martes, 29 de noviembre de 2011

Después de la guerra



Cuando oímos la palabra guerra, se suceden en nuestra mente imágenes de tanques, bombardeos y trincheras, de muertos, heridos y torturados, en definitiva, estampas del dolor más inmediato. Todo un alarde de paradójico salvajismo humano…
Sin embargo, la mayoría de nosotros obviamos la otra cara de la guerra, esa que protagonizan viejos, mujeres y niños, todos aquellos que no acuden a la primera línea de fuego y quedan marginados al plano de la miseria, la supervivencia y el abuso… Una lucha de otra calaña, nada que ver con la heroicidad que abarrota todos los frentes.
La guerra siempre la sufren los que se quedan esperando que llegue el final de los enfrentamientos para, con un suspiro, continuar la vida allí donde la interrumpieron (si es que pueden…).
A mi juicio, las obras literarias o de otra índole, léase cine o teatro, que abordan el peor espectáculo del mundo desde la perspectiva de la población civil, son mucho más enriquecedoras e impactantes que las que lo hacen desde el campo de batalla. El afán por sobrevivir al hambre, la fatiga, el frío, el rencor y la envidia, es un acto de entereza que demuestra una vez más que el hombre, no sólo es un animal cruel y fiero, sino digno y lleno de orgullo.
Por todas estas razones y en mi empeño por seguir presentándoles las novedades más reseñables de esta temporada, les traigo Camino de mi casa, un libro-álbum patrio de Ana Tortosa y Esperanza León (editorial Thule), en el que se habla (o al menos así lo he interpretado yo), de esas víctimas de los enfrentamientos bélicos, de esas almas en pena, que anhelan encontrar el camino que les devuelva a su vida, una vida que dejaron aparcada por el rumor lejano de las bombas.

miércoles, 23 de noviembre de 2011

De animales de compañía



Nos vamos haciendo viejos, cuestión que queda constatada por la cantidad de bodas, embarazos y bautizos que nos rodean. Será ley de vida esto de los altares, las mesas de parto y las pilas bautismales… ¡Ea!... Y a quién no le guste, que se compre un perro…
De perros, perras y otros mamíferos están llenas las tiendas de mascotas, lugares a los que peregrinan solteros de medio mundo para hacer más leve su soledad y de paso, esclavizarse hasta la pituitaria con las necesidades de bichos de toda índole. No es que me parezca mal…, pensándolo detenidamente, los niños te ladran a sabiendas y con malas intenciones, cosa que no sucede con los chuchos, las iguanas o las grajas. El mundo animal, aunque puede parecer de una complejidad pasmosa, no lo es tanto cuando convives a diario con él y terminas pensando que lo enrevesado se torna sorprendente.
Reconozco que los animales no son lo mío, pero admito que tener algo con vida girando en derredor, hace la estancia sobre esta tierra, esa sobre la que se depositan todo tipo de excrementos caninos, más llevadera y menos estática, con la pequeña aclaración de no comulgar con ese empeño de muchos dueños en tratar a sus mascotas como si de seres humanos se tratasen, ¡basta ya de correas de última generación, pret-a-porter animal y piensos de cinco tenedores!... Cobijo, comida, higiene, salud y cariño son las premisas básicas para mantener contento a su bicho de compañía, y si no me cree, lea los dos títulos de Janosch que la editorial El Jinete Azul ha sacado a la luz estos meses de hojas caídas y viento fresco.
Historia de Valek, el caballo y Valek y Jarosch tienen como protagonista a Valek, un equino con gran sensibilidad que, tras dejarse llevar por la pasión, descubre que detrás de un amo alegre y dicharachero, se encuentra la desdicha y la tristeza.

lunes, 21 de noviembre de 2011

Olvidos



A nuestra especie, por lo general, le es fácil olvidar… Eso sí, hay olvidos y olvidos… Nada es comparable a olvidarse del primer amor, de traer un hijo al mundo o de ver morir a un inocente… La puntualización viene cuando nos percatamos de que olvidarse de apagar el brasero, de echar la bonoloto, de felicitar a Mengano por su quincuagésimo cumpleaños o de acudir a las urnas en una jornada de elecciones -siéndoles sincero, decirles que, entre equipajes, limpieza y arreglos florales, se me olvido votar… esta loca cabeza… je, je, je-, puede repercutir sobremanera en nuestras vidas.
Dicen por ahí que el olvido es el padre de todos los males, pero claro está, en su justa medida… Unos piden que no se olvide todo lo malo que hicieron otros para, a la postre, olvidar la razón por la que llegaron al poder… Llamémoslo necedad, es lo suyo...
Yo defiendo por tanto, una pizca de olvido y otra de recuerdo que, a partes iguales aporten la suficiente claridad para discernir entre lo necesario y lo sectario una vez arribe la hora…, y si no, que al menos la vida nos insufle un buen soplo de ignorancia para que, aunque no olvidemos con la facilidad deseada, seamos felices sin comprender el mecanismo que genera nuestro movimiento, cosa que siempre sucede de manera voluntaria al alma mediterránea que políticos y ciudadanos engordamos en nuestra mundana mortaja.
Y con unos olvidos y otros, les dejo, como no podía ser de otra forma, con El guardián del olvido, un clásico muy laureado de Joan Manuel Gisbert y Alfonso Ruano, que, sin caer en ese olvido editorial que tan poco nos gusta a los lijeros, ha sido reeditado por SM durante este otoño de bulla y trajín, para que los ciudadanos nos concedamos un momento egoísta y desconectar así de tanta urna y voto.

miércoles, 16 de noviembre de 2011

De inofensivos que son fieros



Apunta el saber popular que “perro ladrador, poco mordedor”, aunque de algunos que ladran a todas horas no quiero oír ni mu, que no tengo los tímpanos a prueba de bombas nucleares esta mañana… Si al anterior dicho añadimos que “de las aguas mansas líbreme el Señor, que de las bravas ya me libro yo”, les doy suficientes pistas para averiguar que las puñaladas de hoy van dedicadas a los dóciles en vez de a los fieros -un servidor ha de tenerlos contentos a todos…, je, je, je-.
Odio con todas mis fuerzas a los que, con palabras dulces y buenas maneras, se ganan los favores de otros. Detesto a todos aquellos que, con tono dulce y falsas caricias, son capaces de ganar terreno a otros y salir adelante.
Esta claro que el mundo no es mundo desde que David Bisbal y Elena Tablada están a la gresca, pero déjenme advertirles de que esa sociedad que formamos todos, valora más lo sibilino y jabonoso, que lo serio y transparente... No tuerza el morro, querido lector, la vida cambia a pasos agigantados y más nos vale reconocer que esas buenas maneras que lo visten todo, ya no sólo forman parte de la política y los negocios, sino también de la cesta de la compra y las aulas.
Sí, sí… Yo por mi parte sigo prefiriendo lo evidente y claro, lo directo y sincero, a lo amalgamado y retorcido, a los abrazos cargados de intenciones y a las máscaras que todo distorsionan… Así me va: como el culo.
Y hablando de esos lobos que no muerden y de esos corderos con pellejo algodonoso e inofensivo, pero interior interesado y mezquino, aquí les dejo el libro Los tres lobitos y el cochino feroz (editorial Ekaré, 2009), con Eugene Trivizas a la pluma y Helen Oxenbury al pincel, que, basándose en el cuento clásico del siglo XVIII, Los tres cerditos y el lobo feroz, invierten los papeles de los personajes, modernizándolo así para estar más acorde con el mundo que antes he descrito. Aunque puede resultar extraño, el libro es gracioso y fresco, cosa que se agradece dada la cantidad de reediciones y tontadas que se están publicando últimamente. Evidentemente me ahorraré el decirles que me ha encantado. ¡La última palabra es suya!

martes, 15 de noviembre de 2011

De botones y pedradas







A esos nostálgicos que se liaban a pedradas en cualquier descampado.

- ¡Hombre, Alfonso! ¿Cómo te va?
- ¡Mira! ¡El Chino! ¡Qué elegante! ¡Con traje y todo!
- Ja, ja… Quién me ha visto y quién me ve, ¡¿eh?!
- Ni que lo digas… Acostumbrado a recordarte con la cara tiznada y las rodillas desolladas…
- Je, je… ¡Anda calla, que tu eras peor! ¡Llevabas de mugre en aquella gorra…!
- Ja, ja, ja… Como sólo tenía una, había que sacarle todo el partido…
- ¡Y de pocos golpes que no te habrá salvado, pájaro!
- Ja, ja, ja… Su función hacía, no creas que no… Ja, ja, ja
- ¿Te acuerdas cuando liábamos aquellas guerras en el solar del barrio?
- ¡Vaya! ¡La de veces que nos habremos zurrado allí! ¡Menudas guerras!
- Piedras, latas, palos… ¡Y hasta huesos de aceituna! ¡Todo lo que pillábamos a mano!
- Y al día siguiente llevábamos mercromina hasta en el ombligo… Ja, ja, ja.
- Manolo El Repeines siempre se llevaba la peor parte… ¡Qué pringao era!
- Ja, ja, ja… Si no le abrimos la cabeza cien veces no se la abrimos ninguna…
- Aquello sí era jugar…
- Pobre… Creo que ahora está en el paro…
- Ea…, la vida no cambia, sigue tan perra como siempre…

La guerra de los botones.
Louis Pergaud.
1993. Madrid: Anaya

miércoles, 9 de noviembre de 2011

Cuando caen las hojas...







De puro milagro ha llegado el otoño… Ya empezábamos a pensar que esa brisa norteña que de amarillo y grana cubre el campo, se había olvidado de estas latitudes en las que el sol se erige como dictador supremo.
El cielo plomizo con su lluvia, castañas y setas, paraguas y chubasqueros, la merendera, el azafrán, y ese aroma a guiso caldoso que rezuma de entre las ventanas de los vecinos, se agradece a manos llenas cuando el sopor del verano se hace insufrible durante tantos meses…
No son mis huesos los que piden humedad y frío, pero sí mi adormilado cerebro, ese que de vez en cuando redacta para ustedes las reseñas más simpares del panorama ciberespacial.
Reconozco que brotar durante octubre o noviembre es difícil para la mayor parte de las plantas, y a un mismo tiempo les digo que también lo es para mis palabras. De ahí que durante el comienzo de este curso, no preste tanta atención a libros y otros engendros literarios, aunque me mantengo a la espera de que las bajas temperaturas y el frescor de la niebla, revivan esa creatividad mía que tanto agradecen ustedes.
Por el momento y haciendo acopio del insomnio, les traigo un título pintado para la ocasión, Pedro y su roble, con texto de Claude Levert e ilustraciones (siempre exquisitas) de Carme Solé Vendrell. Reeditado por El Jinete Azul, este texto un tanto poético de los ochenta -aunque obtuvo el Premio Nacional de Ilustración en 1979-, no sólo presta atención al dispositivo cíclico de la vida a través de los árboles (recuerden que es uno de los temas generatrices en la LIJ de ayer, hoy y siempre, tan adecuado para la didáctica repetitiva de la Educación Infantil y Primaria), sino que derrama en un mismo espacio un torrente de emociones hacia la naturaleza, hacia el entorno, que puede ser utilizado para despertar en el lector un sentido conservacionista de lo que le rodea, idea muy en boga hoy día con tanta educación ambiental y tanto ecologismo de pacotilla… En definitiva: una buena opción para lucir en los expositores de novedades de un otoño tardío como el que vivimos.

jueves, 3 de noviembre de 2011

Leyendo para los demás



Aparte de antiimperialistas, somos tontos de capirote… Nos pasamos la vida quejándonos de que Foster’s Hollywood está acabando con la dieta mediterránea, de que si la Barbie ha hecho mucho daño a la industria juguetera de Ibi, o de que no sabemos hacer deporte sin que Reebok salga bien parada, para, al final, defender a capa y espada el que nuestros hijos se disfracen tomando como excusa esa fiesta pagana llamada “Halloween” y se diviertan en detrimento de esa otra llamada “Todos los Santos”, más propia y compungida… Y voy más allá: tanto nos hemos empeñado, que hasta en los centros educativos se ha convertido en imperiosa necesidad académica… ¡No nos queda que ver…!
En el instituto almadenense en el que trabajo y al hilo de estas celebraciones, programamos una actividad de lectura en voz alta. Un servidor sabía de antemano el rotundo fracaso que iba a cosechar…: cuando se reúnen treinta y tantos alumnos en torno a un libro y sin mucha organización, lo más probable que suceda es un revuelo de agarrarse los machos… Pese a ello, lo más llamativo no fue el resultado, sino que corroboré, una vez más, la poca práctica que tenemos los docentes en leer de viva voz cualquier texto. Por ello, y haciendo referencia a un pequeño curso de lectura en voz alta al que asistí en la Biblioteca Pública de Socovos (Albacete) con Darabuc a la batuta, enumeraré una serie de pautas que les serán de utilidad. ¡Ahí van!
- Elija un tamaño de letra adecuado. La luz y la butaca también son importantes. Siéntase cómodo mientras intenta llamar la atención de los demás con sus palabras, si no lo está, probablemente despertará otras sensaciones menos agradables…
- Familiarícese con el texto. Léalo de antemano: ha de conocer qué quiere transmitir a su público. Los textos que mejor se leen en voz alta son aquellos que hemos interiorizado previamente. Si leemos a primera vista, se hace patente el desinterés, actitud muy contraproducente cuando hablamos de animar a la lectura.
- Tras esa primera lectura, concédase un minuto para pensar en la temática del texto y el tono que debe utilizar: cómico, dramático, dulce, indiferente… Todos caben en su voz, sólo ha de elegir el más apropiado.
- Realice notas en esa lectura previa, en el papel: sobre la entonación, sobre las palabras clave, sobre la modulación del volumen, sobre las pausas que ha de hacer… Transforme el texto en una partitura: las palabras son sonidos, y los sonidos, música.
- Trabaje con su voz unos minutos. Realice unos pequeños ejercicios de relajación de la mandíbula, haga vibrar sus cuerdas vocales y utilice su cuerpo como la gran caja de resonancia que es. Su público se lo agradecerá y su garganta también.
- Ubíquese enfrente de su público. Jamás detrás o ladeado. Procure mantener una postura erguida, sin elevar demasiado el soporte de lectura. Si pone el libro delante de su cara o baja demasiado la cabeza, sus palabras se harán ininteligibles y la atención de los demás irá decreciendo.
- Respire adecuadamente. No tenga prisa. No se atropelle. ¡Fuera nervios! Si usted necesita tiempo para hacer su lectura con éxito, su público necesita tiempo para captar y procesar las palabras que escuchan.
- Intente no declamar. Deje el teatro a un lado. Leer en voz alta no consiste en realizar lecturas dramatizadas. El exceso de efusividad, superar la barrera de la naturalidad, le puede costar más de una risa.
- Gesticule sin miedo y sin excesos. Contacte visualmente con el público. La empatía es muy importante en la lectura.
- Por último, el mejor de los consejos: sea usted mismo. Leer en voz alta también es leer para uno mismo y por tanto, un acto íntimo, una propia interpretación de las palabras que quiere compartir con otros.

jueves, 20 de octubre de 2011

Cambiando de roles








Aviso para navegantes: Tras leer las palabras de hoy, muchos quedarán cariacontecidos, otros con visible enfado y algunos agradecidos, pero lejos de mi intención está el avivar la llamada “guerra de sexos”…

Tanto ha cambiado la vida en las últimas décadas, que nos resulta harto difícil saber qué papel desempeñamos en nuestro devenir… Jodienda al canto si tenemos en cuenta que todos tenemos que hacer lo que el resto de los humanos quiere que hagamos… ¡”Asín” no hay quién viva!
Los primeros en sufrir este problema son los niños que, entre tanta televisión, videojuego y tuenti, ¡ya no saben quienes son!… Se lo vocifero yo, que de púberes sé un poquito... Tendrían que ver a mis niñas, despojadas de todo decoro y amabilidad, auténticas pregoneras de la soez más baja, y esperpentos de los modelos femeninos de hoy día, a caballo entre La Esteban, Raquel Bollo y la madre de Aída Nízar… En cambio, los chicos, lelos y pavisosos hasta extremos insospechados, tienen menos arrojo que un avestruz y optan por hacer poca gala de su prestancia, pasando desapercibidos entre la marabunta de los pasillos…
Según cuenta el gremio de orientadores, no es más que un comportamiento transitorio, dado que el tiempo ubica a cada cual en el lugar que le otorgó la natura, volviendo los papeles a su sitio una vez abandonada la adolescencia, dejando que este mundo gire y gire como hasta hoy… Lo único que objeto a tanta receta psicopedagógica es que no me gustaría estar en el pellejo de algunos hombres que sufren las iras de sus malencaradas esposas con el rabo entre las piernas, o en el de algunas mujeres que piden a los hados noche tras noche porque corra la sangre en las venas de su marido... ¡Cómo han cambiado los tiempos!
Así que, como entre niños y niñas anda el juego, hoy les traigo dos alfabetos ilustrados muy especiales de la mano de Nikolaus Heidelbach y la editorial Libros del Zorro Rojo, ¿Qué hacen las niñas? y ¿Qué hacen los niños?, y que seguro Luis Daniel González los incluye en su listado de los mejores álbumes ilustrados del año en curso (no me apuesto el pescuezo por si lo pierdo… ja, ja, ja).

lunes, 17 de octubre de 2011

Narrativa criminal



Desde unos años a esta parte, sobre todo desde que despuntó en el universo editorial la trilogía Millenium arropada por toda la serie de desdichas sufridas por su autor (ya se sabe que la publicidad no es más que un mero celofán impregnado de vísceras y chismes), la novela negra se ha convertido en un género muy aplaudido, no sólo por la venerada crítica, sino por un público que, harto de prosa poética y novela histórica edulcorada, ha preferido toparse con una realidad más directa y veraz.
Aunque ha sido un género bastante denostado en el pasado (que se lo digan a los organizadores de la Semana Negra de Gijón), la novela negra se ha erigido, quizá debido a los cambios, sobre todo económicos, con los que se enfrenta Occidente desde hace unos años -no olvidemos que los avatares de la vida no son exclusivos del individuo, sino también del espectro social…-, en uno de los más leídos del panorama librero. Quizá sea ese batido de lenguaje directo y callejero, tramas esquivas, humor sórdido, oscuridad a bocajarro y escenarios diarios y reconocibles, lo que envuelve a este género de una naturaleza mortal que relata con proximidad lo acontecido al más cutre de los mortales, al mercachifle del barrio que planta cara al sindicato del crimen, para transmutarlo en un héroe de carne y hueso con pasado policíaco y los cojones del tamaño de una sandía.
Bien mirado y por alusión a Propp, no deja de ser el cuento de una cenicienta mugrienta que va en busca de la verdad, eso sí, con muchas ojeras, pestazo a cantina y cargada de mala virgen y armamento bélico, cosa que siempre da morbo y, por supuesto, empatía.
Para finalizar la noticia de hoy y para que luego no digan los profesores de lengua que jamás recomiendo títulos legibles por sus discípulos, aquí les recomiendo Cuentas pendientes, una obrita de Juan Madrid, autor en castellano que abandera el género patrio.
¡Hasta más ver… y leer!

miércoles, 5 de octubre de 2011

De huelgas de profesores...



Dado que algunos de mis compañeros han ejercido su derecho a huelga y los alumnos, solidarizándose con ellos más por perrería que por convicción, no han acudido a las aulas, me he podido permitir el lujo de meditar sobre la situación educativa actual que tanta polémica está originando.
Cada país tiene la Educación que se merece y éste, el nuestro, no es excepción alguna. Entendiendo por nación todas aquellas personas que viven en un territorio y a las que une un sentimiento y cultura comunes, diría que, es el ciudadano, no sólo votando, sino actuando como tal, quien decide el sistema educativo que desea. Seguramente al leer esto echarán balones fuera y se autoconvencerán de que siempre han apostado por una “Educación pública y de calidad” (¿quién acuño este término?, ¿acaso la Educación no es universal…?), pero déjenme advertirles que, muchos de ustedes, cultos y leídos, de viva voz, me han hecho llegar su enfado con el profesorado, con nuestro salario, con nuestras vacaciones e, incluso, con nuestra formación, resumiendo, con nuestros privilegios, para finalmente regalarnos todo tipo de improperios e, incluso, depositar sus esperanzas en la enseñanza privada, esa que no toca los cojones y regala calificaciones estratosféricas a sus malcriados hijos… Jamás me he comparado con nadie, realizo mi labor al margen de la envidia que envuelve a este país. Y me defiendo: Yo trato cada día de soportar la mala educación de los hijos de otros mientras ellos lamen culos de izquierdas o derechas, disfrutan de vermús que alcanzan las veinte mil pesetas de antes o están en manos de su amante, razones más que suficientes para merecer algo de respeto por parte de un país que terminará engullido por su propia necedad, por su propia ignorancia.
Les afirmo rotundamente una cosa: sacrificaría todos esos privilegios que según muchos tenemos los docentes en pro de recuperar la goma de butano, la regla de madera y el castigo físico. Lástima que no sea así y no se recupere la verdadera esencia que impregnaba la Escuela, esa que leí hace unos días en Mi planta de naranja lima, de José Mauro de Vasconcelos.

La escuela, la flor, la flor, la escuela…
Todo iba muy bien, cuando Godofredo entró en mi clase. Pidio permiso y fue a hablar con doña Cecília Paim. Sólo sé que señaló la flor en el florero. Después se marchó. Ella me miró con tristeza.
Cuando terminó la clase, me llamó.
-Quiero hablar contigo, Zezé. Espera un momento.
Se puso a meter las cosas en su bolsa y no acababa nunca. Se veía que no tenía ningunas ganas de hablarme y buscaba el valor entre ellas. Al final, se decidió.
-Godofredo me ha contado una cosa muy fea de ti, Zezé. ¿Es verdad?
Dije que sí con la cabeza.
-¿Lo de la flor? Pues sí, señora.
-¿Cómo lo haces?
-Me levanto más temprano y paso por el jardín de la casa de Serginho. Cuando el portal está solo entornado, entro deprisa y robo una flor, pero hay tantas, que sobran.
-Sí, pero eso no está bien. No debes hacer eso más. Eso no es un robo, pero es un “hurtito”.
-No, no lo es, doña Cecília. ¿No es el mundo de Dios? ¿No es Dios todo lo que hay en el mundo? Entonces las flores también son de Dios…
Se quedó pasmada con mi lógica.
-Sólo así podía hacerlo, señora maestra. Allí, en mi casa, no hay jardín. La flor cuesta dinero… y yo no quería que en la mesa de usted estuviera siempre el florero vacío.

martes, 27 de septiembre de 2011

La otra mirada





De sobra conocido, el veranillo de San Miguel, se antoja una buena época para membrillos y otros engendros… También el periodo ideal para que un servidor vuelva a la carga, no sea que sufran de varios jamacucos, debidos, en gran parte, al síndrome de abstinencia provocado por la desconexión literaria en la que les he sumido durante los pasados meses. Déjenme ser sincero (más todavía…) mientras les digo que no les he echado de menos. Nada, ni tan siquiera un ápice… Pero no se ofusquen, por favor… En vez de “desapego”, llámenlo “desconexión”.
Les podría comentar con todo lujo de detalles mis devaneos estivales, pero dispongo de poco tiempo para las noticias de este nuevo curso que empezamos (no me reprochen nada: descarguen su ira sobre el maestro armero, que el aquí firmante es un mandao…), por lo que iré directo al grano y les desgranaré una de mis lecturas playeras que, además, se ha revelado como novedad editorial recientemente.
No es lo mismo dedicarse a la escribanía que a la escritura, dos oficios estos con mucha solera. Aunque ser escriba esté más que obsoleto y prácticamente extinguido, se me antoja una profesión de mucho talento y concentración, no apta para la mayoría de mis alumnos, auténticos ineptos en cuanto a caligrafía se refiere. En la cultura oriental, el calígrafo, el que escribe, merece el reconocimiento ajeno, un trabajo introspectivo que, rebosando intimidad, busca el interior de uno mismo, mensaje que Herman Melville, en su obra Bartleby, el escribiente, lanza al lector. Alejándose de la intrincada creación de un personajes monumental, Melville se decanta en este relato por un protagonista que, ajeno a la realidad, puede servir como espejo -o espejismo- al espectador que, con cierta extrañeza, mira casi con piedad, a los ojos de esta especie de mártir anónimo, para llegar a la conclusión de cuán grande, cuán mezquina, es la naturaleza humana.
Decir que, pese a haber sido editada en incontables ocasiones, no creo que Bartleby sea una narración apta para adolescentes en ciernes ya que, bajo esta ligera apariencia, subyace una visión adulta: la otra mirada.

miércoles, 29 de junio de 2011

Hastaluego veraniego



Les rogaría que no me asestaran un merecido golpe por haber cerrado durante los pasados días esta ventana que nos comunica. Ríanse o tuerzan el morro, pero tengo decenas, cientos de excusas que darles… Exámenes por corregir, exámenes que sufrir, suspensos que asimilar, alumnos a los que calificar, cumpleaños que celebrar, fiestas de guardar, labores que no pueden esperar, incluso plantas para regar… ¿Me perdonan, verdad?... Je, je, je… ¡Pues vuélvanse a enfadar porque la de hoy es la ya clásica despedida que anticipa el verano! (que ojito cómo se las está gastando…).
Ya ando algo cansado, la frescura de las palabras no es la misma que durante el septiembre pasado, todo ha cambiado, como es lógico, y necesito ir a cualquier orilla, saltar muchas olas… ¡y leer algo que no comparta con ustedes!
Prometo que volveré, seguramente allá por septiembre, cuando el curso se ponga en marcha con nuevas ideas, continuaciones, pesquisas y, cómo no, libros.
Disfruten del estío, y si no, ya lo haré yo por ustedes.



Me gusta mucho nadar
con las gafas submarinas.
Cada pez es un amigo:
los hay chicos, también grandes,
y otros están escondidos.
Digo al ver las escorpinas:
¡vaya espinas!

No me pinchan los erizos
ni me asustan las herreras:
son un rebaño de plata
y se acercan marrulleras.
Peregrino
barbafino,
si los peces quieres ver,
¡mucho ojo!
En remojo
las barbas vas a meter.

Nado cerca de la playa
y descubro un lenguadito
que me mira de reojo
con un ojo.
Plano en la arena, estirado,
camuflado y rebozado,
me espía de medio lado.
Lenguado, lengua de palo,
si te vuelves a enterrar
nadie te podrá encontrar.

[…]



Olga Xirinacs
Chapuzones.
En: Marina y Caballito de mar.
Ilustraciones de Asun Balzola.
1998. Madrid: Anaya.

miércoles, 15 de junio de 2011

Llevar palabras al último rincón




Si el otro día auguraba cambios para otros, hoy notifico los que dentro de unos meses acontecerán en la vida de un servidor (eso me pasa por hablar…).
Como bien recoge nuestra carta magna, todo español, sea rico o pobre, de diestras o siniestras, tiene derecho a una educación (ya saben que hay varios tipos…), por lo que, allá donde vayan, aldeas invisibles, villas de rancio abolengo, pueblos chicos, capitales provincianas o gigantes urbes, encontrarán maestros dedicados a este menester: educar. Y así, el curso próximo –como mínimo- desempeñaré mi labor como docente en un pequeño pueblo minero llamado Almadén, por la mera razón de llenar cualquier rincón con palabras, con rimas, de sueños…



Educar es lo mismo
que poner un motor a una barca…
hay que medir, pensar, equilibrar…
… y poner todo en marcha.
Pero para eso,
uno tiene que llevar en el alma
un poco de marino…
un poco de pirata…
un poco de poeta…
y un kilo y medio de paciencia concentrada.

Pero es consolador soñar
mientras uno trabaja,
que ese barco, ese niño
irá muy lejos por el agua.
Soñar que ese navío
llevará nuestra carga de palabras
hacia puertos distantes, hacia islas lejanas.

Soñar que cuando un día
esté durmiendo nuestra propia barca,
en barcos nuevos seguirá
nuestra bandera enarbolada.



Gabriel Celaya.
Educar.
En: Vivir es fácil. Antología.
Selección de Felipe Juaristi.
Ilustraciones de Rebeca Luciani.
2011. Zaragoza: Edelvives.

lunes, 13 de junio de 2011

Elecciones anticipadas



Se anuncian vientos de cambio para el cercano noviembre o, al menos, eso se bisbisea entre pasillos y corredores, el mejor lugar para corrillos y confidencias... No es de extrañar tal decisión una vez examinados los resultados de algunos durante el presente curso político, y que sólo pueden terminar con un castigo inminente: la decapitación.
Sonará cruel y un pelín burlesco, pero hacerse desear y prorrogar situaciones agónicas y fuera de todo juicio, sólo acrecenta el egocentrismo y, de paso, la tasa de odio popular, para terminar a la postre como un condenado a muerte más, juzgado de antemano y sin perdón posible.


Reclinado sobre el suelo
con lenta amarga agonía,
pensando en el triste día
que pronto amanecerá,
en silencio gime el reo
y el fatal momento espera
en que el sol por vez postrera
en su frente lucirá.


[...]

José de Espronceda.
El reo de muerte.
En: A toda vela. Antología.
Selección de Ana María Navarrete Curbelo.
Ilustraciones de Miguel Tanco.
2007. Zaragoza: Edelvives.

viernes, 10 de junio de 2011

Tripas a todo color



No cabe duda de que hurgar es cosa de niños… Guiscarse la pituitaria hasta encontrar petróleo, fisgonear en el cabello en busca de piojos o manosearse como monos, son acciones propias de infantes con ganas de descubrir el mundo, buscar el porqué físico de las cosas, en definitiva, ejercer de joven investigador hasta que, de un manotazo o algún disgusto, desaparezcan las ganas. He aquí el leitmotiv de los libros de aprendizaje o conocimientos, unas veces muy útiles, otras para desechar en algún contenedor de reciclaje…
Hablando de estos libros les diré que, cuando no levantaba tres palmos del suelo, mis favoritos eran aquellos que, sin mucha literatura y dibujos detallistas, eran capaces de dilucidar el engranaje de un coche, el fuselaje de un avión, el interior de un castillo del medievo o la constitución del cuerpo humano, grandes trabajos de disección que se merecen mi admiración y respeto, no sólo por la calidad artística, sino por el grado de investigación que esto requiere.
De entre los muchos autores que cabría reseñarles podría citar el maravilloso trabajo de Stephen Biesty (siempre me ha encantado la labor de este forense del lápiz cuyos originales pude admirar con motivo de la exposición “El lápiz mágico”, desarrollada en el año 2004 por el British Council y Biblioteca Nacional), pero por citarles un buen libro que, de este modo es capaz de explicarle a un niño nacido entre asfalto y nubes de dióxido de carbono cómo se organiza clásicamente una antigua casa de campo (una pena que queden pocas de estas, ¡con lo felices que serían muchos descubriendo todos sus rincones…!), les recomiendo La granja, de Philippe Dumas, un libro-álbum reeditado por la editorial Corimbo (en un formato menor, todo sea dicho…) que acabará destrozado a base de relecturas, el mejor final para cualquier libro.

martes, 7 de junio de 2011

Exámenes, bibliotecas y sueños







Perdonen si se han sentido abandonados durante la pasada semana, pero un servidor es de esos que sufren los exámenes universitarios en silencio, dedicando los días previos a las pruebas, la mayor parte del tiempo libre a memorizar y comprender todo lo que no ha memorizado ni entendido a lo largo del cuatrimestre… Y pensarán indignados: “¡Parece mentira tratándose de un profesor…!” A lo que, a modo de respuesta, me ruborizaré como un quinceañero... C’est la vie…
Tras realizar una comparación introspectiva entre mis años de estudiante mozo y los que ahora vivo, les comento que algo ha cambiado en mis hábitos de estudio: prefiero el silencio de cualquier rincón, llámese aula vacía, sala de estar o banco en el parque, al rumor tumultuoso de las bibliotecas y las mal llamadas salas de estudio…Sí, otro capricho paradójico mío teniendo en cuenta que soy un defensor acérrimo de estos lugares donde viven los monstruos, eso no quita para opinar sobre el veto de entrada a escandalosos en exceso y marrulleros sin mesura…Sí, sí, sé de ese nuevo concepto de biblioteca, la biblioteca abierta, que abandona el hermetismo para que el ciudadano campe a sus anchas entre la cultura infinita, esa biblioteca que se toca, se escucha, e incluso se saborea. Que la biblioteca no es una cripta repleta de sarcófagos con momias dedicadas a la lectura, la morada del saber, lo sabemos ¿todos?, pero creo que ambas visiones pueden convivir bajo un clima de respeto y entendimiento, ¿o no?... Pensándolo bien, para preparar el próximo examen me acercaré a mi biblioteca favorita, estudiaré mientras los susurros de los demás me lo permitan y, cuando no sea así, dejaré caer mi cabeza sobre la mesa y soñaré con todos los mundos que encierran los libros que me rodean, quizá me encuentre con algún pez rojo que me guíe, que me descubra lo que nunca imaginé…

B.S.O.: Paulina. 2010. The lazy song. (Bruno Mars’ cover).

viernes, 27 de mayo de 2011

La mente en blanco





Los que de vez en cuando pensamos, en comparación con otros mortales, sufrimos más de la cuenta, cosa que no es de extrañar dada la pasividad que nos rodea, no sólo la física (aquí, en este país, ni queriendo -cosa rara- se ejercita el lomo), sino también la mental… ¡Y demos gracias a que las pasadas elecciones han puesto una nota de color a los telediarios…! ¡Que no es poco…!
Como les iba diciendo: esos que hacemos funcionar al engranaje cerebral, por si no tuviéramos poco con el día a día, nos enrolamos en todo tipo de campañas, bien sea la de la renta (les pongo sobre aviso de que este año la hacienda pública está demorándose más en soltar la manteca colorá… ¿por qué será…?), el aprendizaje de lenguas extranjeras o la siempre manida Universidad Nacional de Educación a Distancia, un clásico del eterno estudiante… ¿Y pa’ qué?... Pos pa’ na… A veces pienso en la felicidad inmensa de otros muchos que, dejando a un lado un buen puñado de preocupaciones, siguen durmiendo sobre algún guindo, cosa harto difícil para los que como yo, no paramos de devanarnos los sesos durante la mañana, la tarde y la noche, con afán de darle un sentido a nuestro deambular por la vida, ¿más agitada y estimulante? En absoluto… Así que, buscando una respuesta a tanto dilema existencial y echándose encima el estío (¡por fín!), he concluido en aparcar mi cuerpo debajo de alguna sombra y dejar mi mente en blanco en esta tarde de viernes, la mejor de las curas para todos los quehaceres que se avecinan.

Serrano, Lucía. En blanco. 2010. Madrid: Anaya. Colección "Sopa de cuentos".

martes, 24 de mayo de 2011

Erradicando la peste...







Seguramente esperaban una síntesis de todo lo acontecido durante los días pasados en los que los pseudodemócratas (¿alguien comprende el contenido panfletario de ciertos discursos a caballo entre la Segunda República y el comunismo?, ¿algún leído me lo explica?… soy algo estrecho de miras y, de paso, bastante analfabeto) salieron a la calle, en los que la jornada de reflexión se convirtió en un mercadillo de ropa de marcas falsificadas, en los que la libertad -esa que dan los bolsillos vacíos- opinó en las urnas…, pero no, hoy hablaré de la esperanza…
Muchos, de más, viven en un halo nostálgico, embebidos en un romanticismo rancio, como si de algo sirviese en un mundo rodante, mutable…, una cuestión que me hace pensar en sus mentes desesperanzadas. El hombre, siempre, ha de mirar atrás e intentar no cometer los errores que lo hicieron desgraciado, pero avivar consignas desmedidas, inventar nuevos gritos de guerra, con tal de vivir en el estulto panorama que nos acorrala durante los últimos años, me hace encoger de hombros y esbozar una mueca de extrañeza. Anquilosarse en una situación estática, inamovible, donde el progreso es una noria, mata la esperanza, el motor del corazón.
Quiero decir con esto que, lejos de inclinaciones políticas, signos y discursos demagógicos que soplan de un sitio u otro, es nuestra supervivencia el único valor que nos une, por lo que, sacrificando los intereses personales, hemos de obrar por un bien común, por entreabrir la ventana y dejar que los soplos de aire fresco erradiquen la peste que unas veces se extiende desde la derecha y otras, desde la izquierda.

miércoles, 18 de mayo de 2011

Imágenes y palabras





Preparen el bolígrafo que hoy me encuentro un tanto teórico…
Cuando uno aprende un idioma por primera vez, sea este el propio o uno extranjero, siempre se agradecen unas representaciones gráficas que hagan alusión a la palabra o expresión que se esté estudiando, de tal manera que el cerebro asocie una palabra con una imagen, de hecho, la mayor parte de los libros de texto utilizados cuando aprendemos francés, inglés o ruso, echan mano de este recurso, el pictograma, de gran valor pedagógico.
Si extrapolamos esta relación entre lenguaje verbal y lenguaje representativo al plano literario, surge lo que llamamos álbum ilustrado o libro-álbum… ¿O no? ¿O el álbum ilustrado va más allá de esta sinergia? En mi opinión, debemos de ser simplistas a la hora de definir algo que puede ser muy complejo, ya que hay álbumes de todos los colores y sabores… Unos se dedican exclusivamente a las imágenes mientras otros intentan no inclinar la balanza hacia la palabra o la imagen, los más prefieren subrayar el texto y dejar a la ilustración en un segundo plano y otros, aunque lo intenten, jamás serán considerados como tales…, motivos por los cuales nos es tan difícil dar con obras destacables en este género (pese a la ingente cantidad que nos ofrece el mercado y que muchos colegas se empeñan en reseñar a troche y moche, cosa que me pone enfermo, añado).
No sé si el de hoy podría considerarse un digno representante del género, ya que, aunque repleto de pictogramas, juegos lingüísticos y visuales, y un formato adecuado, me recuerda más a un ejercicio de imaginación que a una narración… En cualquier caso, Pictograma, la obra de Po Yeng Chang (editorial Thule) merece citarse en un blog como este por su originalidad, que bien mirado es mucho.

P.S.: Debido a un fallo en Blogger, algunos artículos con los respectivos comentarios que alguno de ustedes realizó en su día han sufrido ciertos reveses, por lo que les ruego los vuelvan a escribir porque aquí contamos todos.

lunes, 16 de mayo de 2011

En el país de las maravillas...







Y así reflexiono en voz alta desde que un par de profesores de Filosofía se interpusieron en mis lozanos dieciséis años… Si las bases de la democracia se establecen en torno a la libertad como ciudadano, ¿por qué votar es un deber?; ¿Tiene el mismo valor el voto del vecino del cuarto que el de un servidor?; Cuándo uno vota, ¿lo hace como ciudadano o como individuo?; ¿La democracia se basa en la voluntad colectiva o en la individual?... En fin, que después de tanto cocido intelectual, que no maragato, es preferible tumbarse a la bartola y dejar descansar al organismo de tanta indigestión, no sea que entre pitos y flautas nos dé por el suicidio (o la eutanasia…
Algún cacao semejante llevaría mi admirado Lewis Carroll, pseudónimo de Charles Lutwidge Dodgson, cuando parió a su famosa Alicia, esa niña un tanto pava que se perdió en un lugar surrealista y extraño conocido como País de las maravillas… Añado además que, si como dicen algunos, esta novelita pretendía ridiculizar y satirizar el mundo inglés de entonces haciendo uso del sinsentido literario, abogo por erigir una estatua de este autor en cada foro, en cada hemiciclo, que recuerde a los que gobiernan que el pueblo, como si de una minúscula Alicia se tratase, es capaz de dejar en evidencia, de ridiculizar a los poderosos, a las reinas de corazones más odiosas, estrafalarias y déspotas.
Sigan mi consejo y aprovechando la cercanía de unas elecciones que prometen cambios, así como la publicación de las aventuras de Alicia ilustradas por la genial Rebecca Dautremer a cargo de Edelvives, lean.

viernes, 13 de mayo de 2011

Temas peliagudos


La mayoría de los políticos, sean españoles o de otra nacionalidad, tienen a bien recordar que, en plena campaña electoral hay que obviar ciertos temas, no por menos importantes, sino por ser demasiado peliagudos, para, por el contrario, hacer hincapié en todos aquellos que disparan el número de votantes, su volumen de negocio. 
Dudo que tanta demagogia sea buena para el estado de derecho, sobre todo aquel sustentado en el analfabetismo funcional, este del que vive España (no me señalen con el dedo, no es de buen recibo…), pero en cualquier caso intentaré hacerles patente la poca calidad del paradójico pensamiento del pueblo llano español… 


Hace unos años se estrenó en los cines de medio mundo la película 300, basada en el cómic homónimo (por cierto, ¡cuánto tiempo sin hablar de cómic!), que hace una evidente apología por la guerra preventiva, uno de los pilares que sustentan numerosos estados, léase Esparta o los Estados Unidos de Norteamérica, y que llegó a ser el taquillazo del año en España, hecho incomprensible después de que se sucediera un cambio de gobierno estatal en honor de esa salva que rezaba “¡No a la guerra!”, convertida en punta de lanza del partido de la oposición al régimen imperante durante aquella época. 


Es decir, la opinión pública, instigada a un mismo tiempo por el odioso “nanny state” patrio y el magnánimo poder de convocatoria hollywoodiense, acudía en rebaño a ver una película bélica portando mensajes pacifistas en vez de palomitas de maíz. En fin, otra de españoles… 


Pese a estas obscenas paradojas y para que conste que algunos, como Javier de Isusi y Leticia Ruifernández, tienen pensamientos propios sobre este tema y saben transmitirlos a la perfección, les hago llegar La partida del soldado (editada por El jinete azul), uno de los mejores álbumes ilustrados del año en curso, poco apto para mentes con engranajes oxidados y lecturas superficiales.
Un joven se prepara para ir a la guerra mientras su esposa discute con él sobre la conveniencia o no de hacerlo. Un diálogo entre dos personajes que se preguntan, nos preguntan, sobre las causas y efectos de la guerra, sobre quiénes somos y quiénes seremos después ella. 
Elaborada sobre ilustraciones oscuras, la noche y las sombras desdibujan unas siluetas que se mueven entre el anonimato (todos nos reflejamos en los protagonistas) y la clandestinidad (salirse por la tangente siempre está mal visto), esta historia ahonda en los dilemas humanos. Amor, supervivencia, honor... todo se entremezcla en la guerra y cualquier resultado es respetable. 

martes, 10 de mayo de 2011

Cuando los libros son protagonistas



Para no aislarse por completo del mundanal ruido, uno tiene que hacer algún sobreesfuerzo, olvidarse de todo compromiso (familia, amigos, trabajo y estudios) y dedicarse a tareas que, aunque exentas de mucho decoro, te hinchan de paz y sosiego hasta el duodeno intestinal…, no sea que la muerte te atropelle cansado y termines los días, además de exhausto, jodido.
Este ejercicio puede consistir en acudir al supermercado más cercano, llenar de garabatos un cuaderno olvidado, degustar un café en la calle más bulliciosa de la ciudad, elegir un banco en el parque, sentarse en él, y dejar que la vida te sorprenda con su pasar... o ir al cine…
No suelo disfrutar del séptimo arte asiduamente, cosa que se debe más al precio que a la distancia (los albaceteños podemos presumir de disfrutar las sesiones de cine más caras de España entera), pero como siempre queda el refugio de la filmoteca, cercano y económico, me concedo un deseo y, a ciegas, voy a la sesión vespertina para concederle un capricho al hemisferio más tranquilo de mi cerebro, ese que vitorea todo lo relacionado con lo estático e inerte de mi ser.
La película en cuestión se llamaba Mis tardes con Margueritte, La tête en friche en el francés original. Estaba protagonizada por Gerard Depardieu, ese gran hombre de tamaña nariz y un variado elenco de actores entre el que destacaba Gisèle Casadesus, la Margueritte a la que aludía el título.
Tome asiento en una butaca de las filas superiores (cada uno con sus manías), lo más centrada posible…
Empezó…
Terminó…
Y sin ser una obra maestra, me emocionó…
¡Ea! ¡Las películas donde los libros son los protagonistas son así!

miércoles, 4 de mayo de 2011

Conformarse con el resultado



Cuarto y último encuentro entre el Real Madrid y el Barça…
El resultado ha hecho mella entre mis estudiantes…
El clamor popular ha decidido que hoy toca hablar de futbol (ya tendremos tiempo durante las próximas semanas de extasiarnos ante toda suerte de debates políticos, duelos retóricos y acalorados mítines)…
Bajo ese aura heroica (casi espartana) en la que se desarrollan los partidos de futbol, siempre hay una costra de mugre que desprende vapores insufribles... Para calentar motores unas ruedas de prensa en las que el jaleo, la destreza lingüística (¡qué pavor!) y los mensajes bélicos están asegurados. Después viene el partido, cosa que a veces, hasta se agradece (¡menos mal!, ¡creía que ya habíamos ganado!). ¡El futbol es así!: puedes divertirte más que la abuela del Betis o, por desgracia, acabar con un cabreo monumental. Unas te llenas el traje de lamparones mientras celebras el gol de Cristiano, y otras, gracias a Messi, te untas el bigote con el escabeche de los mejillones. La cosa es que nunca llueva a gusto de todos (y por llover, esta primavera, que no quede…)
Para disfrutar del futbol, lo suyo es una buena pantalla, una columna de humo que llegue a la estratosfera y cerveza, mucha cerveza…, aunque, si les soy sincero, odio a los comentaristas televisivos, por lo que subo el volumen del transistor a toda pastilla, me deleito con las cuñas publicitarias de rancio sabor y celebro el tanto con un oportuno purito Reig 7 ¡Y olé!
Quién peor lo lleva es mi tío Carlos, un acérrimo aficionado al Albacete Balompié, que jornada tras jornada vive resignado a la inminente debacle provocada por los excesos de ácido úrico en la directiva y de tontería en la plantilla. ¿Quién dijo futbol cuando debería hablar de bacanal?
Y mientras Mourinho y Guardiola siguen a la gresca ejerciendo de amantes mal avenidos, les ruego que tomen nota de la moraleja de El pastor, las ovejas, el lobo y el mar, una fábula moderna escrita e ilustrada por Einar Turkowski (Libros del Zorro Rojo) y que despunta como novedad editorial del momento, para aprender así a conformarse sea cual sea el resultado.

lunes, 2 de mayo de 2011

Cuando los adultos olvidan la niñez



Desear con todas mis fuerzas volver a la niñez, más que un antojo es una necesidad. Ser niño para vivir en esa especie de burbuja de condescendencia. Ser niño para disfrutar de las aventuras que nos sirve el día a día. Ser niño para no anquilosarme en la cruda realidad. Ser niño para perdonar y olvidar con rauda facilidad. Ser niño para examinar la belleza de los momentos, de las libélulas y de los narcisos en flor. Ser niño para soñar a pierna suelta, sin temer al ruidoso despertador. Y la más importante de las razones: ser niño para no sufrir los juegos de los adultos. Los adultos, lejos de reales bodas (¡para muchos el más peligroso de los sacramentos!) y prensa coloreada de rosa o amarillo, se dedican a idear todo tipo de triquiñuelas para vivir a la altura de grajas y coyotes -perdónenme sendos animales-.
A base de estudiadas normas y un extenso muestrario de reglas absurdas, las personas hechas y derechas son capaces de lanzar dentelladas a lo pavo, para así acabar consigo mismos y de paso con su ineptitud. Presten atención: abran un periódico y deslúmbrense con el entero catálogo de descerebrados que ejercen de terroristas suicidas, presidentes del gobierno o forofos de cualquier religión… ¿Alguna vez caerán en la cuenta de que, aunque se lo propongan, jamás estarán a la altura de la capaz inteligencia de un niño de cuatro años? Asunto peliagudo, ya que todo hombre se forja a partir de un niño (nunca al revés, como la visión gradualista de la psicología nos quiere vender)… ¿Dónde van esos niños cuándo nace el hombre, el adulto? Un interrogante que me tenía en vilo hasta que di con uno de los dos libritos de Elzbieta que Kalandraka ha lanzado al mercado en las pasadas semanas. ¿A dónde van los niños? (N.B.: ¿No se podía haber traducido como “adonde”? Me gusta más…) se trata de la reflexión que todo humano debería hacerse cuando, de repente, se percate de que su corazón ha perdido el calor de la infancia, de que no sabe donde olvidó el oso de peluche que le acompañó en sus viajes nocturnos.