Con
tanto cinismo político (lo de Obama con Rajoy y Zapatero no tiene nombre a
pesar de que ninguno de los dos sepa una palabra de inglés), no es de extrañar
que las guerras actuales, en vez de en misiles, bombas y minas anti-persona,
estén basadas en riesgos financieros, manipulaciones económicas y bancarrotas
estatales, que es lo que a día de hoy importa (y también da por el culo). No sé
si vislumbrar más peligro en la cesta de la compra que en los cuatro tiros que
te pueden aplicar en una contienda de trincheras y cañones, dos caras de una
misma moneda que no nos exime de morir, bien sea a traición o por inanición.
No
es ningún consuelo para ningún veinteañero, andar como alma en pena entre los
pasillos del INEM, pensando qué será de su vida los treinta y cinco años que
vendrán. Seguramente mucha miseria y desolación… aunque bien pensado, más te
podía encoger los tuétanos la sola imagen de un Vietnam perforado por los túneles
y a rebosar de arrozales en llamas, la de la antigua Yugoslavia harta de
metralla, o la de nuestra España llena de odio entre vecinos envidiosos y
vengativos.
Aborrezco
las guerras de una naturaleza y otra. Aunque preventivas, libertarias, eternas
o útiles, todas ellas son tristes y dejan un amargo sabor en el alma, esa que
nos mantiene en pie y nos atormenta mientras nos queda aliento.
No
sé si esa necesidad de luchar y pelear subyace en nuestro subconsciente animal
a pesar de que ¿todos? anhelamos vivir en paz y armonía; pero lo que sí queda
muy claro es que siempre hay una excusa perfecta para andar a la gresca y
tirarse de los pelos. ¿Será preferible mantenerse al margen de toda contienda y
vivir a modo de ermitaños sin más orden social que el de uno mismo y lo que le
da de comer?
Piénsenlo
mientras disfrutan de la dureza de Seis
hombres (Editorial Libros del Zorro Rojo), una obra ilustrada seria y sobria (el único libro suyo que he leído en blanco y negro) con la que David McKee nos acerca a las causas de la guerra, sus causas y
consecuencias, a través de la mirada de seis hombres que andan cabizbajos, y que
a mi juicio complemente a otro magnífico libro suyo, Los conquistadores.
Sean
buenos y no discutan…
1 comentario:
Resulta triste pensarlo pero, lamentablemente, siempre habrá guerras porque el egoismo y la avaricia de algunos (siempre muchos) no desaparecerá nunca.
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