jueves, 28 de enero de 2021

Contemplar el horizonte


Ya nos están avisando de que queda poco. El futuro se aproxima y ya nada lo detendrá. Vaciaremos los hospitales y llenaremos los bares, las salas de conciertos y los teatros. Bullirán las avenidas, los centros comerciales, las playas y los aeropuertos. Y sobre todo, pondremos cara a la euforia del siglo XXI. Lo anuncian por todos lados: el principio de la vida se acerca (en el caso de que mantengamos el puesto de trabajo y un poco de poder adquisitivo, claro).
O al menos, eso quieren hacernos pensar… ¿Por qué? Vete tú a saber lo que tienen en mente o en sus agendas, el caso es que les interesa lanzar una serie de arengas (cada cosa por su nombre) que me producen, tanto miedo, como urticaria. Fíate tú de los líderes mesiánicos.


No se equivoquen, desde tiempos inmemoriales los poderosos engalanan los relatos, sobre todo si estos cojean (véase el caso), para alimentar a las masas hastiadas. Condecorar a los héroes, henchirnos de orgullo, alabar el sacrificio de la tropa y honrar a las víctimas… Lo peor de todo es que muchos los creen. Porque quieren, porque lo necesitan.
Cada vez que escucho consignas como estas, me dan ganas de emular a Campodetenis, el egipcio de Asterix legionario, y dedicarles un sonoro ¡Tururú! Y no porque no crea que se le pondrá coto a la pandemia, sino porque ese cariz épico (además de empalagoso) sólo vale para tildar de cierto efectismo los telediarios, las películas de romanos y las series fantásticas, que al fin y al cabo, es lo que nos va: la ficción.


“El fin de la guerra está cerca” me dicen. “Será el de la vuestra” contesto. Porque yo miro al día cada mañana. No me hacen falta las pandemias para enfrentarme al tiempo, pues cada hoja del almanaque es una afrenta. Cada día tiene un alba y una puesta. Dichosos aquellos que las encaran y contemplan. Y al que se parapete tras lo que otros decidan, mi más sinceras condolencias.


El caso es que me producen cierta lástima. Encerrados en sus casas, esperando el toque de corneta. Asomados a ventanas desde las que sólo puedes ver coche-calle-coche… Por eso y mucho más aquí les traigo un poco de alivio, pues
Horizonte, un librito maravilloso de Carolina Celas publicado estos días por La Topera Editorial es un bálsamo para el aislamiento.
Como su propio nombre indica, Horizonte, es un álbum que se centra en esa línea que se dibuja a lo lejos (bueno, quizá también cerca que hay horizontes muy figurados). Explícito sobre el mar, oculto tras las montañas, patente o difuso, real o ficticio. El horizonte se abre camino en este libro optimista sobre las perspectivas y el futuro, sobre la necesidad de buscar y la satisfacción de encontrar.


Centrada en una línea que se dibuja en mitad de cada ilustración, esta narración poética e intimista nos propone un diálogo introspectivo conforme vamos alargando esa recta horizontal. Pasamos las páginas y contemplamos un eje que adopta muchos semblantes, como transita en el tiempo y el espacio. Colores vibrantes y formas orgánicas se disponen en la arquitectura de cada escena donde un personaje protagonista sirve de nexo de unión entre lector y escenario, que nos acompaña en este viaje reflexivo.
Y si llega el día que mirando hacia dentro son capaces de ver lo de fuera, acuérdense de este libro y piérdanse en la sencillez del horizonte.

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