Hemos dado la bienvenida a marzo y con él llega el periodo
de exámenes. Hay cierto tufillo de nerviosismo en el aire y se palpa la tensión
entre los estudiantes. Ojeras, caras pálidas y salidas de tono son el pan de
cada día. Sí, no es muy agradable estar embebido en una atmósfera tan
recalcitrante, que el humor es una cosa muy seria y hay que cuidarlo. A menos
que venga algún gilipollas a darte el día, lo mejor que podemos hacer es
sonreír, que para llorar por un cerapio siempre hay tiempo.
Como en botica, estudiantes hay de todas clases. Los hay muy
trabajadores, como laboriosas hormiguitas que al final salen del paso. Otros
son más espabilados y prefieren echar mano de sus capacidades antes que de
hincar los codos (¡Y cómo les jode a los demás…!). Están los que se esperan a
última hora para invertir todas sus horas de sueño en el aprobado raspado.
También los nerviosos que la cagan en el último momento por un exponente, un
paréntesis o la idea feliz de turno. Los alegres y los despreocupados también tienen
su hueco en este catálogo de alumnos. Y así, uno tras otro, van pasando los
cursos escolares.
De entre todos ellos mis favoritos son los alumnos de
cristal. Esos de apariencia frágil, que de un soplo se desbaratan. Son los que
más me sorprenden teniendo en cuenta el ecosistema en el que viven. Cuatro
paredes atestadas de niñatos entre los que priman las leyes más básicas y
animales. ¿Por qué? Parece que se caen pero que al final se tienen, como si se
fueran a rendir de súbito aunque al final opten por la supervivencia.
Deberíamos llamarlos alumnos Duralex®, o quizá alumnos Pyrex®, porque a pesar
de su apariencia, son irrompibles, resistentes al tiempo y los varapalos, a
imagen y semejanza de la Gisela de
cristal de Betrice Alemagna.
Recién publicado en nuestro país por Libros del Zorro Rojo, este
álbum que fue elegido el mejor libro infantil del 2002 en Francia, nos cuenta la
historia de Gisela, una niña hecha de cristal. Luminosa, frágil y sobre todo transparente,
todo el mundo quiere conocerla. Largas colas delante de su casa para poder
verla y tocarla, hasta que se dan cuenta que, como es de cristal, pueden leer
sus pensamientos…
Como ya han apuntado otros compañeros de la LIJ, el
argumento es similar al Jaime de cristal de
Rodari, lo que me hace pensar que Alemagna ya conocía esta historia del genio
italiano y quería darle una vuelta de tuerca más contemporánea. Mientras que en
Jaime de cristal la transparencia resulta ser una virtud para luchar contra la tiranía
y la opresión quedando el mensaje más supeditado a la moraleja redonda del
cuento tradicional, en Gisela de cristal se ensalza como un grave defecto en el
que el público en general no ve nada positivo e incluso es motivo de rechazo
social. Aunque en los dos libros el protagonista sale victorioso, Alemagna
ensalza la debacle interior de Gisela. Ella es una verdadera heroína y lucha
por alcanzar su propia felicidad, mientras que Jaime es un héroe indirecto.
En lo que a los recursos de formato y estéticos se refiere
llaman poderosamente la atención dos. La primera es el tono azulado del libro,
uno que inspira calma, también frialdad e incluso tiene que ver con las
lágrimas de Gisela. La segunda son las páginas de papel vegetal que la autora
inserta en el libro, un recurso que también utiliza en Cosas que vienen y van,
pero que en este caso se traducen con otro significado, concretamente el del
símil con la transparencia del cristal y de la anticipación en la secuenciación.
Un libro sin pretensiones, hermoso y algo agridulce, que los
niños de cristal necesitamos de vez en cuando.
1 comentario:
Estoy deseando leerlo.
Me ha encantado tu clasificación del alumnado. Yo esperaba al día de antes del examen para estudiar y sufría bastante por mi falta de organización y no siempre salía victoriosa.
No son días fáciles, ánimo.
Susana
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