martes, 21 de octubre de 2008

Árboles rojos


Decidí marcharme. La vida empezaba a pesar mucho, tanto que era imposible cargar con ella. Planeé una huida rápida, sencilla, como el truco de un prestidigitador. Quería desaparecer al doblar cualquier esquina. Mientras esperaba mi turno en el dentista, revisé uno a uno los destinos que me ofrecía aquel catálogo de viajes. Me quedé embobada con las azuladas aguas caribeñas. Una voz me bajó de aquella nube donde estaba absorta. La hora del empaste.
Al día siguiente le pedí a la señora Ira que regase mis macetas y recogiese el correo. Era una danesa jubilada, judía y con más años que un bancal. Lo mejor de ella era su silencio. Cuando alguien es feliz nunca dice nada. La envidiaba. No hacía falta que le dijese donde me iba, sabía perfectamente que, cuando alguien preguntase por mí, lo encantaría de tal forma con su sonrisa y ese té de roca que sólo ella sabía preparar que, al instante, el visitante se olvidaría de mí.
Tomé el avión. No pude pegar ojo. Llegué a La Habana hecha un trapo. Monté en un Cadillac con cara de pocos amigos. Salí con una sonrisa y un hibisco prendido en el ojal. La nieta del conductor me enseñó a descubrir el son de mis labios. Me recomendaron una pensión modesta cerca del malecón. Subí las escaleras tras los pasos de la dueña, una octogenaria unida a un turbante verde menta y a un habano más grande que ella. Qué malas pulgas tenía…, ¡y qué graciosa…! Abrí la maleta sobre la cama, descorrí las cortinas y, con el sabor del mar, empecé a deshacer el equipaje. Siempre llevaba sus fotos conmigo. Él con su cigarro en los labios... Mi pequeño antes de que se lo llevase la enfermedad... La vida se teje y desteje en un instante.

* * *
Dos semanas recordando, son suficientes para un alma. Así que regresé con el mismo equipaje y una semilla. La planté en un dedal. Esa pequeña cigarrera cubana que me la regaló, me advirtió que aquella diáspora no era como el resto. Me dijo que de ella germinaría un árbol rojo.
- ¿Rojo?
- Sí, rojo como las penas de tu alma, encarnado como el fuego de tus pasiones, encendido como la rabia de tu tristeza, y rojo como la penumbra de tu soledad. También será rojo como tus pesares y escarlata como la sombra de la oscuridad. Rojo, únicamente rojo.- Respondió.
Y hoy contemplo el pequeño tiesto de acero donde planté esa simiente, esperando que germine de un momento a otro. Y la riego todos los días con el correr de mis lágrimas.



Ilustraciones: Tan, Shaun. 2006. El árbol rojo. Barbara Fiore: Cádiz.

lunes, 20 de octubre de 2008

La clase obrera


¿Quién me mandará adelantar los temas que voy a tratar en este lugar? Todo me pasa por esta lengua mía, vivaz y madrugadora… Así que nada, como lo prometido es deuda, hoy trataré la prosa de Steinbeck, que no es poco...
Todo empezó el otro día, corriendo. Salí a trotar con un amigo aficionado a la maratón (ese sí que corre y no yo). Este amigo mío, pureta en ciernes y proletario -aunque él se empeñe en lo contrario-, me pidió consejo sobre lectura; estaba algo decepcionado con los libros leídos últimamente y necesitaba dar un giro a sus inclinaciones literarias (bien comerciales, por cierto).
Odio que me pidan consejo, más que nada porque uno no sabe si acertará con la sugerencia..., esto de la lectura es un acto íntimo e inmiscuirse en el pudor de otros no es muy aconsejable: te puede salir el tiro por la culata.


Aprovechando que esa misma tarde había acudido a la biblioteca a husmear un poco, y que mis ojos se habían topado con la “STE” de la CDU, pensé que cualquier obra de John Steinbeck podía ser del agrado de mi amigo. Como La perla es un libro que se aleja algo del universo obrero (que no de la miseria) que impregna gran parte de la obra del autor, y que Las uvas de la ira es una lectura mucho más “adulta” y el susodicho podría desistir fácilmente, me decidí por De ratones y hombres, una novela no muy extensa, realista, de tintes dramáticos, algo entrañable y bastante dura.


Siempre he pensado que la prosa de Steinbeck en De ratones y hombres es una buena manera de enlazar con la literatura de calidad, sobre todo cuando se trata de lectores juveniles, algo que se puede deber a varias razones.
En primer lugar tiene un gran trasfondo social y nos hace vislumbrar las injusticias y desgracias sin mucho aderezo, algo que siempre conecta con el yo adolescente, uno que se siente en desventaja. 
Por otro lado, Steinbeck nos cuenta la historia de Lennie y George, dos jornaleros errantes por la California de la Gran Depresión americana, una suerte de parias que, como los jóvenes de cualquier época, se encuentran desamparados ante un mundo que no les presta las mínima atención. Los dos protagonistas están muy bien construidos y representan arquetipos de esa dualidad extrema que todos exhibimos en ciertas ocasiones, favoreciendo que el lector pueda identificarse perfectamente con cualquiera de ellos.
Por último hay que subrayar un lenguaje bastante popular en el que abundan tacos y expresiones malsonantes que en más de una ocasión le han valido la censura (ya saben, el puritanismo) pero que conectan especialmente bien con este tipo de público. 


Es así como el adolescente, uno que desarrolla el pensamiento crítico y comienza a tomar consciencia de ese mundo del que forma parte (Nota: según muchos psicólogos porque a un servidor, esta cuestión le resbala. Todos estamos aquí hasta que se demuestre lo contrario) es capaz de detectar voces próximas a la suya mientras el atajo de desgraciados que construyen la historia le interpelan.  
Y no es para menos pues la humanidad de Candy, Curley, su esposa y el resto de personajes, infieren en el lector la necesidad de meditar en las motivaciones de los hombre, sus miedos, anhelos y frustraciones. 
Si ello unimos las connotaciones políticas, la rebeldía o no ante el sistema, la visión de los desfavorecidos, el simbolismo animales-hombres, un paisaje asfixiante aunque liberador o la dualidad capitalismo-socialismo, este librito podría dar para horas de debate.


Todas estas capas y muchas más, son las que ha sabido desarrollar de manera exquisita Rébecca Dautremer en el trabajo que recoge la edición ilustrada de la obra del genio norteamericano. Un trabajo muy personal que ha sido publicado por Edelvives en su deliciosa colección Contempla y que amplifica notablemente la lectura de este libro.
Y es que la Dautremer aporta mucho a esta narración gracias a sus estudiadas composiciones, los planos cinematográficos, los guiños publicitarios, las referencias a la cartelería -sigo viendo a Tolouse Lautrec en muchos de sus trabajos-, las reproducciones de fotografías antiguas, o el uso de la iconografía popular, en este caso la estadounidense (aparecen desde Mickey Mouse hasta Hollywood).




No obstante, también hay lugar para nuevos recursos que van desde la ilustración seriada más propia de la novela gráfica (de hecho esta edición podría tomarse como tal), hasta el surrealismo (me encanta la escena de Lennie sentado en una alubia gigante, dice muchísimo), pasando por el realismo paisajístico, la multiplicidad de técnicas usadas (plumilla, ceras...), el cómic, o prestar atención a los detalles en cada escenario donde se desarrolla la acción. 



Sin duda, lo que más me entusiasman son las ilustraciones que acompañan a escenas donde el protagonismo de Lennie es patente. Infantiles, caóticas, monstruosas, provocadores, crueles, abruptas... No sabría muy bien como describirlas, pero el caso es que me fascinan y me turban.


En definitiva, un trabajo excepcional que agranda y enriquece más todavía este librito que suele ser lectura obligatoria en las aulas estadounidenses para que los jóvenes vayan internándose en la literatura adulta y de paso, en la vida, una en la que es necesario rayar un horizonte propio, sin concesiones.


viernes, 17 de octubre de 2008

África


A África

Estoy intentando meter en vereda a la grasa sobrante de mi abdomen, es decir, he comenzado la operación “sex-symbol”, que por otro lado no creáis que no cuesta… Y es que tanta cerveza, tanta tapa grasienta y tanto bar, no perdonan. La cuestión es el estilo de vida, que no nos deja vivir… A ver si llega de una vez la crisis económica (y es que no llega, créame: todas las tardes contemplo anonadado el bullir de los comercios y el tembleque que sufren las tarjetas de crédito) y nos deja bien escuálidos, que nos lo merecemos después de tanto derrochar en este capitalismo que nos engulle. Eso sí, todo vale mientras nos reduzca la ingesta calórica, porque muchos no estamos por la labor de pasar hambre… Y hablando de hambre: lo que es una verdadera desgracia son los millones de muertes por inanición que sufrirá Africa estos años, continente que, como siempre, pagará el pato para que muchos sigamos dándonos caprichos… Esto es de otra galaxia… Pero hasta el domingo, que televisan la versión cinematográfica de El jardinero fiel, novela de John Le Carré, aparquemos África… ¡Pero qué coño! Basta de aparcar lo que no queremos ver, lo que no queremos leer…Hoy, por mi parte, África será la protagonista de este espacio… Lástima que ningún niño pueda leer estas palabras, lástima que ninguno tenga Internet, tampoco un ordenador, que no sepa mi idioma, que no pueda comprar ninguno de los libros que sugiero día tras día, lástima… También es triste que un niño no sepa leer… pero pese a esto, lo más triste de todo es que no pueda vivir.
A esos niños, a los que mueren porque yo pueda escribir estas palabras, van dedicados los colores de África.

Obiols, Anna. 2002. Africa y los colores. Barcelona: Beascoa. Il. de Subi. Col. ISBN: 84-448-1649-8.

jueves, 16 de octubre de 2008

Palabras...


¡Ya era hora de que le llegase el turno a este libro! Creo que muchos se alegrarán, la verdad sea dicha. No sólo por ser este de los pocos post en los que obvio la parrafada sobre la vida y sus cosicas que suelo encasquetar a modo de introducción, sino porque el título de hoy merece una buena dosis de atención.


Siempre he creído en los beneficios de la lengua, no sólo en los de la ternera estofada que encandila a mi padre (hay una fábula de la vida de Esopo que os recomiendo… Esopo y las lenguas…), sino en los que derivan del lenguaje. 
En la lengua tenemos fonemas, también morfemas, ciertos lexemas y otras estulticias, o por lo menos, eso nos parece a los mortales casi analfabetos… (Permítanme atacar a traición… ¡Cuánto me hizo sufrir la “Lengua Castellana” del C.O.U.!), pero lo verdaderamente importante –dejémonos de tontunas- es la palabra. 


Siempre he creído estar enamorado de las palabras, de las imágenes que se forman en mi cerebro mientras las pronuncio, las pienso, las comparto o las callo. Esa asociación de ideas es lo que verdaderamente nos hace diferentes (o por lo menos, lo intentamos, ya que empiezo a pensar que algunos/as están a millones de años de comportarse como verdaderos primates, y si no, vean la tele, hay un buen muestrario de negación evolutiva…). 
Por hacer otra afirmación categórica -cosa por la que pierdo el sentido-, diré que vivo gracias a las palabras, sin ellas, mi mundo estaría vacío. Vacío de emociones, sentimientos, frenesí, ritmo, colorido y melodía. Si no lo cree así, le propongo un juego: asocie cada una de las siguientes palabras con un momento de su vida, cualquiera que sea será bienvenido, ¡Ahí voy!:

Carta
Adiós
Beso
Canción
Tren
Mar
Balón



¡Ups! Al final me he vuelto a liar! A lo que voy. El de hoy, Chispas y cascabeles, del matrimonio formado por Ann y Paul Rand (Editorial Barbara Fiore), es un álbum que trata precisamente de eso, de palabras de todo tipo.
Acompañadas por las geniales ilustraciones de Peretz Rosenbaum (así se llamaba este hijo de carnicero judío ortodoxo hasta que años más tarde se lo cambiara para evitar el antisemitismo), creador entre otras de las imágenes corporativas de empresas como IBM, Westinghouse, American Broadcasting Company o USSB, nos incitan a desbordar líneas y colores para formar nuevas imágenes.  
Palabras sugerentes e inspiradoras que Ann Rand hila en una narración a caballo entre la rima y la entonación que, sobre todo, defiende una suerte de juego que, bebiendo de las fuentes primarias del aprendizaje lingüístico, aporta nuevas ideas que divierten y enseñan a partes iguales. 
Un clásico que la casa editorial granadina publica por primera vez en nuestra lengua en un enorme esfuerzo por no dejar atrás ni un ápice de la frescura que ha caracterizado a este libro. No se lo pierdan, porque desde que fue publicado en 1957, ha llegado incluso a inspirar hasta una representación teatral…, ¿Verdad Luz?



miércoles, 15 de octubre de 2008

De oralidad


Una vez oí que los docentes mejor valorados por los alumnos son aquellos que respetan el orden, son apasionados, tienen la amabilidad como máxime y acostumbran a ser serios en su labor. Además de estas cuatro cualidades, yo añadiría una más: ser narradores competentes. Aunque el ámbito docente ha cambiado sustancialmente, sobre todo en lo que se refiere a las nuevas técnicas de enseñanza, lo que está claro es que la voz sigue siendo el arma más eficaz para llegar a todos los rincones del aula. El docente sigue utilizando sus cuerdas vocales, la oralidad, para transmitir al alumno aquellos conceptos y procesos que debe aprender por ley (por si algunos no lo saben, hasta la ley nos dicta qué tenemos que enseñar…). Desde mis años como alumno, hasta estos días de docente, siempre he pensado que un maestro puede ser alto o bajo, con bigote y sin él, parlanchín o adusto, pero el único lujo que no se puede permitir es el de ser un narrador incompetente…, esto no quiere decir que no los haya, sino todo lo contrario: malos narradores dentro del gremio de la enseñanza, los hay a espuertas.


Por otro lado, cierto es que la capacidad de saber narrar es casi un don, con el que se nace, con el que se muere, pero también es de cajón que nadie nacemos sabiendo de todo y que la formación es una buena solución. Así que, desde aquí, hacer un llamamiento a todo el mundo docente. Compañeros, aprendan a enamorar oídos, a crear universos sobre las cortinas invisibles del aire, a tender puentes entre la imaginación de nuestros alumnos y nuestras palabras de viva voz. Maestros, hemos de trabajar para domar el circo de los sonidos, luchar por encandilar las caras de los que no nos quieren escuchar. Narremos, aunque haya poco que contar. Narremos para enseñar.
Y para empezar este ejercicio, les recomiendo a Mandana Sadat y su Del otro lado del árbol (Fondo de Cultura Económica), un buen ejemplo de que las palabras inventan mundos, de que con ellas podemos cambiar los pensamientos, los miedos, los corazones.


martes, 14 de octubre de 2008

Adiós...


Hace poco tiempo que sé del fallecimiento de Ana Pelegrín. Estudiosa de la narración oral en sus más variadas vertientes, Ana Pelegrín, fue una incansable defensora de esta tradición oral, verdadero pilar sobre el que descansa la Literatura moderna, y más concretamente la Literatura Infantil, que viajó por varios países de habla hispana para compilar cuentos, retahílas, poemas, versos, canciones y otros juegos verbales, que complementaran y cimentaran la tradición lingüística tan valiosa que reside en la memoria colectiva de los hablantes. Tras este brevísimo obituario, sólo me queda darle las gracias. Para ello, dos poemas elegidos por la propia Ana para la antología poética Raíz de amor (Alfaguara):

ESTO ES AMOR…
Desmayarse, atreverse, estar furioso,
áspero, tierno, liberal, esquivo,
alentado, mortal, difunto, vivo,
leal, traidor, cobarde y animoso;
No hallar fuera del bien centro y reposo,
mostrarse alegre, triste, humilde, altivo,
enojado, valiente, fugitivo,
satisfecho, ofendido, receloso;
Huir el rostro al claro desengaño,
beber vino por licor suave,
olvidar el provecho, amar el daño;
Creer que un cielo en un infierno cabe,
dar la vida y el alma a un desengaño;
esto es amor: quién lo probó lo sabe.
Lope de Vega
ELEGÍA
La niña rosa, sentada.
Sobre su falda
como una flor,
abierto, un atlas.
¡Cómo la miraba yo
viajar desde mi balcón!
Su dedo –blanco velero-
desde las Islas Canarias
iba a morir al Mar Negro.
¡Cómo la miraba yo
morir, desde mi balcón!
La niña –rosa sentada-.
Sobre su falda,
como una flor,
cerrado, un atlas.
Por el mar de la tarde
van las nubes llorando
un archipiélago de sangre.

Rafael Alberti

lunes, 13 de octubre de 2008

Quimeras y Grúfalos


El mundo está lleno de bellas quimeras, aunque también es cierto que muchos prefieren lo auténtico, lo único. Yo amo las dos cosas, prueba inequívoca de que no soy extremista. Hoy, como siempre, gusta lo novedoso, eso está claro, pero cuando la novedad es una mera chanza de la casualidad y la batidora, como que se pierde ese encanto... Y es que, créame, hay poco nuevo en este mundo. Está inventado casi todo, así que, o eres una genialidad creativa, o a lo único que te puedes agarrar es a la copia de licuadora, es decir, agarrar cuatro conceptos clásicos, agregar unas gotas de tu esencia y ponerlo a batir… No te preocupes, ya saldrá algo y, si sabes venderlo, podrás vivir de ello una temporada. Así funciona el asunto. Lo cierto es que, para crear, hace falta pensar, y no crea que sólo durante un cuarto de hora, no, hace falta pensar un poco más, quizá meses, quizá años…, en definitiva, pensar, que no es poco.
La Literatura Infantil está repleto de estas quimeras, bien de sucedáneos de obras de renombre, bien secuelas de éxitos editoriales o, lo más llamativo, de personajes quiméricos. Estos personajes, verdadera herencia de la mitología (griega, romana o escandinava, entre otras), siguen siendo un buen reclamo para el público de escasa edad. Tienen un no-sé-qué que hipnotiza, que acapara atenciones.
La “última” de estas quimeras es El Grúfalo (de Julia Donalson y Axel Scheffler, editorial MacMillan) y…. ¡¡¿¿Cómo??!! ¡¡¿¿No sabes qué es un grúfalo??!!...


Un grúfalo es un grúfalo.
No me digas que no lo has visto.
Tiene unos horrorosos colmillos,
unas garras como puntas de cuchillos
y unos dientes terribles y amarillos.
[…]
Tiene bultos en las rodillas, pobre infeliz;
los dedos del pie desparramados, como una raíz,
y una verruga muy venenosa
en la punta de la nariz.
[…]
Sus ojos son grandes como dos naranjas;
su lengua es negra y muy alargada,
y tiene el lomo lleno de espinas moradas.

viernes, 10 de octubre de 2008

Besos y más besos: Antonia Rodenas y Else Holmehund Minarik



Cuando era niño odiaba los besos. Eso de que te hiciesen carantoñas como si fueses una pepona no estaba hecho para mí. Además, si tu ración de besos se limitaba a cuatro viejas cansinas que eran capaces de besar hasta a un mono, pues mejor no recibir muchos besos de manera tan gratuita. Lo peor es que no podías decirlo, si no, había que agarrarse a los machos para no salir volando de algún bofetón. Es lo que tienen los niños: han de parecer contentos, si no, malo… Menos mal que cuando llegas a la adolescencia, los besos son de otro tipo: mucho más jugosos, delicados y ardientes. No te saben a momia rancia, sino a menta fresca y canela. Besos, besos y más besos, hasta que uno le va encontrando el gusto. Aún así, besos hay de muchas clases… Los hay largos, también cortos, tenemos los besos tímidos y los más efusivos. Los hay con lengua y sin ella. Los hay cálidos y fríos, con sabor a fresa y a cenicero (estos últimos deberían estar prohibidos). Encontramos besos furtivos, también sinceros y, muchas veces, besos hipócritas. Los podemos clasificar en alegres, asépticos o tristes; besos para saludar o también para despedir. En fin: besos, muchos besos.


Y hablando de besos, hoy recomiendo dos títulos, uno clásico y otro más novedoso, separados entre sí veinte años. Primero, el relativamente nuevo… Un puñado de besos, de Antonia Rodenas y con ilustraciones de Carme Solé Vendrell, cuenta los acontecimientos diarios de un colegio y del poder reparador que tienen los besos. De cómo César nota un calorcito suave en su cara y deja de llorar. También nos cuenta de los besos de Alicia, Alfredo y Nicolás. Pero los mejores de todos son los de Kati, ¿sabes por qué? Léelo y lo sabrás…


La segunda propuesta cariñosa de hoy es Un beso para osito, de Else Holmehund Minarik con ilustraciones de Maurice Sendak. Me gusta este librito porque hace tiempo ideé con sus besos un juego de presentación, que explico a continuación: reunía en un corro a los alumnos (sean de la edad que sean) y leía el libro (léalo, por favor). Tras la lectura les decía que tenía un beso guardado en mis labios, un beso bonito, caluroso, como un día de verano, y que este beso buscaba a la persona que estaba sentada a mi derecha, pero que el camino que únicamente podía seguir este beso era el de la izquierda, así que: Soy Román y tengo un beso para Charo, ¡Muak! Beso al canto… Soy Beatriz, Román me ha dado un beso para Charo ¡Muak! Otro beso hacia la izquierda… Soy Pedro, Beatriz me ha dado un beso que le ha dado Román para Charo ¡Muak!... Soy Alejandro, y Pedro me ha dado un beso que Beatriz le ha dado porque Román se lo envía a Charo ¡Muak!... Así, beso tras beso, nombre tras nombre y risa tras risa, nos conocíamos todos.Así que, bese, es una suerte poder hacerlo (y que le dejen…).

Reediciones


En ciertos momentos, tengo la sensación de que, muchos editores y editoriales, siguen este blog a diario. No sé si esto será bueno o malo para el sector librero/bibliotecario. Aunque por soñar, que no quede…, je, je, je. Qué iluso soy al pensar que el mundo editorial está al tanto de mis deseos literarios, ¡cómo si no tuviese cosa mejor que hacer!... Aunque deberían hacerlo, la verdad, en vez de dedicarse a sacar al mercado espuertas y espuertas de títulos infumables, bien les valdría recuperar obras antiguas avaladas por la crítica y los lectores. También se podrían preocupar un poco a la hora de escoger las novedades, ya que, excepto unos pocos títulos, el resto son insalvables de la quema… bueno…, seamos más condescendientes, también es cierto que todos tenemos derecho a vivir y a leer, que lectores hay de todo tipo y condición.
Todo esto, a colación de la reedición de El maravilloso viaje de Nils Holgersson a través de Suecia, una de mis novelas favoritas, en la editorial Anaya (con un tamaño de letra delicioso, nada que ver con la edición de Orbis que tengo). Siempre me ha sorprendido la historia de cómo Selma Lagerlöf creó esta obra maestra de la Literatura Infantil, quizá sea el motivo para que un servidor la considere como tal. Selma Lagerlöf, afamada escritora en lengua sueca, recibió como encargo por parte del estado, escribir una novela que sirviese a los escolares de este país, para conocer, además de la geografía de Suecia, las tradiciones, la fauna y flora del territorio, la realidad económica y los aspectos sociales más relevantes. Lagerlöf, después del éxito recibido, explicó que, para crear los personajes, se basó en El libro de la selva de Rudyard Kipling, por ello, existen ciertos paralelismos entre los personajes que acompañan a Nils en su viaje, el Mogwli nórdico protagonista de esta historia, con los creados por Kipling en su narración selvática. El símil más palpable es entre la fantástica Okka de Kebnekajse y Baggera, la inolvidable pantera de las tierras vírgenes, dos mentores, dos maestros, para dos personajes que comienzan su desarrollo emocional y se internan en el periplo iniciático de sus vidas.
Sabed que soy Okka. El pato que vuela a mi derecha es Yksi y el que vuela a mi izquierda es Kaksi. El segundo de la derecha se llama Kolmey, el de la izquierda es Neljä. Tras ellos vuelan Visii de los montes de Ovik y Kiisi de Sjangel. Sabedlo: todos ellos, lo mismo que los seis que les siguen, tres a la derecha y tres a la izquierda, son patos de las altas montañas y de la mejor familia. No se nos vaya a tomar por vagabundos que aceptan cualquier compañía, y convenceos de que no compartiremos nuestro lecho con aquel que no quiera decirnos de qué familia desciende.

jueves, 9 de octubre de 2008

Otoñales



Adoro el otoño. Siempre y cuando llegue, claro está, porque hay años que esta estación transicional ni la catamos. Me gusta alejarme del bochorno estival, de las terrazas atestadas de clientela, de los turistas, de la sequedad ambiental. Será porque soy un hombre de intermedios, por mucho que algunos me tachen de extremista. Y es que el viento fresco, las cortinas de lluvia, los tenues rayos de sol y las tardes breves, barren el paso del tiempo, limpian los minutos pasados y preparan al mundo para lo nuevo, lo venidero. Eso son las hojas caídas, alfombras por las que camina el tiempo. Y para honrarlas, dos poemas de Antonio García Teijeiro, extraídos de su Volando por las palabras:

Mi árbol tenía
sus ramas de oro.
Un viento envidioso
robó mi tesoro.
Hoy no tiene ramas.
Hoy no tiene sueños
mi árbol callado,
mi árbol pequeño.

Antonio García Teijeiro

Ayer el viento decía,
alegre, palabras de agua.
¡Que frescor en sus decires
y que altos sobre los mares
los sones de su garganta!
Antonio García Teijeiro

miércoles, 8 de octubre de 2008

Nipones



La semana pasada, sorteando las estanterías de cierta librería que visito con asiduidad, me di de bruces con una novela de última hornada. Además de estar editada con decoro, me llamó la atención su título… Un grito de amor desde el centro del mundo. De un tal Kyoichi Katayama, recordaba la contraportada que había sido la novela más vendida de todos los tiempos en Japón. La verdad es que el argumento, aunque simplista, promete: dos adolescentes se enamoran en sus años de instituto… el resto, habría que leerlo.
Algo aturdido con el “merchandising” editorial, y recién llegado a casa, encendí el ordenador y me puse manos a la obra. Eché mano de los consejos de ciertas bitácoras literarias en la red y descubrí que, hace bastantes años, otra obra de autora japonesa obtuvo la misma acogida... Hisako Matsubara, con su Samurai, también arrancó muchas lágrimas, así que, en ello estoy, deseando que sus palabras asurquen mis mejillas.



Tengo un afecto especial por la cultura nipona, no sé porqué pero me fascinan los kimonos orlados de seda, los bonsáis, las teteras de barro negro, los cerezos en flor. Me asombra el gusto japonés por la estética, su elegancia, ese comportamiento estudiado, casi robótico.
Pero si hay algún autor nipón que destaque en el mundo de la Literatura Infantil y me tenga encandilado, ese es Mitsumasa Anno. Aunque hace años era imposible encontrar en cualquier librería algún ejemplar de su obra cumbre, El viaje de Anno (1977), unos libritos de los que Juventud editó los cuatro primeros tomos allá por los 80-90, ya podemos leer de nuevo algunos estos títulos gracias a la editorial Kalandraka que acaba de reeditarlos. Por el momento lleva cuatro, Los viajes. Europa (2021), Los viajes. Italia (2022) y Los viajes. Japón (2023), Los viajes. Gran Bretaña (2024) que esperamos que supongan la antesala de los volúmenes restantes.



Si tienen a bien visitar las secciones de Literatura Infantil de las bibliotecas públicas y seguir así el camino trazado por el misterioso viajero que protagoniza estos periplos a lo largo y ancho del orbe terrestre, darán buena cuenta de su valor. Como el propio autor comentó en alguna entrevista, su necesidad de conocer el mundo fue tan grande durante una infancia entre montañas, que cuando empezó a tener algo de dinero empezó a visitar el mundo.


De esta manera Mitsumasa Anno es capaz de trasladarnos a todos esos lugares gracias a unas ilustraciones, de estilo miniaturista y repletas de detalles. Aunque el primer volumen no está dedicado a un país concreto, surgió de los viajes que realizó el autor durante 1963 a Escandinavia, Alemania e Inglaterra, e incluso se observa cierto deje a la campiña francesa. A este primero le siguieron viajes monotemáticos a Italia (1979), Gran Bretaña (1982), Estados Unidos de Norteamérica (1983), España (2003), Dinamarca (2005), un volumen que fue planeado para celebrar el centenario de H. C. Andersen y que está lleno de referencias a sus cuentos), Japón (2013) y China (2016).



En estos libros sin palabras -una decisión del propio autor que buscaba enfatizar la sensación de extrañeza y desconocimiento de cualquier viajero- observamos paisajes y monumentos de cada país descritos con todo lujo de detalles, profesiones olvidadas e indumentarias regionales, costumbres, festejos y otras referencias culturales se agolpan en unas ilustraciones coloristas y vibrantes. Obras de arte, actores de cine, personajes literarios, científicos, políticos nos saludan desde sus páginas desde una descontextualización que sorprende y alegra a cualquier visitante.



Si bien es cierto que en el primer volumen de la edición en Juventud, se incluyó un apéndice que daba pistas sobre los elementos que había ido representando en cada doble página para facilitar la comprensión del lector, el resto no lo incluían, quizá para hacer todavía mayor ese leit motiv del viaje como búsqueda incesante de experiencias personales.
Por el contrario, las ediciones actuales de Kalandraka incluyen esos apéndices en todos y cada uno de los volúmenes, lo que hace más enriquecedora su lectura y permite descubrir detalles que no están al alcance de muchos lectores, por ejemplo aquellos que no hayan visitado esos confines o no estén muy puestos en materia de arquitectura. Es más, los apéndices son diferentes entre las ediciones antigua y nueva del primer tomo, e incluso hay alguna nota del traductor que incorpora nuevas referencias.
Yo sólo les puedo decir que me encantan y espero que ustedes se hagan con ellos lo antes posible, al paso que les invito a bucear por el resto de la obra del genio nipón en ESTE ENLACE.

martes, 7 de octubre de 2008

Abuelas y abuelos





Creo que en alguna ocasión ya he hablado en este espacio de mi abuela materna, todo un fenómeno, teniendo en cuenta que, a sus ochenta y tres años, está más lozana que algunos de mis alumnos de quince… ¿Caería de pequeña en alguna marmita de poción mágica? o ¿será descendiente directa de Obelix? Inexplicable de todos modos, lo uno o lo otro. La cuestión es que ella sigue viva y coleando. A veces pienso que la supervivencia a una guerra es más eficaz para combatir a la muerte (o a la vida) que cualquier otra medicina. Tremenda paradoja esta, la ligazón de la guerra a la inmortalidad…, aun así, la tremenda es mi abuela, que manda huevos… Si es que no hay quien la mate siguiendo esa dieta macrobiótica compuesta de tortilla de calabacín, gazpachos manchegos con espinacas, sopa de ajo, hervido o potaje. ¡Con tantos anti-oxidantes no hay quién pueda! Entre eso y la gimnasia del club de jubilados, acabará por enterrarnos a todos…
Lejos de estas bromas, siempre recuerdo a mi abuela (¡Felicidades Abuela! El sábado fue tu santo…) cantándonos las retahílas que volvían loca a mi hermana. Para contentarla, si era necesario, era capaz de cantarlas más de cien veces…, sobre todo esa de “Tía Moñina…”
Hace un rato he terminado de leer Querida abuela… Tu Susi, de Christine Nöstlinger, y he de decir que me ha parecido chispeante, humorística, radiante, muy alegre y sencilla. No me extraña que vaya por la vigésima octava edición…, o quizá debería decir: ¡Menos mal que va por la vigésima octava edición!
La figura de la abuela o del abuelo es muy utilizada en la Literatura Infantil. Por lo general, la mayor parte de los abuelos son entrañables para sus nietos, muchas veces hasta cómplices, casi compañeros. Lo curioso resulta cuando, en la Literatura Infantil orientada hacia grupos de edad creciente, la figura del abuelo se troca en la de padre, y más tarde en la de los amigos, verdaderos compañeros en las novelas juveniles.Y si usted es abuelo, y le apetece leerles o contarles historias de abuelos, le sugiero Mejillas rojas (Heinz Janisch y Aljoscha Blau) y El libro del verano (Tove Jansson).

lunes, 6 de octubre de 2008

La caída del poderoso


Nada es eterno, se lo digo yo que de eso sé algo. Ni la vida, ni el trabajo, ni la cola del paro -tan de moda en estos días- y mucho menos los precios, acostumbrados al sube y baja del IPC. Qué no decir del color de las paredes, nuestras camisetas favoritas o los seres a los que queremos. Si ni el amor el eterno, ¿por qué muchos creen que gobernarán para siempre? La necedad, en algunos, la podemos considerar como una virtud: dichosos ellos, tan necios y tan felices… Incluso los más apoltronados en esos butacones de poli-piel, son levantados el día menos pensado. ¡Cuán efímero es el poder!… Y que yo lo vea.
No hay nada que me dé más satisfacción que ver derrocado a un tirano, y no sólo me refiero a los personajes de alto linaje, no, a los que más gusto da ver caer es a ese atajo de mamones que viven a costa de dar cera a chupa-sangres de baja estofa, única forma de ascender en la escala social hoy día… Y ya ves de lo que sirve, para morirse. Igual me da, que me da lo mismo. Así que, para hincharse a queso frito y lomo de orza, no hace falta pasar la lengua por esfínteres desagradecidos, más vale que se gaste uno la guita, que además de evitar el contagio de parásitos intestinales, se alimenta la dignidad y se digiere mejor, tanto el “ajo mataero”, como el amor propio.
Menos mal que, en esto de la literatura infantil, al pasar desapercibidos, los autores se permiten ciertas licencias y nos regalan diminutas perlas que brillan hasta en la oscuridad perpetua. Es el caso de Grégorie Solotareff, al que tengo que agradecerle, de manera personal, su gran contribución al mundo del libro-álbum con la obra Tú grande y yo pequeño (editorial Corimbo). Merci Grégorie. Por esa crítica al abuso del poder, al desdén de la clase política, y por la forma de evidenciar las curas de humildad a las que se expone todo aquel que aprovecha su status para erigirse a sí mismo como gobernante. Gracias también por recordarnos que la amistad y cariño verdaderos, pese al tiempo, obvian la posición social, las declinaciones políticas y hasta los actos indignos que muchos llevan a cabo mientras les cegaba el poder. Gracias.

viernes, 3 de octubre de 2008

De blogs, películas y espaguetis



Ayer me pasé parte de la mañana buscando la versión animada de un clásico, Los tres bandidos, de Tomi Ungerer (Editorial Kalandraka), y nada, en la red no hay más que pornografía… (¡Qué suerte tienen algunos!). Hace unos días lo pude ver en un blog ¿amigo?, el de Giraluna –ver apartado de enlaces- (NOTA: Querida compañera, estoy muy disgustado…, se suponía que la comunidad “blogera” dedicada a esto del mundo de la LIJ, debíamos ayudarnos, crear una utopía libre, donde compartiésemos y colaborásemos en “pro” de este género algo olvidado, pero, como sigo constatando cada vez que echo un vistazo a tu espacio, no me has incluido dentro de tus enlaces… De todas maneras, no soy rencoroso, siempre habrá un hueco para tu blog dentro del mío). Creo que esta versión cinematográfica de Los tres bandidos, es bastante antigua, pero si alguno de vosotros, queridos seguidores, la tiene en su poder, le ruego encarecidamente que me la remita, preferentemente en algún formato de video. Creo que puede ser una buena forma de ejemplificar en cierto curso de animación a la lectura que tenemos entre manos unas compañeras y el aquí presente… Espero que surta efecto esta llamada.
Para finalizar y ponerle un toque de humor a esta noticia de hoy, recomendar cierto título que descubrí hace cosa de un año y que vuelve loco a todos los niños de esta parte de la geosfera (hipérbole descriptiva): Strega Nona, del maestro Tomie De Paola, un verdadero monstruo que llega como nadie a los lectores más pequeños. Seguramente muchos no la conocerán, pero imagínese que metemos en una coctelera a una bruja muy lista, un joven despistado y poco ducho en artes mágicas, y un caldero lleno de espaguetis. Agite la mezcla y ahí lo tiene: delicioso.

jueves, 2 de octubre de 2008

Pennac, Verne y ciertos salvajes


Audi A4 gris metalizado. Autovía de Murcia. Dirección Murcia. Junio. Luna dorada, la más grande del año:
- Es uno de los derechos del lector, dice Pennac.
- ¿Conoces a Pennac? (Abriendo mucho los ojos).
- Sí, nena, sí. (Mueca desdeñosa y pícara). ¿Acaso los profesorcetes de francés os creéis los únicos con el pleno derecho de leer a Pennac? (Regresa la mueca, está vez trocada en risotada).
- Mira que sois cerdos los que leéis. (Mirada de soslayo).

Las tardes de estos días las he dedicado, o por lo menos una parte de ellas, a leer la última obra de Daniel Pennac, Mal de escuela, y aparte de poder discutir esa visión escolar desde la mirada de un zoquete que nos regala, me resta decir que esta novela sigue siendo más y más Pennac, cosa que no nos viene mal. Por no caer en la alabanza, advertirle a Daniel que, por favor, la próxima vez que hable de la Escuela y sus vicios, no obvie tanto al gremio político y sus chanzas, cada vez más insidioso y entrometido.
Tras leer a Pennac, se me han agitado las vísceras, y entre vaivenes de casquería, también se me ha despertado el alma de animador a la lectura que llevo conmigo, así que, pese a que el tiempo de docencia me limita en exceso a mi currículo, he decidido acogerme a no-sé-qué-enmienda-por-la-lectura-que-me-acabo-de-inventar y pasar entre 5-10 minutos de cada hora lectiva escuchando a mis discípulos leer en voz alta.
El experimento ha comenzado con el grupo de primer curso de bachillerato del siguiente modo: una vez leído El pozo del alma (Gustavo Martín Garzo), pequeño relato que ensalza la lectura como excelsa gimnasia del Homo sapiens, le he entregado a uno de mis alumnos un ejemplar de Viaje al centro de la Tierra, de Julio Verne, lectura en voz alta de este trimestre, al que se adjunta el listado impreso de los alumnos. Se le asignan cinco páginas al susodicho alumno, del que se espera que, tras leerlas cómodamente en su hogar, las lea para los demás al comienzo de la siguiente clase. Tras la lectura, el libro cambiará de manos, viajando así, gracias a todas las mochilas de mis alumnos, por todo el barrio y de paso, por todos ellos. Muchos preguntareis que por qué un único ejemplar, a lo que yo respondo que para compartir, no sólo la carga, sino las palabras. Al compartir el libro, se hace grupo, colaboramos en una tarea, en la tediosa tarea que parece leer un libro de doscientas y pico páginas, en compartir los mundos imaginados que otros han creado para que los disfrutemos. Y creo que hago bien.