y nuestra más reciente Guerra Civil desde la mirada de una vaca un poco especial… que por cierto, me parece un libro muy cinematográfico...
Me gusta la primavera, ¿a ustedes no?
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