El
primer mundo vive una pasión desatada por todo aquello que gira en torno a la
ropa. Proliferan grandes empresas textiles, las rebajas se convierten en una
locura desenfrenada, hordas de adolescentes buscan un estilo personal (y no se
percatan de que van uniformados… y si no, visiten cualquier centro de educación
secundaria), cada vez son más los blogs dedicados a las tendencias (incluido el
de la esposa ñoña de Bustamante), la gente se da de palos por acudir a pasarelas
donde descubrimos el glamur y las excentricidades de la próxima temporada, y un
sinfín de “outlets” virtuales hacen las delicias de las clases medias con
grandes marcas al alcance de su bolsillo en pro del enriquecimiento de las
empresas de transporte.
Que
me gusta la moda es algo innegable, pero afirmo que la sigo desde un prisma
estético más que desde el personal. Prefiero la comodidad diaria a una imagen
acorde con el fondo de armario del momento. Es cierto que hay que elegir en
consecuencia y colgarse lo que se lleva, pero no tengo demasiado tiempo ni
dinero para ello...
Estampados
salvajes o motivos repetitivos en suéteres y camisetas, la piel (con pelo mucha
y sin él también), la lana y el punto (menos gruesa que en temporadas
anteriores), el rojo, el negro y los colores oscuros, las parkas acolchadas, un
destierro paulatino del vaquero y el regreso del zapato, son las banderas de
este otoño-invierno 2014-2015 (así que tomen buena nota los hombres). Pese a
ello, me pondré lo primero que pille y dejaré lo más “trendy” para otro día en
el que haya que lucir las vestiduras y conquistar miradas incautas.
Seguramente
muchos/as digan que están fuera de toda onda y que esto de los trapos se la/o
suda, pero he comprobado con mis estudios cinegéticos de fauna callejera que, a
pesar de estos desprecios, todos tenemos un punto fetichista en lo que a
prendas de vestir o complementos de moda se refiere. Corbatas, calcetines,
ligueros, gorros, sombreros, bolsos, bufandas, sujetadores, calzones y cinturones,
son los preciados objetos que muchos coleccionan como si de chucherías se
tratase. Un servidor prefiere el calzado: zapatillas, botas y zapatos. Cómodos,
de piel o de serraje, de corte clásico o más transgresores, ruidosos o muy
silenciosos, callejeros, deportivos o elegantes, juegan un papel fundamental
para nuestros pies, esos que tanto trabajan y de los que poco nos acordamos. Y
sin más dilación, aquí les dejo con un libro-juego de Tomi Ungerer titulado ¿Dónde está mi zapato? (editorial
Kalandraka) para que, como si de un maravilloso catálogo se tratase, elijan el
más adecuado a su estilismo.
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