martes, 1 de octubre de 2024

Escenarios urbanitas


Uno de los escenarios que más se repite en el álbum, ese producto literario posmoderno que tanto éxito tiene, es la ciudad. No es de extrañar teniendo en cuenta que este género comienza a desarrollarse a finales del XIX y continua durante todo el siglo XX y el nuevo milenio, una época en la que florecen las grandes ciudades como caldo de cultivo de esa niñez urbanita que mama asfalto por todos los poros de su piel.

Quizá, este ecosistema, sea una de las grandes diferencias entre la literatura tradicional y la actual. Si hacen memoria y recuerdan algunos cuentos clásicos, denotarán que la naturaleza se halla omnipresente en todos ellos. Bosques, prados, ríos y orillas florecen en unas narraciones creadas para un universo rural en el que los fenómenos naturales pergeñan de magia los hechos que allí se narran. Sin embargo, conforme aparece la Revolución Industrial y ocurre el gran éxodo rural, la ciudad pasa a ser el centro neurálgico, tanto de la vida occidental, como de las obras literarias.

En un principio, esos ecosistemas antrópicos, aunque contextualizan la acción, son utilizados como yuxtaposición al medio natural. Es decir, la ciudad es un medio hostil que deben abandonar los protagonistas para reencontrarse con ese espíritu libertino y subversivo que ofrecen selvas, montañas y pantanos. Pero conforme avanza el siglo pasado, empezamos a encontrarnos con una ciudad llena de posibilidades. La fantasía se vuelve asfáltica y provee a los lectores de lugares propicios para desarrollar su imaginación.


Como ejemplo de estos álbumes urbanitas, hoy les traigo Un día, la obra de Sunjung Suh que acaba de publicar en nuestro país Océano Travesía.
Tomando como punto de partida la primera vez que un niño tiene que cruzar solo un paso de cebra para encontrarse con su amigo, el autor coreano se adentra en un universo la mar de sugerente. Franjas de pintura que cobran vida, olas que se alborotan, un océano que se llena de peces, un pulpo gigante, un extraño jardín o una caterva de figuras monstruosas. Todos caben en esta aventura urbana.

Y es que esa realidad gris y bituminosa en la que crecen muchos niños de hoy día, no debe estar exenta de imaginación. Y así, liberada de las formas angulosas y milimetradas, el paisaje adquiere carácter sinuoso y desbocado, advierte de los peligros, pero al mismo tiempo les resta importancia.

Un mundo realista en blanco y negro se contrapone a otro más onírico donde los colores campan a sus anchas, un formato que invita a encontrarse con el objeto-libro y un desfile de personajes de lo más sui generis, son algunas de las bazas para que este libro sea un divertimento surrealista donde caben las primeras veces y la transformación de lo que nos rodea.