Llama
mucho la atención cómo los poderosos manejan a su antojo el mundo sirviéndose del
desconocimiento de los ciudadanos. Contar verdades a medias, manipular la
información, obviar detalles importantes y un largo etcétera de astucias son el
pan de cada día para que banqueros, políticos, grandes multinacionales,
personalidades de la cultura, medios de información, publicistas y otros
manejantes sigan viviendo a nuestra costa, sin importarles lo más mínimo como
vivimos los pobres mortales.
Seguramente
esperaran que abomine todos estos comportamientos, pero lo cierto es que les
hago saber que los ciudadanos tienen gran parte de culpa al creerse a pies
juntillas esta sarta de fútiles excusas con tal de no moverse del sillón. La
ignorancia, aparte de ser el peor de los castigos, también se ha convertido en la
más cómoda de las excusas. Yo no sabía… él no sabía… vosotros no sabíais… son
locuciones verbales que, en vez de plantarle cara a la vida, están diseñadas para poner en evidencia, una
vez más, que poco nos interesa un mundo cuyo motor gira en torno a los partidos del futbol, los
debates televisivos y el alcahueteo más horripilante, ese circo actual (y
virtual) que los que mandan se han encargado de crear para una sociedad del
bienestar conformista e insulsa.
Me
dirán, ¡oh, queridos lectores!, que ustedes son privilegiados por atesorar
hermosas y floridas bibliotecas, que se hinchan a ver los documentales de la
segunda cadena, y que actúan en consecuencia social por el mero progreso, pero
les hago saber que, como las marionetas que somos (yo el primero), nos dejamos
embaucar por otras necesidades prioritarias (llámense estas teléfonos
elegantes, coches de alta gama o ropa de buena etiqueta), en vez de hacerle
frente a las astucias de otros, y romper las reglas de un juego que ninguno de
nosotros ha establecido.
¿Creen
que eliminar a las modelos escuálidas de las pasarelas cercenará la anorexia? ¿Qué
matricular a nuestros hijos en un colegio concertado les librará de consumir drogas?
¿Creen que votando a Podemos la deuda pública disminuirá?... Me parecen meras
excusas para lavar nuestras conciencias rotas, una actitud fuera de toda ética
que otros, esos que organizan la guerra, los que deciden por nosotros haciéndonos
pensar que el voto es personal e intransferible (¡qué necedad mayúscula!),
aprovechan para seguir gobernando el cotarro a merced de las excusas que todos
exhibimos para expiar nuestras culpas.
Y
para seguir con pretextos y disculpas (esos con los que seguimos engordando
nuestro espíritu infantil, irresponsable y sencillo), les dejo con todas las
excusas inimaginables que el protagonista de No he hecho los deberes porque…, un librito ilustrado de los
geniales Davide Cali y Benjamin Chaud (una coedición de Nubeocho con Pepa
Montano), se inventa para explicarle a su profesora la falta para con su deber
diario.
Monos juguetones, un robot descontrolado, un extraño jarabe para la tos, plantas carnívoras y hasta un pozo de petróleo son algunas de las historias de las que echa mano el niño para justificar su falta de formalidad en lo que a quehaceres escolares se refiere. Un libro muy bien articulado en cuanto a contenido y forma (fíjense en la relación entre las guardas y la portada o en los mensajes peritextuales de la tapa trasera) que guarda una sorpresa final que redondea ese toma y daca clásico entre profesores y alumnos.
¡Y ojalá todas las excusas fueran como estas!
Monos juguetones, un robot descontrolado, un extraño jarabe para la tos, plantas carnívoras y hasta un pozo de petróleo son algunas de las historias de las que echa mano el niño para justificar su falta de formalidad en lo que a quehaceres escolares se refiere. Un libro muy bien articulado en cuanto a contenido y forma (fíjense en la relación entre las guardas y la portada o en los mensajes peritextuales de la tapa trasera) que guarda una sorpresa final que redondea ese toma y daca clásico entre profesores y alumnos.
¡Y ojalá todas las excusas fueran como estas!
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