En
este Día Internacional del Libro Infantil, además de abogar por la defensa de dicho
género y la enorme diversidad de tipologías que encierra, cabe desarrollar el
sentido crítico y desmenuzar los pormenores de un sector que engloba
innumerables editoriales, escritores, ilustradores, mediadores y, cómo no,
lectores.
La
industria del libro infantil, aunque ha vivido momentos álgidos durante la época
de los años noventa y los primeros dos mil, todavía es un negocio redondo (¡Que se lo digan al ganador del ALMA... ¡500.000 euros!), no sólo
porque da de comer a muchas bocas, sino porque la inversión en la industria es menor
que en aquella enfocada en la literatura para adultos y la rentabilidad es
mucho mayor. Si atendemos al caché de escritores e ilustradores infantiles,
este es infinitamente menor que el de novelistas consagrados, algo que
repercute en las ganancias editoriales aunque los gastos de impresión sean más
caros (tapa dura, cartoné y/o cartón sueco, con una tirada inicial en torno a
las 1500 unidades… poquita cosa…).
Al
igual que su hermano mayor, la edición de LIJ se ha diversificado notablemente
durante los últimos años y los géneros son difíciles de encasillar y clasificar
(¡que se lo digan a todos los bibliotecarios!)… Desde el álbum ilustrado, el
cómic, el libro-juego, el libro de conocimientos, el cartón-book, el libro
musical y los cancioneros, la poesía infantil, los best-seller, a los productos
de marketing, etc., se han creado una amalgama en la que es sumamente sencillo
perderse. Y para constatarlo, sólo tienen que acudir a las ferias
especializadas de Bologna Ragazzi, Guadalajara-México o Valladolid (Ilustratour).
Todo ello ha provocado el florecimiento (y el posterior hundimiento) de decenas
de modestas editoriales que han apostado por este tipo de libros, cuyo éxito
depende más de la suerte y las modas cambiantes, que del marketing y la
publicidad.
El
libro infantil, algo que empezó estableciéndose al calor de ciertos clásicos
narrativos como los cuentos tradicionales, La
isla del tesoro o los relatos de Beatrix Potter, se ha convertido en otro
producto de consumo en el que mucho tienen que decir los ritmos frenéticos del
capitalismo, las novedades, la compra-venta de derechos, los "royalties", los visionarios y
otros gurús de la LIJ entre los que se cuentan blogueros, ilustradores
superventas y las multinacionales anglosajonas (las que se inventaron el cotarro).
Seguramente
hoy importe más la cantidad que la calidad, una que se perdió con los grandes
ilustradores de los años sesenta, setenta y ochenta, que además de innovar en
técnicas y estilos, pretendían entretener, divertir y enseñar, pero lo cierto es
que (como tantas veces he apuntado) vislumbro un parón creativo en pró del parné
y en contra de la originalidad, algo que se constata en los nuevos valores de
las grandes escuelas de ilustración -Children’s Book Illustration CSA/Anglia
Ruskin University o la ENSAD de París- que siguen la directrices marcadas por otros coetáneos que han tenido sus días de gloria en el sector, véase Rebecca
Dautremer o Oliver Jeffers. Este tirón de orejas gratuito es el mismo que
intenta animar a los creadores que han salvado el mercado editorial con un complemento tradicional capaz de hacer sombra a los medios audiovisuales y la omnipresente red: la
ilustración.
Y
mientras, los lectores y aficionados, esperamos días mejores desembuchando los
quince euros que de media vale un álbum ilustrado para seguir viviendo como
niños e intentar que otros vivan de su magia, gritamos esa consigna de: ¡Y
que viva el libro infantil!
3 comentarios:
Gracias por acordarte de nosotros los bibliotecarios!!! y muy buena crítica a el negocio que encierra la Literatura Infantil, sigo disfrutando de los libros ilustrados como el ultimo de Quint Buchholtz "En el país de los libros" y desembolsando aquí en Bs.As. mas de 200$ que cuesta de media gracias a la devaluación que padecemos. Un beso desde Bs.As. Daniela de Mi librotek blog
¡Cómo se nota que te gusta leer y qué bien te expresas! Es cierto que para conseguir un buen album hay que tener unos euros, bastantes , en el bolsillo pero también es verdad que a veces nos olvidamos de todos esos libros que adquirimos o nos regalaron y quedaron olvidados en alguna estantería.Propongo que echemos un vistazo porque seguramente nos encontraremos grandes sorpresas. Un abrazo.
¡Viva!
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