martes, 16 de febrero de 2021

Un mundo complicado


¡Qué complicado es el mundo! Si aquí tenemos bicho para rato, en otras partes del mundo están con lo suyo. Fíjense en el golpe de estado perpetrado en Birmania (también conocida como República de la Unión de Myanmar). Con el general Min Aung Hlaing a la cabeza, el ejército ha encarcelado a Aung San Suu Kyi, la ganadora de las últimas elecciones en la República de Myanmar con un posible caso de fraude electoral en principio, y en segundo término con el pretexto de haber utilizado equipos de comunicación ilegales. Si esto fuera cierto, no podría tomar posesión del cargo pues en ese país no se puede ejercer si cuentas una condena penal.


Los hechos son estos, ahora vienen los intríngulis. Birmania es un país muy convulso políticamente hablando (colonialismo inglés, conflictos armados y estados militares mediante), tiene una situación geográfica estratégica (sudeste asiático) y una población es muy heterogénea (más de un centenar de grupos étnicos y religiosos que ejercen su poder en diferentes regiones). Como verán, gestionar este panorama debe ser bastante complicado, algo que en parte explica la ausencia democrática en dicho país.


Si todo esto fuera poco, hay que añadir una serie de condicionantes… China está en el meollo y mete mojá en el asunto, no sólo porque le interesa desestabilizar al país vecino, sino porque tiene interés en joder a la India y Bangladesh, directos competidores industriales. De hecho, el apagón digital y la censura de las redes sociales, recuerdan bastante a las prácticas del régimen chino (no van a permitir que las empresas occidentales dirijan al ciudadano oriental). Por otro lado tenemos a Japón y Estados Unidos, potencias mundiales que apoyan a la candidata electa (desde hace mucho tiempo… no se olviden que fue Premio Nobel de la Paz en los 90…) y frenar así la expansión de China hacia el Índico.
Como verán todo es más lioso de lo que parece y poner un poco de orden en este tumulto no será fácil, sobre todo por la desestabilización que supone la gran división social de países donde cunde el hambre y la miseria. Es que, cuando todo el mundo pierde los papeles y no sabe lo que echarse a la boca, imperan el caos y el desconcierto.


Y hablando de estasis llego a Los gusanos comen cacahuetes, un álbum de Élisa Géhin editado hace un tiempo por TakaTuka y que recupero en este día para hablarles de sinsentido y equilibrio. Los gusanos comen cacahuetes, los pájaros comen gusanos y los gatos comen pájaros. Pero un día, de repente, a cierto gusano se le tuerce el carro y decide comerse un gato. La cosa se va de madre y el lío es monumental. Nadie sabe cuál es su papel dentro de la cadena alimenticia y nada tiene ni pies ni cabeza.
Con un ejercicio gráfico muy potente basado en el negro y los tres colores primarios, las formas planas y las líneas básicas, la autora nos habla en unas imágenes que recuerdan a los patrones repetitivos de la estampación tradicional, sobre las relaciones que se establecen en la naturaleza, de la posición que cada uno ocupa en cualquier sistema y de lo necesarias que son las concesiones para alcanzar un equilibro que no siempre contenta a todos.


Esperemos que no queramos imponer nuestra ley en cada conflicto y que al final, todo se solucione de un modo pacífico, que cuando las cosas se sale de quicio, los perjuicios siempre nos superan y caemos todavía más en el vacío.

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