Los
libros tienen una magia especial, no sólo para aquellos a los que
nos gusta leer, sino para todos los mortales en general. Desde su
concepción de objeto y dejando a un lado la parte más técnica (si
quieren saber más de todo esto les recomiendo ESTE POST sobre el
libro-álbum como objeto) para centrarnos en la mas emocional, tiene
el libro la capacidad de retrotraernos al pasado, de hacernos mirar
hacia el futuro, de recordarnos amigos ya olvidados, amores de
juventud, viajes y otros muchos nudos vitales. Como muestra, el botón
de hoy...
Andaba
yo hurgando entre las estanterías de cierta librería madrileña
(los monstruos tenemos mucho que ver con tejones y mapaches) cuando
de repente me topé con dos libritos, de esos que te caben en la
mano, de los que un niño puede pasar las páginas y no parecer torpe
y desmanotado. Con su tapa dura, su sobrecubierta, ilustrados.
Bonitos, bonitos, oiga. Al principio no los reconocí, pero empecé a
darle al coco y me fueron resultando familiares. “Si yo juraría
que este anda por alguno de mis estantes... Pero, ¿se titulaba
así?”... ¿Y este otro? Me da en la nariz que lo leí en mis
primeros años de escuela...” Fui a casa y continué hurgando y,
efectivamente, allí estaban, vivitos y coleando.
El
primero de ellos era Juanito Diminuto,
un libro de Wilhelm Busch (sí, sí, el autor de Max y Moritz) que, aunque editado en 2014 por la
editorial madrileña Reino de Cordelia que tantísimos buenos
trabajos nos está trayendo durante los últimos años, para
mí se titulaba Chiquito ya la edición con la que cuento es
la de la Biblioteca Infantil de RTVE / Marpol (luego, leyendo el
prólogo de la nueva edición, constate que los editores de Reino de
Cordelia, también conservaban un ejemplar), una colección que
recogía algunos de los libros mencionados en los contenidos del
programa “Un globo, dos globos, tres globos” que se emitía en
los ochenta en los canales de la televisión pública y que fue
traducida por María Puncel con dicho título. Es un libro hermoso,
con los grabados originales del artista que narran las peripecias
(rimadas) de un niño diminuto que vienen a inspirarse en las de la
Pulgarcita de Andersen. Una delicia, vamos.
Placa conmemorativa sita en el número 8 de la Calle Arenal de Madrid.
El
segundo era Ratón Pérez por el padre Luís Coloma e
ilustrado por la mano de George Howard Vyse, una historia que ha sido
reeditada por la catalana Biblok en su colección Neverland. Esta narración que
data de 1911 es una de las más olvidadas del ideario literario
infantil español, ya que poco ha trascendido desde entonces a pesar
de ser un ejemplo histórico de este tipo de literatura en nuestro
país. Este cuento nació como un encargo que la corte española
realizó al citado jesuita andaluz -autor también de otros cuentos
para niños como Ajajú o Periquillo sin miedo- para
agradar al por entonces príncipe Alfonsito o Buby (que era como la
Reina Doña María Cristina llamaba al que más tarde sería el rey
Alfonso XIII) cuando con ocho años se le cayó un diente. Si tienen
curiosidad, les recomiendo echar mano de esta edición y disfrutar de
las aventuras de este personaje que tanto calado tiene en la
tradición oral iberoamericana.
1 comentario:
Sí es que los libros para niños deben caber en la mano. Ya lo pensó Beatriz Potter y me parece muy sabio.
Bonitas recomendaciones, Román.
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