miércoles, 16 de octubre de 2019

Un enemigo llamado chicle



¿Absentismo? ¿Falta de respeto? ¿Padres despreocupados?... Se equivocan. El peor enemigo de la escuela es ¡el chicle! (No se rían por favor, que esto es muy serio) Desde mi época de estudiante hasta el día de hoy, la goma de mascar es la protagonista indiscutible de las aulas. Que si parecen rumiantes, que si esos ruiditos que hacen con la boca son asquerosos, pompas por aquí y pompas por allá… No sé qué le pasa al chicle pero casi ningún maestro lo deja en paz.


Muchos piensan que la prohibición del chicle sólo se da en la educación primaria y secundaria, pero les diré que la Maruja, cierta profesora que impartía geobotánica en mis años de universidad, detestaba ver a sus alumnos dándole que te pego a la mandíbula. Se ponía negra viendo las muecas que algunos se marcaban, llegando al punto de amenazarlos con expulsarlos del aula. “¡Lo peor de todo es que se ponen ustedes feísimos!” añadía mientras el otro escupía el cadáver en la papelera.


Ahora en serio… Pero, ¿qué serían de las cantinas si no vendieran chicles? Seguramente se sumirían en la más absoluta ruina (pues una vez hice un cálculo, así, por encima, y concluí con que se vendían unos setecientos chicles al día...). La peor parte se la llevan las limpiadoras (a estas les doy la razón sin ningún tipo de paliativo) pues eso de que los críos vayan pegando las ya insípidas e incoloras plastas pegajosas sobre cualquier tipo de superficie, es una absoluta guarrería.


En definitiva, que el chicle, esa golosina que se remonta a la época de los aztecas, los mayas o los griegos, es el enemigo público número uno. Y es que desde que se empezó a comercializar en los Estados Unidos en el año 1848 (no se crean que fue ayer) ha traído de cabeza a todos los que trabajan con niños, algo que me extraña sobremanera pues a la goma de mascar se le presuponen efectos positivos sobre el razonamiento, la concentración y la memoria, así como alivia el estrés y la ansiedad (que se lo digan a los soldados de la Segunda Guerra Mundial a quienes se lo incluían en la dieta).


Y así llegamos a Bubble Gum Boy, en el cole nuevo la apuesta de María Ramos que nos llega de la mano de la editorial Fulgencio Pimentel para llenar de color este inicio de curso. El álbum en cuestión nos cuenta la historia de un chicle que empieza el colegio lleno de miedos, cábalas y un poco de desazón. ¿Gustará o no gustará? ¿Qué opinarán de él los otros chavales? ¿Logrará hacer amigos? Para conocer el desenlace sólo tienen que pasar las páginas y disfrutar de una historia que, desde lo absurdo y la fantasía, nos acercan a una situación cotidiana que logra arrancarte más de una sonrisa con elástica simpatía y que puede ser el comienzo inmejorable de un libro-serie con mucho tirón.
Por cierto, a mí me encanta el chicle, ¿y a ustedes?

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