lunes, 10 de junio de 2024

Depresión y esperanza


Generalmente asociamos las depresiones a momentos duros de la vida. Situaciones estresantes o traumas son asumidos como causas tradicionales de este trastorno mental caracterizado por un bajo estado anímico en el que la tristeza y los vaivenes comportamentales son sus principales síntomas.
Si bien es cierto que en muchos casos esto sucede así, estudios más recientes también apuntan a factores genéticos, biológicos y sociales. Y no es de extrañar, pues siempre hemos constatado que las mujeres o los miembros de la misma familia se han visto abocados a esta patología. Sin embargo, lo más peliagudo del asunto llega con el desarrollo de las sociedades posmodernas.
Divorcios, familias monoparentales, hijos descontrolados, compromisos laborales, avances médicos y tecnológicos, redes sociales… Nuestras vidas han dado un vuelco de trescientos sesenta grados y la brújula ha salido loca buscando el norte. Aspiraciones, deseos y frustraciones se nutren de una amalgama conceptual que nada tiene que ver con esa de antaño en la que todo era más lineal y fácil. El ser humano es el mismo, pero su forma de ver la realidad ha quedado distorsionada por una serie de teclas mucho más incontrolables.
¿Qué podemos hacer ante eso? Poner orden, mucho orden. ¿Cómo? Entender lo que sucede a nuestro alrededor es una tarea casi imposible, así que lo más fácil es tener claro el camino, priorizar, actuar con determinación y, sobre todo, hacer lo que más nos plazca. Está comprobado que bregar con la ingente cantidad de posibilidades que nos ofrece este sistema, es poco productivo y embrolla la vida más todavía.


Y tomando la directa, llego a uno de los álbumes más exquisitos de esta primavera gracias al buen hacer de la editorial Galimatazo. Bucear en verano, de Sara Stridsberg y Sara Lundberg, es uno de esos álbumes complejos que exploran lo intrincado de las relaciones humanas desde una perspectiva infantil muy sugerente. Colores vibrantes, personajes muy potentes y una narración en primera persona articulan una idea tan hermosa como extraña donde la familia, la amistad y los trastornos mentales son el hilo conductor.


El padre de Zoe se ha marchado y el tiempo trascurre hasta que ella y su madre van a visitarlo al psiquiátrico. Su padre no tiene ganas de vivir. Durante una partida de ajedrez conoce a Sabina, una mujer que padece un tipo de esquizofrenia. Un día, su padre les comunica que no quiere más visitas, pero Zoe, desoyendo sus palabras continua yendo a aquel lugar y entabla amistad con Sabina. Es verano y quiere cruzar el océano Pacífico a nado, así que juntas comienzan a entrenar…


Todo en este libro es cautivador, desde el texto a las ilustraciones. Aguadas que recuerdan al agua marina, un collar de perlas azules con gran simbología, guiños a ¿Escher?, a ¿Jimmy Liao?, una alternancia de planos que imprime acción y una portada sublime (es imposible no caer rendido a esas dos miradas) son algunos de los recursos narrativos que enriquecen una historia cruda pero llena de esperanza.

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