jueves, 11 de febrero de 2021

Inspiración científica y femenina

 

Cada vez que la señora de Pablo Iglesias (¿No creen que una mujer que vive a la sombra de su marido dice muy poco de sí misma?) abre el pico, la caga. Y no es para menos, pues esta aspirante a ministra no sabe ni lo que dice. Está tan ensimismada, que entra en bucle a cada minuto que pasa. Hoy le ha dado por vendernos la moto de que en España las mujeres no tienen las mismas oportunidades que los hombres a la hora de hacer ciencia. Y yo me he quedado picueto, pues hasta donde tenía entendido, los tiros no iban por ahí.


Luego ha llegado la Majo y, estadística en mano, me ha constatado que nuestro país es uno de los que más científicas tiene en plantilla. En 2019, el porcentaje de mujeres españolas dedicadas al ámbito científico y tecnológico superaba el 50%, es decir, hay más biólogas, matemáticas, químicas e ingenieras, que homónimos masculinos. Una tasa equiparable a la de países como Polonia, Suecia, Noruega y Dinamarca (en azul oscuro en este documento gráfico que les adjunto). 


Entonces, ¿qué nos está contando una señora cuyo único mérito es ejercer de consorte de un macho alfa? Por si esto no fuera poco, hace un par de años España estaba considerado el quinto país del mundo para nacer mujer y, casualmente, desde que ella juega a política hemos descendido en dicho ranking. 


Alucino con este tipo de mensajes que, masticados y digeridos por centros de la mujer, “agentes de igualdad” y otros (des)informantes subvencionados por los poderes del buenismo, se está instalando en nuestra sociedad. Una pre-verdad que ahonda en la división y no en el encuentro, que partiendo de una superioridad más que dudosa, intenta adoctrinar a los votantes en esa dicotomía obsoleta que tanto gusta a cizañeros y charlatanes.


Vergüenza me da como persona ligada a la ciencia, escuchar semejante ristra de patrañas que hacen un flaco favor a todas mis compañeras universitarias que, con mucha cabeza, trabajo y constancia, han sabido ganarse su puesto en hospitales, centros de investigación y empresas del ramo sin tener que echar mano del victimismo más obsceno o la discriminación positiva que plantean estos papanatas mesiánicos. 
Necesitamos mayores presupuestos e inversiones en ciencia para quienes quieran currar en el ámbito científico con un poco de dignidad, y no demagogias baratas que solo ponen de manifiesto el malgasto que todos nuestros gobernantes hacen del erario público en propaganda inerte que solo les enriquece a ellos.


Dejando a un lado todas estas sandeces (que si no me avinagro), hoy les traigo la biografía ilustrada que Patrick McDonnell dedicó hace unos años a Jane Goodall y que tituló Yo, Jane. Un álbum editado en nuestro país por Océano Travesía y que se adentra en los primeros años de esta antropóloga de bandera que tanto hizo por nuestros primos hermanos los primates.
Junto a su mono, ella sueña con ser otra Jane, la de Tarzán. Andar saltando de liana en liana, viviendo en la selva con la sola compañía de los animales y entendiendo una naturaleza enriquecedora y generosa. Con una economía del lenguaje que tanto hace por la construcción el discurso, McDonnell hace un ejercicio exquisito sobre el reflejo de una infancia marcada por pequeños momentos desde los que proyectar un futuro prometedor.
Ojalá todos los mensajes fueran como este y avanzáramos.


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