lunes, 6 de octubre de 2014

Agua para nuestros males


No es de extrañar que mis alumnos de bachillerato estén hasta las narices del agua y sus propiedades. Que si dipolos eléctricos, que si disolvente universal, que si puentes de hidrógeno, alta tensión superficial, fenómenos de capilaridad, la flotabilidad del hielo en el agua líquida y un largo listado de fenómenos específicos hacen que, con esta molécula aparentemente sencilla, haya prendido la vida en este planeta dando como resultado al ser humano, ese parásito odioso que, donde va, la caga.
A pesar de que algunos niños pillen unos berrinches de agárrate-y-no-te-menees cuando hay que darles un enjuagado, son mayoría aquellos otros que encuentran en el agua el mejor de los juguetes, incluyendo salpicaduras y aguadillas; algo que no es de extrañar puesto que todos los fetos o proyectos humanos se gestan en un medio acuático llamado líquido amniótico.
Que el agua nos relaja y nos repara es de sobra conocido. ¡Mamá yo quiero un balneario! De esos donde el agua dulce o salada fluye a raudales, donde la mente se despeja y el cuerpo descansa mientras, de terma en terma, se moja a distintas temperaturas. Vapor de agua, nieblas calientes, aguas turbias, calizas o arcillosas, se agradecen de vez en cuando.


¿Y el mar? ¿Ese infinito estanque donde el agua, la arena y el salitre se mezclan en el suave vaivén de unas olas que jamás me cansaré de saltar?... Notar como la piel se arruga y sumergirnos durante horas en el azul marino es un lujo al alcance de todos los españoles (¡algo bueno debíamos tener!), si no siempre, alguna vez en la vida… No desesperen los que vivan lejos de la costa, en el interior apartado de toda playa cristalina, ¡siempre quedan las piscinas! Climatizadas o de verano, pueden acudir cuando les apetezca por un ¿módico? precio. Para remojarse el culo un sábado por la tarde, lucir el último bañador adquirido en Sprinter© o Decathlon©, o intentar parecerse a Mireia Belmonte (no me toca nada, aviso) o el equipo español de natación sincronizada (¡eso es mérito y no lo de nuestros futbolistas gandules y burgueses!). Y si no, siempre pueden hacer como un servidor (ir a hacer unos largos, dejar la mente en blanco y prepararla para el resto de la semana) o como los protagonistas de La piscina de Ji Hyeon Lee (editado en España por Barbara Fiore Editora), una de las sorpresas coreanas de la última feria de Bolonia cuyas ilustraciones fueron seleccionadas para diversos anuncios de cartelería, y que nos cuenta las peripecias de unos niños que, ni cortos ni perezosos se sumergen en el fondo de una piscina para, con ayuda de la imaginación, descubrir el fondo marino y los tesoros inmersos en él.




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