El tardeo está de moda y
con él son muchos los humanos de mediana edad (como diga “maduritos”
alguno me va a sacar las corás...) que se lanzan a la calle para
poder lucirse a plena luz del día. Evidentemente todo ello ha tenido
sus no pocas consecuencias (clínicas de estética, gimnasios y rayos
UVA aparte) y el personal está abandonando poco a poco el mundo de
la noche, no sólo por sus hijos -abuelos y niñeras mediante-, sino
por su propia integridad física, que también merece ciertas
atenciones (y es que las resacas de tres días son bastante recias...
no hay de qué extrañarse...).
Yo por el momento sigo
prefiriendo la noche, esa en la que todos los gatos son pardos y si
te he visto no me acuerdo. Me motiva mucho más el crepúsculo,
sentarme en una terraza y ver como poco a poco se apaga el día,
palidecen los colores y las lámparas se encienden despacio. La noche
alberga mucho misterio, esa penumbra que te envuelve. Me encanta. Lo
hace todo más alegre, también más triste. Es más quieta, más
sugerente, quizá un poco lúgubre, sobre todo con la neblina del
invierno, también alegre y chispeante como la del verano. La noche,
la noche, siempre la noche...
Uno de los libros más
nocturnos que conozco es El libro de la noche, y como estaría
bien diseccionarlo (me encanta y creo que se merece más de una
mirada), he aquí la mesa de autopsias. Este libro de Rotraut Susanne
Berner publicado por Anaya, es lo que llamamos un boardbook de
considerable tamaño (generalmente suelen ser de dimensiones más
pequeñas por ser uno de esos libros en los que la búsqueda de
detalles interesantes pueden constituir un acicate para los
prelectores y porque les permite un acercamiento a su
entorno de una manera sencilla).
Contextualizado en una
serie inmejorable -les recuerdo que tiene el mismo formato, escenario
y personajes que la serie de Las estaciones- hace alusión a un
pequeño pueblo que, alejado del ambiente ruralizado tan común en
los álbumes infantiles, prefiere ubicar esta historia en un pueblo
donde el modus vivendi urbanita convive con el más campestre (¿No
les recuerda a esos pequeños pueblos de Europa Central tan bien
provistos de servicios? En los nuestros no contamos con estaciones de
tren y grandes almacenes...), lo que origina ciertos contrastes muy
útiles a la hora de introducir al lector en universos diferentes. Es
así como se dan cita en la misma fiesta animales, trenes, plantas,
fuegos artificiales, iglesias católicas y ortodoxas, comercios o
paisajes.
En segundo lugar hay que
mencionar el sinfín de personajes que desfilan ante nosotros y que,
a modo de fotogramas de una secuencia cinematográfica se mueven de
una a otra doble página continuando su acción. Unos dan un paseo,
otros persiguen a un ladrón, otros pasean en bicicleta, otros
contemplan los fuegos artificiales... Es decir, la autora recurre al
recurso de lo coral para Asimismo también presta atención a lo
variopinto de las sociedades occidentales caracterizándolos con
diferentes indumentarias, presta atención a las razas, a la
condición sexual o las diferencias generacionales. En este punto
también hay que hablar de ese juego de búsqueda/seguimiento que
introduce Berner sobre varios personajes. La familia de gatos, Oskar
y su ganso (una pareja que más tarde, junto con otros personajes,
merecerá la atención de su autora en obras monográficas), el
sombrero de Susana, el bolso de Gabriela o el mapache son
protagonistas que añaden más interacción si cabe a una lectura
gráfica tan enriquecedora.
Lo que más me gusta de
este libro es la gran cantidad de guiños que la autora hace a
personajes y títulos de la Literatura Infantil, apuntes
metaficcionales que contribuyen a ampliar y corresponder las lecturas
infantiles del espectador. De entre todos destaco el retrato del
protagonista de El maravilloso viaje de Nils Holgërson a través
de Suecia de Selma Lagerlöff (fíjense en uno de los cuadros que
decoran las habitaciones del primer piso de la primera doble página)
y los libros que aparecen en toda la obra. Aunque son pequeñitos he
podido vislumbrar algunos (¡Si me ayudan a encontrar más títulos
les estaré muy agradecido!) como ¡Buenas noches! de su serie
Miguel, el Por la noche de Wolf Erlbruch (ambos están sobre
las estanterías de la biblioteca), el Buenas noches, gorila
de Peggy Rathmann y el que aquí destripamos (en el escaparate de la
librería).
Por último dar un
aplauso a la exposición de ilustraciones de algunas obras LIJ que
Berner ha organizado sobre las paredes del último piso del centro
cultural donde podemos encontrar imágenes de La hija del Gruffalo
de Axel Scheffler, otra de El nuevo Pinocho de Nikolaus
Heidelbach, de Donde viven los monstruos y La cocina de
noche ambas de Maurice Sendak, y una última de Quint Buccholz de
su obra Duerme bien, pequeño oso.
En definitiva, que si no
se percatan de que este libro es la bomba, les recomiendo que se
vayan a dormir... que es de noche.
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