Tengo
sobre la puerta del frigorífico un imán decorativo que reza en inglés algo así
como que los maestros plantamos semillas para que crezca el futuro, una verdad
a medias si tenemos en cuenta tres factores… Lo primero es que los docentes
sembramos lo que nos deja el Estado, esa omnipresente panda de grajas que
planean sobre nuestro criterio y cuyo único interés es el de fabricar inútiles
votantes. Lo segundo es que, a pesar de enterrar simientes en cerebros y
corazones, muchas familias se empeñan en regarlas con aguas fecales y otros residuos que las nutren
de mugre hasta pudrirlas. Y, por último, de esos alumnos que germinan y crecen
hacia la luz, algunos se tuercen por sí mismos y, aunque intentemos guiarlos y
tutorarlos, pocos son los que continúan su camino, haciéndose fuertes y
vigorosos en un mundo donde siempre, la competencia y los sinsabores son la
tónica imperante.
Todos
queremos que nuestras enseñanzas trasciendan, pero son pocos quienes lo logran.
Admiro a todos aquellos que consiguen algo bueno para los días venideros, a
todos aquellos que consiguen grabar sobre los demás sus enseñanzas y perdurar
en la memoria de otros, en definitiva, que enseñan a cazar dragones, algo
bastante extraño en nuestros días, pero no imposible (se lo digo como alumno y
como profesor).
Pero
no desfallezcan, incluso las causas pérdidas pueden sufrir un punto de
inflexión en sus vidas. Un divorcio, una gran traición, la pérdida de un ser
querido o el mismísimo amor, pueden alterar el ritmo de crecimiento de los
jóvenes, cambiando así la tónica y desidia imperantes. Prueba de ello es La promesa, de Nicola Davies (texto) y
Laura Carlin (ilustraciones) y publicado por Milratones –Editorial Milrazones-,
un libro que en la misma línea de El hombre que plantaba árboles y La señorita
Emilia, no plantea una pequeña fábula llena de lirismo en la que una
ladronzuela ve cambiar su vida de color y sobre todo de sabor, tras robarle el
bolso a una anciana que le pide a cambio de este, llevar a cabo una extraña
promesa.
1 comentario:
buscaré este libro, por que si lo has comparado con uno de mis super-preferidos (La señorita Emilia) debe de estar bien.Encarnita
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