jueves, 8 de mayo de 2025

Filosofía animal


La filosofía está de moda. O eso quieren hacernos creer. Aunque las neuronas de muchas personas se fueron de vacaciones y nunca regresaron a esta dimensión, un reducido número de adultos está empeñado en hacerla salir a flote. No sé si saben muy bien lo que hacen, pues a más de uno eso de pensar le ha costado la salud y los cuartos, pero nunca está de más intentarlo por varias razones.


La primera es que la filosofía es una forma de explorar la verdad, ansía conocer el universo que nos rodea gracias al pensamiento crítico, uno que siempre es necesario. Si bien es cierto que muchos se meten en camisas de once varas dándole al coco, suele ayudar a analizar información, evaluarla y cuestionar muchas opiniones. En cierto modo te ofrece libertad ya que te aleja de esa manipulación que se ha convertido santo y seña de la posmodernidad.
En segundo lugar hay que hablar de su relación con las disciplinas científicas y humanísticas. Matemáticas, ciencias experimentales, ciencias naturales, arte o historia. Todas se alimentan de un germen filosófico en el que metafísica, lógica, estética o política tienen mucho que decirnos. Así, entender mínimamente las bases filosóficas, nos aproxima mejor a diferentes campos del conocimiento.


Por último, los que piensan, los que pensamos (a veces me gusta incluirme en esta categoría a pesar de mis reiterados errores) nos adaptamos mejor a las situaciones que nos rodean y nos manejamos mejor ante la adversidad, algo que nos sitúa en cierta posición de privilegio, pues sabemos el poder que tenemos sobre aquellos que hacen las cosas al tuntún, gente ignorante que no sabe dónde tiene la mano izquierda u otros seres vivos que no poseen esta capacidad.


Seguramente, Dipacho ha seguido un camino menos analítico para dar vida a sus Preguntas animales, un libro que acaba de publicar Apila, la editorial maña que va un poco por libre (afortunadamente), y que se interna en el mundo del interrogante.
¿Hay animales manchados o manchas en los animales? ¿Se puede ser entomólogo de insectos inventados? ¿Es un boceto de animal un animal de verdad? ¿En dónde se puede hacer avistamiento de animales invisibles? Más de cien preguntas como estas nos presenta el autor colombiano gracias a un zoológico con una estética muy chocante.


Así, en cada doble página, aparece un buen puñado de cuestiones referidas a un grupo de imágenes que, de un modo u otro, recuerdan a las formas del reino animal realizadas con técnicas y estilos muy variados.
Manchas desdibujadas, quimeras digitales o garabatos sinuosos recrean aves, insectos o roedores que nos invitan a darle al coco mientras pasamos las páginas gracias a un juego de perspectiva estética que me ha sugerido cierto dilema en lo que a híbridos de ficción y no ficción se refiere (¿Un álbum que no plantea respuestas puede ser un álbum informativo? ¿Cualquier respuesta infundada sirve como respuesta en un universo no ficcional?).
Sea como fuere yo continuaré filosofando sin demasiado fuste y a golpe de imaginación, que bien vale un mundo, el de Dipacho o el mío.

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