sábado, 28 de marzo de 2020

¡Que viva la imaginación! Libros infantiles y aburrimiento




Ayer terminaron las primeras dos semanas de la larga cuarentena y los ánimos comienzan a minarse. Parece que ya hemos normalizado la situación, algo que queda patente en muchos de nuestros comportamientos. Cada vez son menos las llamadas de amigos y familiares para ver cómo vamos, se intuye menos entusiasmo en las propuestas de las redes sociales y empezamos a respirar cierta desidia y silencio en los supermercados. Es normal, empezamos a acostumbrarnos a una nueva vida que nos tiene atada a cuatro paredes en contra de nuestra voluntad y nuestras emociones y vivencias se hacen más asociales.
Mientras el tiempo nos aclara las respuestas que daremos individuos y sociedad a este confinamiento involuntario (aunque muchos hablan del “big brother” de Orwell y sus secuelas en forma de reality show, matizo que, a pesar de las similitudes, el contexto es otro), lo que más nos interesa es mantenernos apartados del influjo del aburrimiento, una sensación nada deseable para las semanas que nos quedan encerrados, pues puede acarrearnos muchos llantos, crisis existenciales y quebraderos de cabeza.
Es por ello que hoy les invito a un pequeño viaje por una serie de álbumes que toman como hilo argumental el aburrimiento para que de paso se animen a hacer cosas. Desde plantar las semillas de un limón, dedicarse al dibujo o la costura, e incluso leerse un libro son algunas de las ideas para disfrutar del tiempo de relax que nos ha “regalado” (entrecomillo para gambiteros) el dichoso COVID-19.
Si hay un sector de la población consciente de lo que supone aburrirse ese es sin duda los niños. El “Mamá, me aburro” es una constante en la vida de cualquier hogar con niños que gustan de estar activos durante el día. Además los adultos sabemos que es mejor mantenerlos enfrascados con alguna actividad antes que atenernos a las consecuencias de sus “brillantes” ideas.


En muchas ocasiones los mayores somos capaces de paliar dicha ociosidad, una situación de la que se hacen bastantes libros para niños, como por ejemplo Poka y Mina en el cine de Kitty Crowther (Cuatro Azules), en el que Mina empieza a aburrirse después de agotar sus ideas de entretenimiento y Poka decide llevarla por primera vez al cine.
Cualquier adulto podría pensar que este es el esquema más fácil en la vida real (los adultos siempre tratamos con mucha condescendencia a nuestros pequeños, ya que nosotros nos creemos más válidos), pero sin embargo, la literatura infantil nos dice otra cosa, pues en el cosmos de la literatura infantil no abunda mucho esta situación en la que padres o docentes marquen el ocio de los críos, sino que en la mayor parte de los álbumes que hoy presento en este breve monográfico, son los niños los verdaderos y decisivos actores de su entretenimiento formal.


En algunas historias es la figura del adulto la que incita a la autonomía lúdica del niño, algo que podemos observar en libros como Me abuuurro… de Claude K. Dubois (Blackie Little), ¡Me aburrooo! de Carmela Trujillo y Marta Sevilla (Combel) o Me aburro como un burro de Carmen Gil y Marta Gallo (Ramaraga). En los tres el progenitor o su abuelo (tercer título) insta a los pequeños a que encuentren nuevas formas con las que divertirse aunque el desenlace sea muy diferente. Mientras que en el primero se realiza una crítica al entretenimiento a base de dispositivos electrónicos (seguro que muchos de ustedes habrán pasado por lo mismo estos días) y la historias se resuelve con un vuelco escatológico, el segundo y tercero se centran en la defensa de lo que nos mantendrá ocupados en los siguientes párrafos: la imaginación como acicate para disfrutar del tiempo.





Y es que en la mayor parte de estos libros son los propios niños quienes deben componérselas para hacerle frente a una situación de nulo disfrute, generalmente haciendo uso de su sola fantasía, un contexto en el que, inevitablemente, me viene a la cabeza la Alicia en el país de las maravillas de Lewis Carroll, pues, aburrida de ese libro sin dibujos decide perseguir a un conejo blanco que la transporta a un mundo onírico donde hay mucho que hacer.


Es así como resuena ese eco en obras como En el desván de Satoshi Kitamura (Fondo de Cultura Económica), Nina y Kike se aburren de Rocío Araya (Milrazones), A veces me aburro de Juan Arjona y Enrique Quevedo (Tres Tigres Tristes) y ¡Qué aburrimiento! de Henrike Wilson (Lóguez). En todas ellas el mundo onírico infantil se abre camino entre las negras nubes del aburrimiento e ilumina a sus protagonistas en situaciones que van desde el descubrimiento del universo hasta una realidad amplificada.


En el primero, uno de mis álbumes favoritos, un niño con una tonelada de juguetes se aburre enormemente y descubre una escalera que lo lleva hasta el desván, un lugar maravilloso donde vivirá las más variopintas aventuras. No se pierdan el final porque la historia da un vuelco maravilloso gracias a una madre realista.


En el segundo Nina y Kike, los protagonistas prueban todo tipo de fórmulas para rellenar su ocio. La cosa se pone cada vez más difícil hasta que de repente todo fluye según lo esperado y la sorpresa es mayúscula gracias a su enorme inventiva.



El tándem Arjona-Quevedo nos presenta una situación similar en el tercer título de esta categoría en el que el protagonista se entretiene poniendo caras. Cara de pato, cara de vaca, cara de ambulancia… Las personas ¿normales? tienen estas cosas en momentos de aburrimiento máximo.


El último título está protagonizado por un oso que se aburre mucho y no encuentra a nadie para jugar y pasarlo bien, todos están ocupados. Así que, harto, se tumba sobre el prado y deja que su mente viaje por otros derroteros. Me encantan las guardas, ¿y a ustedes?


Mención aparte merecen dos libros. Uno es Me aburro de Shinsuke Yoshitake (Pastel de Luna), un libro del que hablé no hace mucho y que sería algo así como una enciclopedia un tanto sui generis de lo que consiste el aburrimiento y sus diferentes formas. Recomendadísimo para paliar el aburrimiento a base de carcajadas.


El otro es el ¡Me aburro! de Marc Rosenthal (Faktoría K de Libros) un álbum que bebe de los elementos del cómic sin llegar a serlo y que le da una vuelta de tuerca al argumento clásico de este tipo de libros. El protagonista cree que su vida es aburrida porque no sabe mirar a su alrededor, perdiéndose de este modo un entorno que tiene muchas sorpresas que ofrecerle. Seguramente ustedes se sientan así estos días, así que tomen nota.



Y como no podía ser menos también existen álbumes donde los versos y la rima se transforman en un alegato al entretenimiento y dar puerta a tanta quietud y desidia. Entre estos contamos con Señor Aburrimiento, un libro de Pedro Mañas y David Sierra Listón (Libre Albedrío) en el que la imaginación también está muy presente a pesar de tener consecuencias poco deseadas –sobre todo para los padres del protagonista-. 


También podemos hablar de Celia se aburre, otra historia rimada, en este caso de Celia y Gloria Rico (Beascoa) en la que una niña descubrirá que la naturaleza, la curiosidad y la constancia, además de llenar ratos muertos, tiene su recompensa.



Para terminar con el álbum de ficción traigo Terriblemente aburrida, un libro de Raquel Bonita editado por Bookolia que nos habla del aburrimiento pero al mismo tiempo invita al espectador a jugar con la disyunción entre texto e imágenes. Y es que si lo que le ocurre a nuestro protagonista es aburrirse, a mí me gustaría estar aburrido a todas horas...



Sobre poemarios y otros engendros rimados llamo la atención sobre dos títulos, La ostra se aburre un álbum de Ana Luisa Ramírez y Artur Heras (Diálogo) donde las palabras y los animales marinos despiertan el afán por el entretenimiento y la musicalidad (hay CD musical), y ¡No se aburra! de Maité Dautant y Mateo Rivano (Cataplum), un clásico del anti-aburrimiento en América latina que desarrolla multitud de recursos de toda índole para que el lector disfrute.



Como ven hay bastantes libros que hablan de este tema en la LIJ. A todos ellos podríaos añadir otros muchos como El pequeño Edu no se aburre nunca, un libro para primeros lectores de Benni Lie (Juventud), ¿Te aburres, Minimoni? la secuela del conocidísimo álbum de Rocío Bonilla (Algar), el ya descatalogado El monstruo se aburre de David Wood y Clive Scruton (Anaya), o la colección de viñetas de Liniers que se recopilan bajo el título Feliz, feliz aburrimiento (DeBolsillo).




Y sin más, les dejo que disfruten de esta tarde de sábado. Y si no saben qué hacer: tomen nota de los niños. Ellos siempre encuentran la manera de enseñarnos lo sencilla que es la vida.



1 comentario:

Maku Carroquino dijo...

Chiflada estoy. No recuerdo estar aburrida ni en mi más tierna infancia ¡¡Afortunada que es una!!
Gracias por las geniales recomendaciones. Me pongo en formato búsqueda.