martes, 6 de marzo de 2018

Pequeños y valientes



No soy partidario del arrepentimiento, sobre todo porque hay que ser consecuente con lo que hace uno. Eso no quiere decir que quepa cierto ejercicio reflexivo para darnos cuenta de las locuras que hemos cometido y, si se ha producido algún daño, enmendarlo en la medida de lo posible. Si no hay perjuicio que valga, no hay más tu tía, apechuga con lo dicho o hecho porque, a pesar de lo que piensan muchos, es de lo que trata la valentía.


En los tiempos que corren podríamos decir que ser valiente (como otros muchos comportamientos del ser humano) está sobrevalorado, no sólo porque la mayoría de las veces se confunde con la pose, la discrepancia o el ego, sino porque se ha empezado a desligar de otros temas como el honor y lo bizarro (¡Peligro, peligro!).


Cada vez me llama más la atención la incongruencia con la que actúan ciertas personas, sobre todo cuando observas que su palabra es efímera, se desdicen constantemente, y lo único que persiguen es la notoriedad cueste lo que cueste. No son empáticos, tampoco solidarios, ni mucho menos desinteresados. Y eso de ser valiente cuando a uno le apetece, como que huele.
La valentía es arrojo, prestancia, valor, y nada que ver con tirar la piedra y esconder la mano. Meten cizaña, desatan tormentas, no dan la cara y luego, babean. Un asco... Cada vez me acuerdo más de Ariadna Puello (“A la mierda con los héroes fuera de serie...”) y de El sastrecillo valiente de Arnica Esterl, Olga Dugina y Andrej Dugin. Centrémonos pues en el segundo para dejarles el primero como epílogo...


Si atendemos a los dos lenguajes que configuran este maravilloso álbum, primero hablaremos de la historia de la alemana Arnica Esterl. Su adaptación del cuento clásico de los hermanos Grimm, está construida con un estilo narrativo de corte tradicional y directo, donde el protagonista, un sastrecillo que ha matado a siete moscas de un plumazo, se enrola en una aventura de superación personal. Capaz de pasar con astucia las pruebas que ante él se presentan y salir como triunfador, es un personaje con el que cualquier pequeño lector se puede identificar. Pero lo mejor viene cuando a ella se le unen las ilustraciones del matrimonio formado por los rusos Olga Dugina y Andrej Dugin. 


Con un estilo muy personal que también podemos encontrar en Las plumas del dragón, crean universos que logran desbordar la narración. Mientras que la ambientación tiene lugar a caballo de la pintura flamenca y la renacentista (para mi gusto Patinir, Da Vinci y Botticelli tienen mucha influencia en los paisajes que crean esa atmósfera misteriosa), la mayor parte de sus sugerentes detalles beben de la fantasía inventiva de El Bosco, así como de un surrealismo más contemporáneo (fíjense en los huevos que aparecen sobre los tejados de las cabañas, ¿acaso no les recuerdan a Dalí?) que se observa en la descontextualización de objetos y la hibridación como génesis de un mundo imposible donde armaduras o instrumentos musicales pueden ser excusas para novedosas quimeras. Animales sobredimensionados como el prehistórico celacanto, un jabalí gigante o el mítico unicornio y su apéndice kilométrico, contrastan con elefantes diminutos para poner en alerta al observador para buscar nuevas digresiones e irrealidades.



Uno de los detalles que más me gustan de este libro, es el guiño que hacen a Pieter Brueghel El viejo y su obra La torre de Babel en la página izquierda de la escena donde que el protagonista atrapa al unicornio. Mientras que la torre aparece desdibujada entre la niebla de un segundo plano, el pintor aparece retratado en la esquina inferior izquierda acompañado de un enano espectador. El hecho de que el lienzo nos muestre su trasera es una forma de interaccionar con la curiosidad del lector, ¿es fortuito o acaso nos está pintando a nosotros, los verdaderos héroes? Habrá que preguntárselo a ellos.




2 comentarios:

Miguel de Luis dijo...

Me ha sido difícil leer tu texto, abrumado por las fantásticas ilustraciones :)

miriabad dijo...

Espectaculares las ilustraciones.
El mundo es de los valientes, aunque sea brevemente. ;-)
Nosotros estos días pensamos mucho en el cuento del traje del emperador. Nos parece que tiene mucho que decir del ahoraay siempre. ¿Alguna exición chula?