miércoles, 28 de septiembre de 2016

Pertenecer a un grupo


Que el hombre es un ser social queda más que claro en cualquier patio de recreo, unos lugares en los que los curiosos hacemos nuestro agosto mientras observamos qué tipo de relaciones se establecen entre unos y otros, las convenciones sociales necesarias para integrarse en grupúsculos de poder, cómo los de más allá no se relacionan con los de más acá, la inapelable decisión de los que se sienten especiales de no unirse a la inmensa vulgaridad, y, como siempre, esos omnipresentes desairados que se pasan las reglas del juego por el forro para entablar conversación con todos y ninguno (¡Qué voy a mi aire!).
Nos pueden parecer cosas de niños, pero la cuestión no es en absoluto baladí si tenemos presente que todos somos producto de estos momentos cotidianos de la infancia y la adolescencia. Que sí, que la personalidad humana se forja en estos primeros años a reventar de estímulos y descubrimientos (N.B.: ¡Que levante la mano todo aquel que no deje de bailar cuando suena algún "hit" de adolescencia!).


No tuerzan el morro. Es así como emergen las llamadas tribus urbanas, hordas de adolescentes que se pirran por los mismos grupos de música, estilismo similar e inclinaciones culturales parecidas (ya saben, los pijos van con los pijos, los nerds con los nerds, los jevis con los jevis, los modernos con los modernos, los bakalas con los bakalas, ¡y chimpún!). Al principio la cosa parece sencilla, pero cuanto más pasa el tiempo y aumentan las influencias, estas realidades añaden detalles minúsculos, adornos y florituras que se suman o restan a un corpus esencial pero cada vez más mutable (¡A Dios gracias). Vegetarianismo, camisas del cocodrilo, coches de alta gama, pilates y yoga, baloncesto, hip-hop, cantautores, Justin Bieber o Camarón, tascas o gastrobares, Podemos o Ciudadanos, ateismo, apostatas, pro-islamistas o católico apostólico romano, son adendas que nos hacen cada vez más complejos pero, al fin y al cabo, con parecidos razonables y plumaje fácilmente identificable.


En ese sentimiento de pertenencia a un grupo afín, en la capacidad innata para reconocer a los iguales, se basa la idea de El intruso, un álbum gráfico recién publicado por Libros del Zorro Rojo e ideado por Bastien Contraire. En cada doble página de este libro-juego (tiene muchas posibilidades en muchas direcciones) y/o "conversation piece”, se nos presenta una serie de objetos que tienen relación entre sí... ¿Todos? Todos no, hay uno distinto que, como en la vida misma, bien podemos señalar con el dedo o bien pensar en las razones por las que está ahí. Seguramente tendrá una bonita historia, será casualidad o puede deberse a que, en la regla, es la excepción, que siempre debe ser bienvenida sin moldes ni prejuicios.


1 comentario:

Carmen dijo...

¡Me alegro de volver a leerte monstruo! Esta recomendación tiene una pinta estupenda. Tomo nota.Hasta pronto!