Con esto de cerrar los bares, los centros de salud y las grandes superficies, la gente no sabe dónde acudir ni qué hacer. Los tres pilares del ocio colectivo del siglo XXI se han esfumado y más de uno va a sufrir un telele. Y claro, con tal de no aguantar al yerno, a los críos o a la parienta, ¿dónde se han lanzado? Pues al campo, que es gratis y mu' bueno. Caminata tras caminata se depuran los higadillos, se oxigena el pellejo, cogemos colorcete y los bronquios aprenden qué es el aire fresco.
Lo mejor de todo viene cuando te encuentras a algún conocido que, aparte de recordarte que el tipo de mascarilla que llevas no es el adecuado para una buena protección (ojalá a más de uno le diera un pasmo con su FFP2 en plena naturaleza y sin un alma rondando en kilómetros a la redonda), te comenta lo dichoso que le ha hecho saber que en el campo hay pájaros trinando. De traca.
Sinceramente, la vida moderna nos está alienando, afectando seriamente al cerebro. Nos ha vuelto completamente subnormales… Sí, caris, los pájaros cantan, las higueras dan higos, los almendros, almendras, los conejos viven en sus madrigueras, el musgo señala el norte, las plantas heladas brotan de nuevo, el madroño y el algarrobo conservan sus hojas todo el año, el romero florece en invierno, el hielo resbala y la nieve se congela. Welcome to the party!
Y no es que me haya levantado especialmente irónico en este lunes ventoso, solo les hago partícipes de algunas de las respuestas que he tenido que dar a más de un incauto en estos días de vorágine campestre. Cuestiones que no constituyen parte de mi formación científica, sino de la mera observación. Que la naturaleza enseña con sólo mirarla, mentecatos. Así que déjense de tanta contemplación y tomen nota.
Para que empiecen a practicar la curiosidad, les dejo con Una piedra inmóvil, el álbum de Brendan Wenzel que publicará Océano Travesía los próximos meses y que me ha dejado maravillado. No es de extrañar, pues este hombre tiene gran facilidad para ayudarnos a observar el mundo que nos rodea desde diferentes perspectivas, algo que ya nos dejó claro con El gato Mateo va de paseo, un álbum excelente que pasó muy desapercibido en nuestro país (el título que le propinaron no le hizo favor alguno…).
En esta ocasión, Wenzel centra la mirada en una piedra y todo lo que acontece a su alrededor. Toda una corte de seres vivos desarrollan sus quehaceres en torno a ella y conforme pasamos las páginas empezamos a comprender que ese objeto que en principio es totalmente inerte, rebosa dinamismo por los cuatro costados, siendo testigo de los cambios que sufre el ecosistema que se transforma a su alrededor.
Con una prosa poética que realza esta serie de ilustraciones, el autor hila una narración disyuntiva que, además de contemplar la naturaleza como mero espectador, también interpela al lector en un recorrido introspectivo para consigo mismo, de manera que se adhiera al escenario y forme parte de él.
Recursos como las viñetas, juegos de perspectivas, contenidos de no ficción (zoología y ecología), unas guardas que son canela fina (¿Saben qué es eso que cubre la roca de la guarda posterior?) y todo tipo de planos, se unen con una técnica mixta muy particular en pro de un libro muy agradable, potente y delicado.
3 comentarios:
Dan muchas ganes de leerlo. Así que va directo a la lista de álbumes apra comprar.
Y cuanta razón en tu refelxión sobre la vida moderna. Que viva la naturaleza!
¡Hola Marc! Es un buen álbum ilustrado. Muy poético y bien estructurado. ¡A ver si te gusta! Y de la vida moderna no sigamos hablando que me enciendo... XD ¡Un abrazo!
¡Seguro que sí! Tendré que esperar un poco ya que en España no se publica hasta el 1 de abril :) De momento me conformo con las preciosas ilustraciones que has colgado en el post. Ya te comentaré. Un abrazo!
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