A mis alumnos de 3º de la ESO les ha dado por emprender. Mientras unos se dedican a comprar ropa de imitación en China y venderla a bajo coste entre los colegas, otros crean contenido para redes sociales, diseñan páginas web para pequeñas empresas, se lanzan al mundo del unboxing, prueban con el dropshipping, ofrecen servicios de cuidado de mascotas o reparten productos a domicilio.
A los que no tengan hijos, esta realidad les puede resultar incluso inverosímil, pero les diré que en breve y como en otros países del entorno europeo, veremos cómo los televisores y las plataformas de contenido se llenan de anuncios sobre cuentas de banco dirigidas a los todavía niños, invitándoles no solo al ahorro, sino a que comiencen a desarrollar sus habilidades como inversores. "Tomorrow begins today", rezaba una cortinilla del banco británico NatWest. Toda una declaración de intenciones dirigida a críos
No sé qué pensarán ustedes al respecto, pero a mí me da en qué pensar. Para bien y para mal… Por un lado pienso que es una buena oportunidad para que unos chiquillos cada vez más pedigüeños y embebidos en el poder del dinero aprendan a administrar sus finanzas, fomentar sus posibilidades y poner en valor sus ideas dándoles forma de negocio. Resumiendo: si no puedes con el capitalismo, únete a él.
Por otro, pienso que acelera el ingreso en la vida adulta (nos centramos en la sexualización temprana, pero esto tiene miga), ahonda en las diferencias de clase entre niños y jóvenes y apuesta por una vida utilitaria en vez de un recorrido experimental en el que sopesar diferentes opciones. Hay que coger con pinzas lemas como “Quien no se gana unas pelillas es porque no quiere” ya pueden ser muy peligrosos para las generaciones venideras.
Y con esta perorata sobre economía infantojuvenil, llego a Pérez, el nuevo título del siempre inspirador Andrea Antinori que ha sido publicado en nuestro país por la editorial Kókinos.
En este álbum, el autor italiano nos cuenta la historia del archiconocido Ratoncito Pérez con una vuelta de tuerca muy crítica y chistosa. Para el que no lo sepa, es un personaje fantástico del mundo hispanohablante que, durante la noche, se lleva los dientes de leche que acaban de perder los niños a cambio de una moneda. ¿Pero qué hace este ratón con los miles de dientes que recoge de debajo de las almohadas? Pues Antinori nos lo va a explicar utilizando su gracejo habitual.
El diente como materia prima (joyería, escultura o arquitectura), un banco de dientes, bacterias, gérmenes y una pastelería que marca el inicio y el final se articulan a la perfección en un ejemplo de economía circular que se enmarca en una historia de ficción muy diferente a la que Luis Coloma escribió para Alfonso XIII.
Ilustraciones que juegan con los lápices y los rotuladores, elementos propios del cómic, mucha fantasía y detalles que animan al juego y la búsqueda, enriquecen un álbum que, al tiempo que nos divierte, nos invita a reflexionar sobre la turbidez de ciertas finanzas desde una mirada de inocente apariencia. Lo mejor de todo es que, como el que no quiere la cosa, nos ayuda a tomar decisiones sobre nuestra salud dental.
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