jueves, 16 de octubre de 2008

Palabras...


¡Ya era hora de que le llegase el turno a este libro! Creo que muchos se alegrarán, la verdad sea dicha. No sólo por ser este de los pocos post en los que obvio la parrafada sobre la vida y sus cosicas que suelo encasquetar a modo de introducción, sino porque el título de hoy merece una buena dosis de atención.


Siempre he creído en los beneficios de la lengua, no sólo en los de la ternera estofada que encandila a mi padre (hay una fábula de la vida de Esopo que os recomiendo… Esopo y las lenguas…), sino en los que derivan del lenguaje. 
En la lengua tenemos fonemas, también morfemas, ciertos lexemas y otras estulticias, o por lo menos, eso nos parece a los mortales casi analfabetos… (Permítanme atacar a traición… ¡Cuánto me hizo sufrir la “Lengua Castellana” del C.O.U.!), pero lo verdaderamente importante –dejémonos de tontunas- es la palabra. 


Siempre he creído estar enamorado de las palabras, de las imágenes que se forman en mi cerebro mientras las pronuncio, las pienso, las comparto o las callo. Esa asociación de ideas es lo que verdaderamente nos hace diferentes (o por lo menos, lo intentamos, ya que empiezo a pensar que algunos/as están a millones de años de comportarse como verdaderos primates, y si no, vean la tele, hay un buen muestrario de negación evolutiva…). 
Por hacer otra afirmación categórica -cosa por la que pierdo el sentido-, diré que vivo gracias a las palabras, sin ellas, mi mundo estaría vacío. Vacío de emociones, sentimientos, frenesí, ritmo, colorido y melodía. Si no lo cree así, le propongo un juego: asocie cada una de las siguientes palabras con un momento de su vida, cualquiera que sea será bienvenido, ¡Ahí voy!:

Carta
Adiós
Beso
Canción
Tren
Mar
Balón



¡Ups! Al final me he vuelto a liar! A lo que voy. El de hoy, Chispas y cascabeles, del matrimonio formado por Ann y Paul Rand (Editorial Barbara Fiore), es un álbum que trata precisamente de eso, de palabras de todo tipo.
Acompañadas por las geniales ilustraciones de Peretz Rosenbaum (así se llamaba este hijo de carnicero judío ortodoxo hasta que años más tarde se lo cambiara para evitar el antisemitismo), creador entre otras de las imágenes corporativas de empresas como IBM, Westinghouse, American Broadcasting Company o USSB, nos incitan a desbordar líneas y colores para formar nuevas imágenes.  
Palabras sugerentes e inspiradoras que Ann Rand hila en una narración a caballo entre la rima y la entonación que, sobre todo, defiende una suerte de juego que, bebiendo de las fuentes primarias del aprendizaje lingüístico, aporta nuevas ideas que divierten y enseñan a partes iguales. 
Un clásico que la casa editorial granadina publica por primera vez en nuestra lengua en un enorme esfuerzo por no dejar atrás ni un ápice de la frescura que ha caracterizado a este libro. No se lo pierdan, porque desde que fue publicado en 1957, ha llegado incluso a inspirar hasta una representación teatral…, ¿Verdad Luz?



miércoles, 15 de octubre de 2008

De oralidad


Una vez oí que los docentes mejor valorados por los alumnos son aquellos que respetan el orden, son apasionados, tienen la amabilidad como máxime y acostumbran a ser serios en su labor. Además de estas cuatro cualidades, yo añadiría una más: ser narradores competentes. Aunque el ámbito docente ha cambiado sustancialmente, sobre todo en lo que se refiere a las nuevas técnicas de enseñanza, lo que está claro es que la voz sigue siendo el arma más eficaz para llegar a todos los rincones del aula. El docente sigue utilizando sus cuerdas vocales, la oralidad, para transmitir al alumno aquellos conceptos y procesos que debe aprender por ley (por si algunos no lo saben, hasta la ley nos dicta qué tenemos que enseñar…). Desde mis años como alumno, hasta estos días de docente, siempre he pensado que un maestro puede ser alto o bajo, con bigote y sin él, parlanchín o adusto, pero el único lujo que no se puede permitir es el de ser un narrador incompetente…, esto no quiere decir que no los haya, sino todo lo contrario: malos narradores dentro del gremio de la enseñanza, los hay a espuertas.


Por otro lado, cierto es que la capacidad de saber narrar es casi un don, con el que se nace, con el que se muere, pero también es de cajón que nadie nacemos sabiendo de todo y que la formación es una buena solución. Así que, desde aquí, hacer un llamamiento a todo el mundo docente. Compañeros, aprendan a enamorar oídos, a crear universos sobre las cortinas invisibles del aire, a tender puentes entre la imaginación de nuestros alumnos y nuestras palabras de viva voz. Maestros, hemos de trabajar para domar el circo de los sonidos, luchar por encandilar las caras de los que no nos quieren escuchar. Narremos, aunque haya poco que contar. Narremos para enseñar.
Y para empezar este ejercicio, les recomiendo a Mandana Sadat y su Del otro lado del árbol (Fondo de Cultura Económica), un buen ejemplo de que las palabras inventan mundos, de que con ellas podemos cambiar los pensamientos, los miedos, los corazones.


martes, 14 de octubre de 2008

Adiós...


Hace poco tiempo que sé del fallecimiento de Ana Pelegrín. Estudiosa de la narración oral en sus más variadas vertientes, Ana Pelegrín, fue una incansable defensora de esta tradición oral, verdadero pilar sobre el que descansa la Literatura moderna, y más concretamente la Literatura Infantil, que viajó por varios países de habla hispana para compilar cuentos, retahílas, poemas, versos, canciones y otros juegos verbales, que complementaran y cimentaran la tradición lingüística tan valiosa que reside en la memoria colectiva de los hablantes. Tras este brevísimo obituario, sólo me queda darle las gracias. Para ello, dos poemas elegidos por la propia Ana para la antología poética Raíz de amor (Alfaguara):

ESTO ES AMOR…
Desmayarse, atreverse, estar furioso,
áspero, tierno, liberal, esquivo,
alentado, mortal, difunto, vivo,
leal, traidor, cobarde y animoso;
No hallar fuera del bien centro y reposo,
mostrarse alegre, triste, humilde, altivo,
enojado, valiente, fugitivo,
satisfecho, ofendido, receloso;
Huir el rostro al claro desengaño,
beber vino por licor suave,
olvidar el provecho, amar el daño;
Creer que un cielo en un infierno cabe,
dar la vida y el alma a un desengaño;
esto es amor: quién lo probó lo sabe.
Lope de Vega
ELEGÍA
La niña rosa, sentada.
Sobre su falda
como una flor,
abierto, un atlas.
¡Cómo la miraba yo
viajar desde mi balcón!
Su dedo –blanco velero-
desde las Islas Canarias
iba a morir al Mar Negro.
¡Cómo la miraba yo
morir, desde mi balcón!
La niña –rosa sentada-.
Sobre su falda,
como una flor,
cerrado, un atlas.
Por el mar de la tarde
van las nubes llorando
un archipiélago de sangre.

Rafael Alberti

lunes, 13 de octubre de 2008

Quimeras y Grúfalos


El mundo está lleno de bellas quimeras, aunque también es cierto que muchos prefieren lo auténtico, lo único. Yo amo las dos cosas, prueba inequívoca de que no soy extremista. Hoy, como siempre, gusta lo novedoso, eso está claro, pero cuando la novedad es una mera chanza de la casualidad y la batidora, como que se pierde ese encanto... Y es que, créame, hay poco nuevo en este mundo. Está inventado casi todo, así que, o eres una genialidad creativa, o a lo único que te puedes agarrar es a la copia de licuadora, es decir, agarrar cuatro conceptos clásicos, agregar unas gotas de tu esencia y ponerlo a batir… No te preocupes, ya saldrá algo y, si sabes venderlo, podrás vivir de ello una temporada. Así funciona el asunto. Lo cierto es que, para crear, hace falta pensar, y no crea que sólo durante un cuarto de hora, no, hace falta pensar un poco más, quizá meses, quizá años…, en definitiva, pensar, que no es poco.
La Literatura Infantil está repleto de estas quimeras, bien de sucedáneos de obras de renombre, bien secuelas de éxitos editoriales o, lo más llamativo, de personajes quiméricos. Estos personajes, verdadera herencia de la mitología (griega, romana o escandinava, entre otras), siguen siendo un buen reclamo para el público de escasa edad. Tienen un no-sé-qué que hipnotiza, que acapara atenciones.
La “última” de estas quimeras es El Grúfalo (de Julia Donalson y Axel Scheffler, editorial MacMillan) y…. ¡¡¿¿Cómo??!! ¡¡¿¿No sabes qué es un grúfalo??!!...


Un grúfalo es un grúfalo.
No me digas que no lo has visto.
Tiene unos horrorosos colmillos,
unas garras como puntas de cuchillos
y unos dientes terribles y amarillos.
[…]
Tiene bultos en las rodillas, pobre infeliz;
los dedos del pie desparramados, como una raíz,
y una verruga muy venenosa
en la punta de la nariz.
[…]
Sus ojos son grandes como dos naranjas;
su lengua es negra y muy alargada,
y tiene el lomo lleno de espinas moradas.

viernes, 10 de octubre de 2008

Besos y más besos: Antonia Rodenas y Else Holmehund Minarik



Cuando era niño odiaba los besos. Eso de que te hiciesen carantoñas como si fueses una pepona no estaba hecho para mí. Además, si tu ración de besos se limitaba a cuatro viejas cansinas que eran capaces de besar hasta a un mono, pues mejor no recibir muchos besos de manera tan gratuita. Lo peor es que no podías decirlo, si no, había que agarrarse a los machos para no salir volando de algún bofetón. Es lo que tienen los niños: han de parecer contentos, si no, malo… Menos mal que cuando llegas a la adolescencia, los besos son de otro tipo: mucho más jugosos, delicados y ardientes. No te saben a momia rancia, sino a menta fresca y canela. Besos, besos y más besos, hasta que uno le va encontrando el gusto. Aún así, besos hay de muchas clases… Los hay largos, también cortos, tenemos los besos tímidos y los más efusivos. Los hay con lengua y sin ella. Los hay cálidos y fríos, con sabor a fresa y a cenicero (estos últimos deberían estar prohibidos). Encontramos besos furtivos, también sinceros y, muchas veces, besos hipócritas. Los podemos clasificar en alegres, asépticos o tristes; besos para saludar o también para despedir. En fin: besos, muchos besos.


Y hablando de besos, hoy recomiendo dos títulos, uno clásico y otro más novedoso, separados entre sí veinte años. Primero, el relativamente nuevo… Un puñado de besos, de Antonia Rodenas y con ilustraciones de Carme Solé Vendrell, cuenta los acontecimientos diarios de un colegio y del poder reparador que tienen los besos. De cómo César nota un calorcito suave en su cara y deja de llorar. También nos cuenta de los besos de Alicia, Alfredo y Nicolás. Pero los mejores de todos son los de Kati, ¿sabes por qué? Léelo y lo sabrás…


La segunda propuesta cariñosa de hoy es Un beso para osito, de Else Holmehund Minarik con ilustraciones de Maurice Sendak. Me gusta este librito porque hace tiempo ideé con sus besos un juego de presentación, que explico a continuación: reunía en un corro a los alumnos (sean de la edad que sean) y leía el libro (léalo, por favor). Tras la lectura les decía que tenía un beso guardado en mis labios, un beso bonito, caluroso, como un día de verano, y que este beso buscaba a la persona que estaba sentada a mi derecha, pero que el camino que únicamente podía seguir este beso era el de la izquierda, así que: Soy Román y tengo un beso para Charo, ¡Muak! Beso al canto… Soy Beatriz, Román me ha dado un beso para Charo ¡Muak! Otro beso hacia la izquierda… Soy Pedro, Beatriz me ha dado un beso que le ha dado Román para Charo ¡Muak!... Soy Alejandro, y Pedro me ha dado un beso que Beatriz le ha dado porque Román se lo envía a Charo ¡Muak!... Así, beso tras beso, nombre tras nombre y risa tras risa, nos conocíamos todos.Así que, bese, es una suerte poder hacerlo (y que le dejen…).

Reediciones


En ciertos momentos, tengo la sensación de que, muchos editores y editoriales, siguen este blog a diario. No sé si esto será bueno o malo para el sector librero/bibliotecario. Aunque por soñar, que no quede…, je, je, je. Qué iluso soy al pensar que el mundo editorial está al tanto de mis deseos literarios, ¡cómo si no tuviese cosa mejor que hacer!... Aunque deberían hacerlo, la verdad, en vez de dedicarse a sacar al mercado espuertas y espuertas de títulos infumables, bien les valdría recuperar obras antiguas avaladas por la crítica y los lectores. También se podrían preocupar un poco a la hora de escoger las novedades, ya que, excepto unos pocos títulos, el resto son insalvables de la quema… bueno…, seamos más condescendientes, también es cierto que todos tenemos derecho a vivir y a leer, que lectores hay de todo tipo y condición.
Todo esto, a colación de la reedición de El maravilloso viaje de Nils Holgersson a través de Suecia, una de mis novelas favoritas, en la editorial Anaya (con un tamaño de letra delicioso, nada que ver con la edición de Orbis que tengo). Siempre me ha sorprendido la historia de cómo Selma Lagerlöf creó esta obra maestra de la Literatura Infantil, quizá sea el motivo para que un servidor la considere como tal. Selma Lagerlöf, afamada escritora en lengua sueca, recibió como encargo por parte del estado, escribir una novela que sirviese a los escolares de este país, para conocer, además de la geografía de Suecia, las tradiciones, la fauna y flora del territorio, la realidad económica y los aspectos sociales más relevantes. Lagerlöf, después del éxito recibido, explicó que, para crear los personajes, se basó en El libro de la selva de Rudyard Kipling, por ello, existen ciertos paralelismos entre los personajes que acompañan a Nils en su viaje, el Mogwli nórdico protagonista de esta historia, con los creados por Kipling en su narración selvática. El símil más palpable es entre la fantástica Okka de Kebnekajse y Baggera, la inolvidable pantera de las tierras vírgenes, dos mentores, dos maestros, para dos personajes que comienzan su desarrollo emocional y se internan en el periplo iniciático de sus vidas.
Sabed que soy Okka. El pato que vuela a mi derecha es Yksi y el que vuela a mi izquierda es Kaksi. El segundo de la derecha se llama Kolmey, el de la izquierda es Neljä. Tras ellos vuelan Visii de los montes de Ovik y Kiisi de Sjangel. Sabedlo: todos ellos, lo mismo que los seis que les siguen, tres a la derecha y tres a la izquierda, son patos de las altas montañas y de la mejor familia. No se nos vaya a tomar por vagabundos que aceptan cualquier compañía, y convenceos de que no compartiremos nuestro lecho con aquel que no quiera decirnos de qué familia desciende.

jueves, 9 de octubre de 2008

Otoñales



Adoro el otoño. Siempre y cuando llegue, claro está, porque hay años que esta estación transicional ni la catamos. Me gusta alejarme del bochorno estival, de las terrazas atestadas de clientela, de los turistas, de la sequedad ambiental. Será porque soy un hombre de intermedios, por mucho que algunos me tachen de extremista. Y es que el viento fresco, las cortinas de lluvia, los tenues rayos de sol y las tardes breves, barren el paso del tiempo, limpian los minutos pasados y preparan al mundo para lo nuevo, lo venidero. Eso son las hojas caídas, alfombras por las que camina el tiempo. Y para honrarlas, dos poemas de Antonio García Teijeiro, extraídos de su Volando por las palabras:

Mi árbol tenía
sus ramas de oro.
Un viento envidioso
robó mi tesoro.
Hoy no tiene ramas.
Hoy no tiene sueños
mi árbol callado,
mi árbol pequeño.

Antonio García Teijeiro

Ayer el viento decía,
alegre, palabras de agua.
¡Que frescor en sus decires
y que altos sobre los mares
los sones de su garganta!
Antonio García Teijeiro

miércoles, 8 de octubre de 2008

Nipones



La semana pasada, sorteando las estanterías de cierta librería que visito con asiduidad, me di de bruces con una novela de última hornada. Además de estar editada con decoro, me llamó la atención su título… Un grito de amor desde el centro del mundo. De un tal Kyoichi Katayama, recordaba la contraportada que había sido la novela más vendida de todos los tiempos en Japón. La verdad es que el argumento, aunque simplista, promete: dos adolescentes se enamoran en sus años de instituto… el resto, habría que leerlo.
Algo aturdido con el “merchandising” editorial, y recién llegado a casa, encendí el ordenador y me puse manos a la obra. Eché mano de los consejos de ciertas bitácoras literarias en la red y descubrí que, hace bastantes años, otra obra de autora japonesa obtuvo la misma acogida... Hisako Matsubara, con su Samurai, también arrancó muchas lágrimas, así que, en ello estoy, deseando que sus palabras asurquen mis mejillas.



Tengo un afecto especial por la cultura nipona, no sé porqué pero me fascinan los kimonos orlados de seda, los bonsáis, las teteras de barro negro, los cerezos en flor. Me asombra el gusto japonés por la estética, su elegancia, ese comportamiento estudiado, casi robótico.
Pero si hay algún autor nipón que destaque en el mundo de la Literatura Infantil y me tenga encandilado, ese es Mitsumasa Anno. Aunque hace años era imposible encontrar en cualquier librería algún ejemplar de su obra cumbre, El viaje de Anno (1977), unos libritos de los que Juventud editó los cuatro primeros tomos allá por los 80-90, ya podemos leer de nuevo algunos estos títulos gracias a la editorial Kalandraka que acaba de reeditarlos. Por el momento lleva cuatro, Los viajes. Europa (2021), Los viajes. Italia (2022) y Los viajes. Japón (2023), Los viajes. Gran Bretaña (2024) que esperamos que supongan la antesala de los volúmenes restantes.



Si tienen a bien visitar las secciones de Literatura Infantil de las bibliotecas públicas y seguir así el camino trazado por el misterioso viajero que protagoniza estos periplos a lo largo y ancho del orbe terrestre, darán buena cuenta de su valor. Como el propio autor comentó en alguna entrevista, su necesidad de conocer el mundo fue tan grande durante una infancia entre montañas, que cuando empezó a tener algo de dinero empezó a visitar el mundo.


De esta manera Mitsumasa Anno es capaz de trasladarnos a todos esos lugares gracias a unas ilustraciones, de estilo miniaturista y repletas de detalles. Aunque el primer volumen no está dedicado a un país concreto, surgió de los viajes que realizó el autor durante 1963 a Escandinavia, Alemania e Inglaterra, e incluso se observa cierto deje a la campiña francesa. A este primero le siguieron viajes monotemáticos a Italia (1979), Gran Bretaña (1982), Estados Unidos de Norteamérica (1983), España (2003), Dinamarca (2005), un volumen que fue planeado para celebrar el centenario de H. C. Andersen y que está lleno de referencias a sus cuentos), Japón (2013) y China (2016).



En estos libros sin palabras -una decisión del propio autor que buscaba enfatizar la sensación de extrañeza y desconocimiento de cualquier viajero- observamos paisajes y monumentos de cada país descritos con todo lujo de detalles, profesiones olvidadas e indumentarias regionales, costumbres, festejos y otras referencias culturales se agolpan en unas ilustraciones coloristas y vibrantes. Obras de arte, actores de cine, personajes literarios, científicos, políticos nos saludan desde sus páginas desde una descontextualización que sorprende y alegra a cualquier visitante.



Si bien es cierto que en el primer volumen de la edición en Juventud, se incluyó un apéndice que daba pistas sobre los elementos que había ido representando en cada doble página para facilitar la comprensión del lector, el resto no lo incluían, quizá para hacer todavía mayor ese leit motiv del viaje como búsqueda incesante de experiencias personales.
Por el contrario, las ediciones actuales de Kalandraka incluyen esos apéndices en todos y cada uno de los volúmenes, lo que hace más enriquecedora su lectura y permite descubrir detalles que no están al alcance de muchos lectores, por ejemplo aquellos que no hayan visitado esos confines o no estén muy puestos en materia de arquitectura. Es más, los apéndices son diferentes entre las ediciones antigua y nueva del primer tomo, e incluso hay alguna nota del traductor que incorpora nuevas referencias.
Yo sólo les puedo decir que me encantan y espero que ustedes se hagan con ellos lo antes posible, al paso que les invito a bucear por el resto de la obra del genio nipón en ESTE ENLACE.

martes, 7 de octubre de 2008

Abuelas y abuelos





Creo que en alguna ocasión ya he hablado en este espacio de mi abuela materna, todo un fenómeno, teniendo en cuenta que, a sus ochenta y tres años, está más lozana que algunos de mis alumnos de quince… ¿Caería de pequeña en alguna marmita de poción mágica? o ¿será descendiente directa de Obelix? Inexplicable de todos modos, lo uno o lo otro. La cuestión es que ella sigue viva y coleando. A veces pienso que la supervivencia a una guerra es más eficaz para combatir a la muerte (o a la vida) que cualquier otra medicina. Tremenda paradoja esta, la ligazón de la guerra a la inmortalidad…, aun así, la tremenda es mi abuela, que manda huevos… Si es que no hay quien la mate siguiendo esa dieta macrobiótica compuesta de tortilla de calabacín, gazpachos manchegos con espinacas, sopa de ajo, hervido o potaje. ¡Con tantos anti-oxidantes no hay quién pueda! Entre eso y la gimnasia del club de jubilados, acabará por enterrarnos a todos…
Lejos de estas bromas, siempre recuerdo a mi abuela (¡Felicidades Abuela! El sábado fue tu santo…) cantándonos las retahílas que volvían loca a mi hermana. Para contentarla, si era necesario, era capaz de cantarlas más de cien veces…, sobre todo esa de “Tía Moñina…”
Hace un rato he terminado de leer Querida abuela… Tu Susi, de Christine Nöstlinger, y he de decir que me ha parecido chispeante, humorística, radiante, muy alegre y sencilla. No me extraña que vaya por la vigésima octava edición…, o quizá debería decir: ¡Menos mal que va por la vigésima octava edición!
La figura de la abuela o del abuelo es muy utilizada en la Literatura Infantil. Por lo general, la mayor parte de los abuelos son entrañables para sus nietos, muchas veces hasta cómplices, casi compañeros. Lo curioso resulta cuando, en la Literatura Infantil orientada hacia grupos de edad creciente, la figura del abuelo se troca en la de padre, y más tarde en la de los amigos, verdaderos compañeros en las novelas juveniles.Y si usted es abuelo, y le apetece leerles o contarles historias de abuelos, le sugiero Mejillas rojas (Heinz Janisch y Aljoscha Blau) y El libro del verano (Tove Jansson).

lunes, 6 de octubre de 2008

La caída del poderoso


Nada es eterno, se lo digo yo que de eso sé algo. Ni la vida, ni el trabajo, ni la cola del paro -tan de moda en estos días- y mucho menos los precios, acostumbrados al sube y baja del IPC. Qué no decir del color de las paredes, nuestras camisetas favoritas o los seres a los que queremos. Si ni el amor el eterno, ¿por qué muchos creen que gobernarán para siempre? La necedad, en algunos, la podemos considerar como una virtud: dichosos ellos, tan necios y tan felices… Incluso los más apoltronados en esos butacones de poli-piel, son levantados el día menos pensado. ¡Cuán efímero es el poder!… Y que yo lo vea.
No hay nada que me dé más satisfacción que ver derrocado a un tirano, y no sólo me refiero a los personajes de alto linaje, no, a los que más gusto da ver caer es a ese atajo de mamones que viven a costa de dar cera a chupa-sangres de baja estofa, única forma de ascender en la escala social hoy día… Y ya ves de lo que sirve, para morirse. Igual me da, que me da lo mismo. Así que, para hincharse a queso frito y lomo de orza, no hace falta pasar la lengua por esfínteres desagradecidos, más vale que se gaste uno la guita, que además de evitar el contagio de parásitos intestinales, se alimenta la dignidad y se digiere mejor, tanto el “ajo mataero”, como el amor propio.
Menos mal que, en esto de la literatura infantil, al pasar desapercibidos, los autores se permiten ciertas licencias y nos regalan diminutas perlas que brillan hasta en la oscuridad perpetua. Es el caso de Grégorie Solotareff, al que tengo que agradecerle, de manera personal, su gran contribución al mundo del libro-álbum con la obra Tú grande y yo pequeño (editorial Corimbo). Merci Grégorie. Por esa crítica al abuso del poder, al desdén de la clase política, y por la forma de evidenciar las curas de humildad a las que se expone todo aquel que aprovecha su status para erigirse a sí mismo como gobernante. Gracias también por recordarnos que la amistad y cariño verdaderos, pese al tiempo, obvian la posición social, las declinaciones políticas y hasta los actos indignos que muchos llevan a cabo mientras les cegaba el poder. Gracias.

viernes, 3 de octubre de 2008

De blogs, películas y espaguetis



Ayer me pasé parte de la mañana buscando la versión animada de un clásico, Los tres bandidos, de Tomi Ungerer (Editorial Kalandraka), y nada, en la red no hay más que pornografía… (¡Qué suerte tienen algunos!). Hace unos días lo pude ver en un blog ¿amigo?, el de Giraluna –ver apartado de enlaces- (NOTA: Querida compañera, estoy muy disgustado…, se suponía que la comunidad “blogera” dedicada a esto del mundo de la LIJ, debíamos ayudarnos, crear una utopía libre, donde compartiésemos y colaborásemos en “pro” de este género algo olvidado, pero, como sigo constatando cada vez que echo un vistazo a tu espacio, no me has incluido dentro de tus enlaces… De todas maneras, no soy rencoroso, siempre habrá un hueco para tu blog dentro del mío). Creo que esta versión cinematográfica de Los tres bandidos, es bastante antigua, pero si alguno de vosotros, queridos seguidores, la tiene en su poder, le ruego encarecidamente que me la remita, preferentemente en algún formato de video. Creo que puede ser una buena forma de ejemplificar en cierto curso de animación a la lectura que tenemos entre manos unas compañeras y el aquí presente… Espero que surta efecto esta llamada.
Para finalizar y ponerle un toque de humor a esta noticia de hoy, recomendar cierto título que descubrí hace cosa de un año y que vuelve loco a todos los niños de esta parte de la geosfera (hipérbole descriptiva): Strega Nona, del maestro Tomie De Paola, un verdadero monstruo que llega como nadie a los lectores más pequeños. Seguramente muchos no la conocerán, pero imagínese que metemos en una coctelera a una bruja muy lista, un joven despistado y poco ducho en artes mágicas, y un caldero lleno de espaguetis. Agite la mezcla y ahí lo tiene: delicioso.

jueves, 2 de octubre de 2008

Pennac, Verne y ciertos salvajes


Audi A4 gris metalizado. Autovía de Murcia. Dirección Murcia. Junio. Luna dorada, la más grande del año:
- Es uno de los derechos del lector, dice Pennac.
- ¿Conoces a Pennac? (Abriendo mucho los ojos).
- Sí, nena, sí. (Mueca desdeñosa y pícara). ¿Acaso los profesorcetes de francés os creéis los únicos con el pleno derecho de leer a Pennac? (Regresa la mueca, está vez trocada en risotada).
- Mira que sois cerdos los que leéis. (Mirada de soslayo).

Las tardes de estos días las he dedicado, o por lo menos una parte de ellas, a leer la última obra de Daniel Pennac, Mal de escuela, y aparte de poder discutir esa visión escolar desde la mirada de un zoquete que nos regala, me resta decir que esta novela sigue siendo más y más Pennac, cosa que no nos viene mal. Por no caer en la alabanza, advertirle a Daniel que, por favor, la próxima vez que hable de la Escuela y sus vicios, no obvie tanto al gremio político y sus chanzas, cada vez más insidioso y entrometido.
Tras leer a Pennac, se me han agitado las vísceras, y entre vaivenes de casquería, también se me ha despertado el alma de animador a la lectura que llevo conmigo, así que, pese a que el tiempo de docencia me limita en exceso a mi currículo, he decidido acogerme a no-sé-qué-enmienda-por-la-lectura-que-me-acabo-de-inventar y pasar entre 5-10 minutos de cada hora lectiva escuchando a mis discípulos leer en voz alta.
El experimento ha comenzado con el grupo de primer curso de bachillerato del siguiente modo: una vez leído El pozo del alma (Gustavo Martín Garzo), pequeño relato que ensalza la lectura como excelsa gimnasia del Homo sapiens, le he entregado a uno de mis alumnos un ejemplar de Viaje al centro de la Tierra, de Julio Verne, lectura en voz alta de este trimestre, al que se adjunta el listado impreso de los alumnos. Se le asignan cinco páginas al susodicho alumno, del que se espera que, tras leerlas cómodamente en su hogar, las lea para los demás al comienzo de la siguiente clase. Tras la lectura, el libro cambiará de manos, viajando así, gracias a todas las mochilas de mis alumnos, por todo el barrio y de paso, por todos ellos. Muchos preguntareis que por qué un único ejemplar, a lo que yo respondo que para compartir, no sólo la carga, sino las palabras. Al compartir el libro, se hace grupo, colaboramos en una tarea, en la tediosa tarea que parece leer un libro de doscientas y pico páginas, en compartir los mundos imaginados que otros han creado para que los disfrutemos. Y creo que hago bien.

lunes, 29 de septiembre de 2008

¡Marchando otra de viñetas!




Siempre he tenido la sensación de que, en nuestro país, las historietas de Charlie Brown no han tenido la misma aceptación que en otros territorios del mundo. Creo que esa especie de repulsa se debe a los prejuicios por uno de sus personajes, Snoopy, ya que durante un tiempo fue auténtico icono del “pijismo” en muchos entornos de esta España criticona y cateta, cosa que denota, en estado máximo, que aquí, por no leer, no se leen ni las señales de tráfico, otra prueba más de que así nos va en la circulación rodada (no sé si existirá una correlación entre tener las bibliotecas vacías y sufrir las carreteras infestadas de gilipollas al volante). Si en vez de prejuzgar, hubiésemos disfrutado con el humor inteligente que destilan todos los personajes de Peanuts, nombre que recibieron las tiras cómicas de Charles M. Schulz, creador de Lucy, Sally, Linus, Marcie, Patty y el resto de la familia de Charlie Brown, probablemente, no los hubiésemos erigido como símbolo de “niñatos” repeinados con brillantina y ropa uniformada y bien planchada. Hubiesen sido más. Nos hubiesen ayudado a comprender un poquito mejor la vida, que no es poco…
Me gusta Charlie Brown. Esa inocencia tan patente, despistado y tímido hasta la saciedad, con tan mala suerte… Es la figura del eterno perdedor, pero que pese a todo guarda una chispa de optimismo, cree que todo puede ser mejor, base del espíritu americano. Si nos fijamos con mayor detenimiento, él sería el único niño que encontramos en todas las viñetas, los demás, aunque con aspecto infantil, son verdaderos monstruos, contaminados por el saber hacer y decir adulto, son un fiel reflejo del mundo, de la crueldad que nos rodea a cada paso, por ello, loar al pequeño Charlie es un ejercicio de reconocimiento hacia el representante de la honestidad, de la simpatía, de la bondad.
¡Estoy harto de que Lucy maltrate a ese pobre chaval! ¡Estoy harto de la maldad que encierran mis iguales! ¡Viva Charlie Brown! ¡Viva!

domingo, 28 de septiembre de 2008

De viñetas



Me he percatado de lo poco considerado que soy con el género del cómic en este espacio y créame: no doy crédito, ya que me he criado entre viñetas, se lo aseguro. Ayer mismo, mientras paseaba, me crucé con el escaparate de una de las pocas tiendas que hay dedicadas al tebeo en mi ciudad y, tras echar un vistazo, descubrí con sorpresa que todavía seguían editándose sendas colecciones en tapa dura de dos de mis series favoritas en la infancia, Percevan (Fauche/Leturgie/Luguy) y Yakari (Derib/Job).
Recuerdo que me apalancaba en las sillas de la sala infantil de la Biblioteca Pública, la del parque, como todos la conocemos, y pasaba los ratos con aquel par de héroes tan especiales…. Para aquellos que no los conozcáis (será lo más probable ya que no ha existido mucho reconocimiento hacia ambos personajes…), os los presento:
Yakari es un pequeño indio, creo recordar que de la tribu sioux, que tras algún hechizo en el que interviene Gran Águila, su totem protector, adquiere la capacidad de hablar con los animales. Gracias a este don, Yakari, puede sortear los peligros que se suceden en sus aventuras, así como nos interna en las tradiciones indias, sus leyendas, e incluso, lanza mensajes ecologistas y de conservación del medio natural.
En segundo lugar, Percevan es el clásico héroe de la literatura fantástica que bebe de la estética escandinava. Entre brujos, magos, sortilegios, hechizos, espadas encantadas, y extraños seres, Percevan recorre tierras desconocidas junto a sus compañeros de viaje, su escudero y amigo, Kervin, y Guimly, un ser adorable (me recuerda a los gremmlis, ¿usted qué opina?). Como curiosidad le diré que todavía ando en ascuas con cierto final de una de sus aventuras, no he conseguido encontrar el volumen… Ese es otro de los encantos del mundo del cómic, el de lo inconcluso… y si no lo cree, hágame caso: intérnese en él.

sábado, 27 de septiembre de 2008

Buenos regalos



Emanciparse es un asco, se lo digo yo que lo he hecho un par de veces. La primera fue con los dieciocho casi recién cumplidos… Con la tontería esa de que quería ver el mundo, romper los grilletes invisibles que te anudan al cariño paterno, y vivir la vida, marché a Madrid, y allí estuve (estar no es vivir, fíjese en tal apreciación) durante seis años, mamando polvo y gases tóxicos, subiendo y bajando escaleras mecánicas, aprendiendo biología y muchas cosas necesarias para la subsistencia. Algo es algo… 
La segunda fue tan necesaria como la primera, pero más a disgusto, y pasé de la supervivencia en la gran urbe a la asfixiante situación rural, pormenores que relataré en otra historia que bien merece ser narrada…



Destetarse es necesario, aunque no deje de ser traumático (¡esas croquetas, ese cocido materno que nadie iguala…!), mas que nada por lo solitario de la vida adulta, ya que, además de la ingesta de manjares, uno necesita que alguien le dé las buenas noches, le dedique alguna perla o te recuerden una y mil veces que hay que bajar la tapa del inodoro una vez terminados los menesteres excretores.



Y hablando del calor del hogar, hoy me decanto por un libro muy “paterno-filial”, El regalo, a mi modo de ver las cosas, la obra cumbre de Gabriela Keselman (por el momento y en lo que a álbum se refiere…) junto a Pep Monserrat, para una nueva edición en Kókinos (la primigenia en La Galera).


Con páginas desplegables (ya tenemos algo de juego y de objeto-libro, que no se crean que no es poco) para ir adivinando las cualidades de ese regalo que tanto ansía Miguelito, unas ilustraciones de gran calidad (la composición y el color son estupendos), elementos tipográficos muy bien elegidos y que también forman parte del diseño, y un texto amable y simpático a rabiar, El regalo es (valga la redundancia) un regalo inmejorable. 
Además, también nos habla de esos presentes desorbitados, gigantescos, de tamaño desproporcionado, que cuanto más grandes son, más nos hacen abrir la boca. También nos habla de esos regalos exóticos que vienen de los confines del mundo, de los sitios más extravagantes. Pero también nos cuenta cosas de esos regalos que todos escondemos en lo profundo de nuestro corazón, de esos regalos que se sienten, los que hay que buscar de verdad. Espero que, si alguna vez tienen que regalar algo, encuentren estos últimos, son los que más gustan, los que llenan el alma.
Lástima que Miguelito tenga que pedirlos. Yo nunca he tenido que hacerlo.


viernes, 26 de septiembre de 2008

Con cuatro esquinas...


Los entendidos en palabras dicen que en los libros hay frases que, cuando las lees, son capaces de estremecerte. Pero ¿esto siempre sucede con la misma frase, el mismo fragmento? Mi naturaleza de científico –la poca que tengo- decidió un día poner a prueba el efecto de esas “lápidas” literarias. Empecé a recordar obras que contuviesen alguna frase sorprendente, que me hubiesen erizado el vello, y di con algunos títulos. Excavé entre los volúmenes de mi biblioteca y empecé a releer. Tras leer tres títulos y no habiendo obtenido con ninguno de ellos las mismas o semejantes sensaciones que en el día de la primera lectura, desistí, concluyendo con que, muchas obras, dependiendo del instante de su lectura, causan un efecto u otro sobre un mismo lector. Y con esa cantinela, compartida con muchos lectores ajados y experimentados, he ido desmoralizando a todos los lectores noveles que tienen su primera experiencia mística con esta o aquella novela de moda.
Hace un par de años, pidiendo consejo bibliográfico para ciertas jornadas por el llamado Plan de Lectura, Beatriz, de la Sección de Programas de la Red de Bibliotecas Municipales de Albacete, me recomendó cierto libro que no conocía, Por cuatro esquinitas de nada, de Jérôme Ruillier –Editorial Juventud-, aduciendo a su favor que fue todo un éxito en el programa de Cuentacuentos. Sopesé con ciertas dudas el título, pero finalmente, opté por buscarle un sitio en mi maleta. Una vez llegado el momento, rodeado por quince maestros y algún que otro despistado, cogí el libro entre mis manos y empecé a contar la historia que entre sus páginas estaba encerrada…: que si los redonditos por allí…, que si cuadradito por allá…., que si el uno…, que si los otros…, hasta que llegué al punto mágico del relato… Entonces, recortan cuatro esquinitas, cuatro esquinitas de nada… y se me anudó la garganta, y se me secó la lengua, y casi se me aguan los ojos… ¿Y saben qué?... Desde ese día, en todos los cursos que imparto, leo ese libro, y se me anuda la garganta, y se me seca la lengua, y casi se me aguan los ojos. Y así, con cuatro esquinitas de nada, animo a que los demás lean, a que se les anude la garganta, a que se les seque la lengua y a que se les agüen los ojos.

domingo, 21 de septiembre de 2008

Si Nicolás visitase el instituto...


Antes de dedicarme a la educación de nuestros adolescentes, tuve la gratificante oportunidad de trabajar con niños de edades comprendidas entre los tres y once años durante unos pocos meses, cosa que, aunque les parezca incomprensible, me ha ayudado con mi labor a posteriori, ya que, conociendo el origen y primeros comienzos en la educación actual, te percatas de las causas de muchas de las consecuencias finales de la misma.
Por lo general, el gremio de los docentes se encuentra escindido en dos grupos. De un lado tenemos a los maestros de la Educación Primaria y por otro, a los que se dedican a la etapa de Secundaria. También es cierto que tanto los unos como los otros, se achacan mutuamente los problemas del sistema educativo, lo que, a veces, roza el coñazo. Y desde aquí, mi misiva de viva voz: conozcan ambos mundos, que la escuela vaya a los institutos, y los centros de secundaria visiten los patios de los colegios, mézclense, sean conscientes de las dos facetas de la misma realidad, ya que, además de ser útil a la hora de desempeñar el trabajo, es necesario para comprender el libro que tengo entre mis manos en este momento, El pequeño Nicolás, de Jean Jacques Sempé y René Goscinny, una de las obras cumbre de la LIJ.
Nicolás es un niño cualquiera, con una vida cualquiera, con sus cosas buenas, sus cosas malas, su inocencia, con ganas de vivir y divertirse. Le gusta el futbol, lleva malas notas a casa, se pasa el día riñendo con sus amigos y compañeros, y tiene unos padres estupendos. Eso sí, ¡ya quisieran muchos profesores tener el humor de Nicolás!
P.S.: Decidido, comenzaré con la lectura en voz alta en clase de este libro el próximo día… Espero que les guste… je, je, je.

sábado, 20 de septiembre de 2008

Cine "Manga" y Literatura


Cada año me gusta más la feria. Su sabor a fritanga, ese aroma a rancio que destila, el “caldico” reparador, el bullicio a horas intempestivas, esa mezcla de polvo y carcoma con plásticos de nueva generación. En fin, la feria es la feria, no hay más tu tía…
A lo largo de estos días de juerga, además de deshacer los hepatocitos durante las tardes mutadas en noche, después de las comidas, me propuse recuperar energía disfrutando con obras del séptimo arte, eso sí, como el cuerpo no estaba para películas de mucho discurrir, preferí deleitarme con un ciclo del director Hayao Miyazaki, que dicho así, tan árido, seguramente os sonará a pocos… Hayao Miyazaki es uno de los directores más aclamados de cine japonés de dibujos animados -género manga-. Entre sus obras destacan El viaje de Chihiro, La princesa Mononoke o Ponyo en el acantilado. Descubriendo a este artista, esta feria, me he topado con dos sorpresas, Cuentos de Terramar y El castillo ambulante, dos ejemplos de unión entre cine y literatura juvenil, un binomio casi necesario.
El primer título bebe del mundo fantástico de Terramar, creado por la escritora Ursula K. Le Guin para ubicar sus novelas La palabra que libera, Un mago de Terramar, Las tumbas de Atuan, La costa más lejana, Tehanu y En el otro viento. Cabe decir que Le Guin es una de las mejores exponentes de literatura de ciencia ficción y fantástica de nuestro tiempo.
La segunda película, basada en la novela de Diana Wynne Jones (Howl’s moving castle), afamada escritora de literatura infantil y juvenil, nos aproxima al destino, la juventud, el valor y el amor. Destacar que, en la obra impresa, se recogen numerosas referencias a títulos de la literatura clásica, desde El señor de los anillos, hasta Hamlet.
Por último, un consejo: no desmerezcan el arte sea cual sea su origen, no olviden que tanto las palabras, como las imágenes, proceden de lo más profundo de nuestra imaginación.

martes, 9 de septiembre de 2008

Letras por los libros


Animar a lectura es una tarea bastante difícil, bien lo saben muchos escritores, por este motivo, algunos, nos acercan a la lectura desde sus propias obras. Es bastante frecuente encontrar en los libros fragmentos que nos inviten a la lectura, al mundo de las palabras. En el último libro del que estoy disfrutando, además de hallar unos renglones de estas características, he encontrado unas líneas que hablan sobre la literatura infantil… Y con ambos, les dejo hoy:

[…] Amaba el libro, pero el libro espontáneamente elegido. Ella entendía que el vicio o la virtud de leer dependían del primer libro. Aquel que llegaba a interesarse por un libro se convertía inevitablemente en esclavo de la lectura. Un libro te remitía a otro libro, un autor a otro autor, porque, en contra de lo que solía decirse, los libros nunca te resolvían problemas sino que te los creaban, de modo que la curiosidad del lector siempre quedaba insatisfecha. Y, al apelar otros títulos, iniciabas una cadena que ya no podía concluir sino con la muerte. […]

[…] Le conoció en la Biblioteca Nacional, la tarde que presentó una colección de libros de cuentos. El salón, como era lógico, estaba lleno de gente relacionada con la literatura infantil, pero la tesis que sostuvo Primo fue que los cuentos no interesaban en absoluto a los niños, que lo que los niños deseaban leer eran los libros que sus padres cerraban con llave en su biblioteca. […]

De: Señora de rojo sobre fondo gris. 1992. Miguel Delibes. Ediciones Destino: Barcelona. Col. Áncora y delfín. Vol. 677. ISBN 84-233-2100-2.
Fotografía: David Escobar y Sara López.

lunes, 8 de septiembre de 2008

Antígona y la educación de los ciudadanos


No suelo dedicarme a la lectura del género teatral… Excepto algunas obras de Shakespeare, Calderón de la Barca y Cervantes, no he leído demasiado, entre otros motivos porque se me hace algo difícil la comprensión de una obra que esta escrita para ser espectador más que lector (lo sé, soy un lector mediocre…). Pero esta semana, siguiendo una sugerencia de Luis Daniel González, toda una autoridad en lo que a LIJ se refiere, he hecho una excepción por el género y me he leído un drama, un señor drama, y comulgo con su opinión de que, Antígona (1), de Sófocles, uno de los dramaturgos clásicos griegos, es una obra más que vigente, ya que trata del enfrentamiento de los valores personales, la libertad individual, las creencias, el valor de los sentimientos y la figura de la familia, contra el poder del estado, la autoridad y el paternalismo de los gobiernos. También recomienda González su lectura como un punto de partida, como origen de una reflexión sobre la nueva asignatura que se ha enmarcado en la Educación Secundaria de nuestro país, “Educación para la Ciudadanía”, a lo que yo añado que, no sólo debe ser una lectura que incite al profesorado o al público en general a preguntarse sobre la adecuación de esta materia dentro del contexto educativo, sino una lectura obligada dentro de la misma para todo aquel alumno que la curse, si es que lo que pretenden las autoridades es formar ciudadanos, claro está… cosa que dudo.
Y para finalizar, una adenda: ¿es una necesidad educativa de primera magnitud crear y reglar una asignatura que dogmatice, que se interne en los principios del individuo? Es evidente que necesitamos nuevas estrategias que hagan frente a los cambios sociales, pero de ahí a que tenga que ser la Escuela la última responsable de hacer frente a esta realidad de propiedad comunitaria, va un trecho… Por no hablar del empeño del Estado en guiarnos como ovejas por linde... Pero en fin, habrá que aguantar que las autoridades intenten dirigir hasta “el rincón más íntimo del alma” (2), que no es poco.

(1) En: Tragedias. 1986. Sófocles. Editorial Gredos: Madrid. ISBN 84-249-0099-5
(2) De: El hereje. 1998. Miguel Delibes. Ediciones Destino: Barcelona. Col. Áncora y delfín. Vol. 827. ISBN 84-233-3036-2.

viernes, 5 de septiembre de 2008

La soledad


A Rosa...,que sé que lo está pasando mal.

A veces, descubrir facetas desconocidas de uno mismo puede resultar sorprendente, otras, esto puede ser bochornoso. Aun así, esto no nos impide seguir viviendo esa vida que tanto defiende Ayala, la de las cosas buenas, la de las cosas malas, la que se vive.

Me obnubila la naturaleza humana, no sé, es algo llamativo lo que le sucede al hombre, pura dialéctica, puro instinto animal, hecho de una mitad de aceite y otra parte igual de agua, una dura y bella quimera. Eso sí, tampoco hay que obsesionarse demasiado con semejante cuestión, si no, uno se desvive por hallar una explicación a tales propósitos vitales y lo que, en un principio era mero discurrir, se torna en hacer muchas cábalas que, a la postre, perjudica a cualquier ser humano, por lo general, poco ducho en estos menesteres. Es lo que tienen los sentimientos: incognoscibles, imposibles y, a veces, insufribles. Véase la soledad, tamaño sentimiento, omnipresente estado vital. La soledad, por antagonismo verbal, nos acompaña a todos, nos envuelve en algún momento de nuestra vida. Muchos hablan de que tenemos que apartarla, otros la obvian y los menos alaban su necesidad. De la soledad nacen las mejores palabras, se han escrito excelentes novelas y han surgido bellas ideas. También es cierto que si es buena medicina, hay veces que es peor enfermedad. La soledad quiebra corazones, desgaja pensamientos, entierra sonrisas y desbarata mentes cuerdas. Unas veces buena, otras, mala, pero hay está, así que, vivámosla, no podemos hacer otra cosa mejor.
Y para que vea que la Literatura Infantil no está exenta de soledad, le recomiendo dos novedades editoriales del género del álbum ilustrado, Soledades de Neus Moscada y Chiara Fatti –Editorial OQO- y El gran viaje del señor M, de Gilles Tibo y Luc Melanson