miércoles, 9 de octubre de 2013

De mascotas exóticas


A tenor de libros para niños repletos de mascotas y seres de compañía, regreso, aparcando esta vez a canes y felinos, con uno de mis temas favoritos, ese que lleva por título “el zoológico casero”… Y antes de despotricar, y aunque les extrañe, les recuerdo que el aquí firmante es biólogo de formación…, bastante irónico y recalcitrante, eso sí, pero también serio y academicista, algo que juega a mi favor cuando de animales trata el juego.
Bajo esa estúpida costumbre que ha quedado instaurada en los países del primer mundo, de coleccionar bajo un mismo techo los seres animados de la más dispar procedencia, queda también reflejada la consabida omnipotencia humana, esa que jode a todo bicho viviente, a excepción de ratas, moscas y cucarachas (ya nos podría haber dado por comérnoslas..).
Fuente de enriquecimiento para muchos veterinarios (después de pasarse la vida estudiando, es lógico que quieran echarse algo a la boca), los mamíferos exóticos, los reptiles ojipláticos, las sierpes kilométricas, los arácnidos descontrolados o los psitácidos deslenguados, son una carga ligera para muchos conciudadanos, esos que, criados entre bocinazos y asfalto, añoran la peligrosa (y extinta) jungla, donde más de uno moriría de un zarpazo. A todo esto y siendo conscientes de que destetan y arrancan de brazos y picos maternos a estos indefensos entes, sus “dueños” se purgan la culpa adquiriendo toneladas de Royal Canin® para estas hermosas criaturas, mientras ellos pasan las noches a base de sopa de sobre… ¡Menos mal que yo prefiero las gallináceas -desplumadas y en pepitoria-¡
En fin, que a la fuerza, ahorcan, no es ninguna novedad, sobre todo si se trata de huskies siberianos en pleno Écija, monos encadenados o camaleones burgaleses. La cuestión es matarlos, aunque sean los mejores amigos del hombre. Otra de nuestras impertinencias (como si no tuviéramos bastantes…) que me dejan temblando.



Y para sacarles una nota de humor ante tanta crueldad manifiesta, les traigo Mi boa Bob, de Randy Siegel y Serge Bloch (editorial Juventud), una agradable historia de un ofidio muy leído que, además de vocabulario, regala a su joven y cariñoso dueño una gran lección: no hay animales tontos, sino humanos poco inteligentes.

lunes, 7 de octubre de 2013

De monos a hombres... o ¿de hombres a monos?


Mientras unos se quejan de sus patéticas vidas, otros derrochan glamour por los cuatro costados, un ejercicio que, alimentándose de las envidias y aspiraciones del resto, resulta la mar de rentable, sobre todo en las crisis, sean estas monetarias, o de pensamiento (todavía no sé cuál empobrece más el espíritu…). Como el personal necesita equipararse a las estrellas del celuloide, los ricachones de turno y las putas de lujo, se encabrita más y lo paga con el vecino, que, harto de comprar en los establecimientos más cutres del barrio y sufrir al extinguido  INEM en los riñones, vive jodido a costa de la suerte de otro tercer  vecino, más desgraciado que este.
¿A cuántos de sus compañeros de trabajo les chirrían los dientes cuando se enteran de que se ha ido de paseo por El Retiro con su mujer? ¿A cuántos les molesta sobremanera que sus hijos tengan un trabajo a turnos en una fábrica de bolígrafos? ¿A cuántos les quita el sueño que se tome un soberano cocido en “Malacatín”?… Lo dicho: “Si un cuasiquiera tiene un bancalico, a otro cuasiquiera le da eco”.
Tener en el punto de mira a los demás ennegrece el alma, agria el carácter, y, lo peor de todo, no nos deja mirar hacia delante. Con total seguridad, pensar en nosotros puede ser el ejercicio más provechoso en estos momentos. Saber quiénes somos, adónde vamos y qué queremos puede contrarrestar este efecto dominó que mina una sociedad enrarecida y abyecta, que nos empieza a cansar a muchos, sobre todo a los que vamos a lo nuestro, hacemos lo posible por mejorar lo que no nos gusta y evitamos bajezas de cualquier signo y condición. Algo a lo que, posiblemente, muchos títulos de LIJ dedicados a la confianza, la autoestima y la reafirmación, nos pueden ayudar a conseguir…



De entre todos, la novedad del momento, Mono sapiens, obra de Davide Cali y Gianluca Folí y editada por Bárbara Fiore, un título que, aunque hable de la personalidad, el amor propio, la idiosincrasia, de cómo se forjan los valores personales y nuestra identidad, bien valdría como lección para esos que, vencidos por la cochina envidia y el libre albedrío, pasan de personas a monos, en un efímero abrir y cerrar de ojos.

viernes, 4 de octubre de 2013

Ser libre...


Ser libre, hacer lo que uno quiera, pasa por la billetera, ese oscuro lugar donde los hombres guardamos nuestros preceptos morales y, en caso de necesidad, dar rienda suelta a la compra-venta de principios y necesidades. Aunque bien pensado, peor sería disponer de monedas y no poder disfrutar de lo que uno quiera, cosa que suele pasar a avaros e hipócritas que, saciados de bienes y riquezas, no saben aquello de “la libertad tiene un precio”.

Deja un gran vacío el rey al salir
y la princesita se pone a escribir:

“No quiero casarme, ni tener palacios,
ni ricos brillantes, ni hermosos topacios.”

“Lo que yo deseo no puedo comprar,
nunca estuvo en venta, es la libertad.”

“Ser libre al leer, libre al escribir,
combinar palabras que yo quiera unir.”


 Beatriz Berrocal Pérez.
En: La princesa que quería escribir.
Ilustraciones de Daniel Montero Galán.
2013. Villaobispo de las Regueras (León): Amigos de Papel. 

miércoles, 2 de octubre de 2013

La montaña de la LIJ


Hace unos días se conocía el dato de que el mercado editorial ha sufrido un retroceso que lo sitúa doce años atrás (¡y yo que creía que durante los años de bonanza nadie leía ni las etiquetas de Anís del Mono®…!). En definitiva, un disgusto para todas las empresas que subsisten a la hecatombe económica y que nos arroja perspectivas poco halagüeñas a los que gustamos de encontrar libros de calidad y en cantidad… Así pasa, que llevo dos meses visitando librerías y bibliotecas, y, como nunca antes me había sucedido, siento unas repentinas ganas de salir corriendo ante este fantasmagórico declive. Más por el exceso que por la desolación, las baldas donde otrora reposaban las novedades, se resienten de tanta morralla. Montañas y montañas de libros infantiles (y no tanto…) que harían un buen papel a la hora de asar castañas, se agolpan en pro de editoriales de nuevo cuño y devoradoras multinacionales que, a mordiscos, intentan arañar algo del lector, ese superhéroe cultural que, en vez de ahorrar para las cañas del fin de semana, opta por abandonarse a su suerte, entre el ingente sinapismo de la letra impresa.
Se lo confieso. Me las veo negras para dar con algún título digno de reseñar… Los mismos argumentos de siempre, el mismo estilo narrativo, moralinas invariables, y las ilustraciones de toda la vida. Y así pasa, que ando, más que aburrido, harto. Harto de andar de aquí para allá, de revisar los catálogos de novedades de todas las editoriales conocidas, de volverme loco buscando otras desconocidas, de pedir ejemplares que nunca llegan (ni a las librerías, ni a mi casa), de recurrir a los clásicos, de pedir consejo a los sabios y entendidos… ¡Es más difícil dar con un libro bueno que subir a la cima del Teide!... Espero no morir sepultado por esas inestables pirámides de papel satinado, cuando, exhausto de tanto hurgar entre los cimientos del álbum ilustrado, haga que se tambaleen los títulos, derrumbándose por el mismo peso que hace unos años hizo renacer de sus cenizas a los libros para niños, y destruir a su paso, como si de un alud se tratase, los pequeños ladrillos que entre todos hemos cementado para, sostener en lo alto, nuestra cumbre particular.



Y para recordarles que esta escalada no ha llegado a su fin, les traigo un pequeño cerro, La montaña de Antonio Zurera (editorial Kokoro), para que hagan un alto en el camino, recuperen el aliento, se llenen de fuerzas renovadoras y retomen ese reto que todos llamamos en su día LIJ.

lunes, 30 de septiembre de 2013

Dormir o no dormir, he ahí la cuestión


Dormir es un placer, sobre todo para quien puede hacerlo… Guardias hospitalarias, recogidas de basuras, programas radiofónicos, cubatas y cerveceo, hijos lloricas, turnos en fábricas, preocupaciones y depresiones, pan fermentando y viajes incansables, son buenas (o malas, según el caso) razones para permanecer despierto y hacer un hueco a la vigilia invisible, esa que muchos desconocemos, bien por suerte, bien por desgracia.
Aunque bastante tranquilo, no debe ser agradable para neuronas, músculos y esqueleto, permanecer en vela la mayor parte de la noche, mientras el resto, la inmensa mayoría, duerme con aplomo sobre cualquier superficie horizontal. No envidio en absoluto a todos esos insomnes que, por necesidad laboral, trastornos orgánicos o voluntad propia, se cuelgan de la madrugada día a día, mes a mes, año tras año.


He visto caras mortecinas, amoratadas y en parte amarillentas, en definitiva, destrozadas, que constatan mi fortuna y suerte, más todavía cuando experimento en mis propias carnes esa horrible sensación de soñar y no poder, de girar de uno a otro lado de la cama, como si de una larva en su crisálida se tratase, y terminar -por fin- con un nuevo amanecer entre una amalgama de alivio y tortura, de alterado descanso.
Y así pasa, que con tanto asueto, un resfriado de vías altas en fase de extinción y meditación espiritual a todas horas, me han tocado dos tazas... ¿Será que necesito una buena dosis de nocturnidad y alevosía para regular el ciclo día-noche? Ya les diré el próximo día pues este fin de semana no he parado y creo que será la cura a todos mis males durante las noches que se acercan. 


Es por ello que, para darle la bienvenida a la noche, esa que nos recoge y repone, la editorial Edelvives edita en castellano la versión-revisión que Rébecca Dautremer ha hecho de El cuento durmiente, un cuento de Perrault poco conocido por estos lares que nos habla de un príncipe que, acompañado por su sirviente, llega a un pueblo en el que todos su habitantes duermen.
Aunque tarde (desconocía que existiera esta edición con la que me topé un día deambulando por las librerías de Madrid), me creo en el deber de darle un puesto en este cuaderno de bitácora, porque si bien es cierto que huyo de las adaptaciones, reconozco que la visión de la ilustradora gala es, más que deliciosa, muy sabrosa. 


Aparte de la intensidad y la poesía con la que suele colarse en nuestras estanterías, este trabajo rezuma referencias al mundo circense, al universo del cine (¿Ven ustedes por ahí El sueño eterno de Humphrey Bogart y Lauren Bacall?) o al del jazz. Desde la misma portada se convierte en un homenaje a los grandes trabajos de cartelería de la primera mitad del siglo XX que se funden con escenarios que mezclan realidad y ficción extraídos de cualquier puntos de Europa y su propia imaginación.


Si a todo ello unimos un gran trabajo de investigación (el vestuario de sus personajes me parece digno de una costurera de teatro), las alegorías (¡El abrazo entre dos boxeadores propiciado por un sueño repentino me parece tan significativo, como encantador!) y sus típicas y desdibujadas perspectivas en movimiento, me parece un inmejorable aperitivo de una noche reparadora.


viernes, 27 de septiembre de 2013

Amigos que se hacen mayores


Pasan el tiempo y los amigos, más que años, contamos veranos (a veces, también ferias). Los compromisos laborales, familiares y maritales, complican los encuentros fortuitos y hemos de recurrir a fechas señaladas y otras efemérides para hacer el tonto, discutir un poco y disfrutar los unos de los otros, dejando a un lado suegras, jefes y parientas, para, en derredor de un vaso de vino peleón, entonar eso que los muñecos de papel cantaron

“¡Que te crees tú eso, nariz de patata!
Vamos muy juntos, no nos soltamos por nada.
Somos Piqui y Pecas y Helena Melenas
Y Juan Dos Narices y Ana la Lanas.”

Los muñecos de papel
Julia Donaldson
Ilustraciones de Rebecca Cobb
2013. Barcelona: Ediciones B.

Colección B de Blok

jueves, 26 de septiembre de 2013

Malos tiempos para grandes esperanzas


Mientras que algunos pasan los años vaciando su vida a tímidos sorbos, con generosos tragos o derramándola por alguna alcantarilla, otros la llenan de sueños, ilusiones, expectativas y grandes esperanzas. No sé qué será peor, si vivir despierto o pecar de incauto, algo que le está pasando a más de un joven parado, sobre todo si hace caso de los mensajes optimistas que desde hemiciclos y púlpitos se declaman a todas horas.
No diré que pensar en positivo es peor que “pensar en verde”, pero se hace necesaria una mente preclara que acabe con tanta aberración televisiva. Hablemos alto (y eso que me aquejo de afonía): la crisis va para largo… Empleos bananeros, “overbooking” en establecimientos de segunda mano, yuppies rebuscando cebollas, y el quinto de Mahou® a todo trapo…


España está más seca que el astil de una pera y mientras tanto, nuestro joven capital humano se la rasca a dos manos en base a sus erróneas expectativas, esas que fluyen en bares y discotecas, en redes sociales y páginas de contactos. Aquí lo que triunfa es la supervivencia, ningún riesgo y todas las comodidades… Aunque bien pensado, para que me exprima el estado, liquido a mi padre (o a la abuela, que es la única que cobra).
Pero ahí no acaba la cosa… Si a estas púberes esperanzas, sumamos las gubernamentales, la cosa se va de madre… ¿Recortes salariales? ¿Minijobs? ¿Privatización? ¿PYMES? ¿Quién coño quiere darse de alta?... Afanes recaudatorios y recargos de equivalencia aparte, nuestra situación demasiado tiene que ver con el título de la obra cumbre de Dickens que, si bien proveyó de caudales al hijo adoptivo de un herrero, también lo cegó de amor y pobres pensamientos, dando a luz un gran relato, pero poniendo en evidencia las pocas miras de este joven actor altamente esperanzado.

Cambiemos el mundo y esperemos poco, pues el que mucho espera, derrocha el presente, olvida el pasado e hipoteca el futuro.

lunes, 23 de septiembre de 2013

No al cambio de hora


Retornan los madrugones de prisas y trompicones, de vaivenes insustanciales y desayunos supersónicos (no hablo de duchas ni de otras rutinas higiénicas porque el calentador del agua sigue jodido, y yo, sin gusto))… ¡Con lo bien que, enredados en las sábanas, vivimos el estío!... Una pena que todo pase y el otoño, las lluvias, los cielos cenicientos y, sobre todo, el cambio de hora, se cuelen por las rendijas del tiempo…
 Se dice, se comenta, que el gobierno planea terminar de golpe y porrazo con el odiado cambio horario, ese que mina el sistema límbico, altera los biorritmos, y nos convierte en androides somnolientos. Y yo asevero que “¡Dios quiera!”, porque en España, un país de luz y día, nunca han cuajado esas necesidades germanas de ocultar el sol antes de tiempo y trastocar el engranaje epifisario.


Me declaro a favor de un horario invernal compartido con Portugal y Reino Unido. Le declaro la guerra a la mente anochecida centroeuropea, a las efímeras tardes de invierno, a la oscuridad cavernícola. ¡Ojalá y se atrevan los mandatarios a plantar cara al autoritarismo temporal europeo! ¡El mismo que se escuda en el ahorro energético para seguir malográndonos! Sería un paso de gigante que, aunque no diluye la deuda pendiente (nos queda Merkel, Siemens® y Volkswagen® para rato…), da buena cuenta de nuestro descontento y nos otorga un efímero triunfo ante las imposiciones reinantes, esas que a modo de intereses, reformas fiscales y fondos de cohesión nos dejan la chepa como un acordeón.
Se agradecería un pequeño acto de rebeldía (aunque sólo fuera relativo a las manecillas del reloj) y de paso, disfrutar más tiempo de los paseos vespertinos y las terrazas de los bares (el único negocio que, por lo visto, medio funciona… ¡Bienvenida “burbuja hostelera”!), al paso que unificamos criterios con nuestros vecinos lusos y aupamos nuestro carácter mediterráneo. 
Ante algo tan subjetivo como el uso del reloj, sólo podemos decir que, por soñar, que no quede... Mientras unos necesitan más de la cuenta, otros se dedican a derrocharlo sin medida, unos exprimen los minutos y otros ven pasar las horas como sinuosas bandadas de tordos. Es por ello que hoy, haciendo referencia a esa relatividad temporal, les invito a leer, Tic-Tac una propuesta de Grégoire Rizac y Jörg (editorial Takatuka), que desvela desencuentros familiares en torno al tiempo y su desmedida.

viernes, 20 de septiembre de 2013

Recuerdos del verano


Aún suena el mar en mis oídos. Sala el Mediterráneo mis labios. Y me trae recuerdos de la calma, del verano… Del arroz a banda, de las lonjas de pescado, de ese sol que enamora a las gentes del norte, de esa brisa, de ese barco…

A este niño inquieto
lo cubre el pañal
de pies a cabeza,
pétalos de sal.

Su red de amor
le teje a mi niño,
vaivén de la hamaca
duerme el pececillo.

Alas, olas, hilos
cubren al pequeño;
arrulla su llanto
la espuma del sueño.

Llega la sirena,
después el delfín,
le traen arena
en un calcetín.

De pies a cabeza
lo cubre el pañal,
a este pececillo
lo arrulla la mar.

Ramón Suárez.
Arrullo marino.
En: Palabras para armar tu canto.
Ilustraciones de Cecilia Rébora,
2012. Pontevedra: Kalandraka.


miércoles, 18 de septiembre de 2013

Aprendiendo con las ilustraciones


Siempre sido un gran defensor del libro-albúm de divulgación o libro de entendimiento. Y lo seguiré siendo aunque esta denominación se vaya diluyendo debido a la ingente cantidad de libros que se publican y que solapan tanto conceptos como finalidades (he ahí el problema de la indefinición de “Literatura Infantil y Juvenil”…, todos los años, lo mismo…).
El álbum ilustrado de divulgación es un libro que, aunque carece en gran parte de un sentido literario estricto, explica de manera expositiva una parcela del mundo real a través del alto contenido gráfico/ilustrado que posee. Y muchos dirán: ¿Qué diferencia a estos libros de los tan odiados libros de texto?... Ahí voy,  ¡de cabeza!
Aunque muchos constatamos que la principal diferencia reside en el formato (cualquier libro de texto no baja de las cien páginas), me gustaría apuntar varios comentarios sobre la segunda, es decir, el tratamiento de las imágenes. En el libro de entendimiento, las imágenes ayudan a la comprensión lectora pero sin dogmatismos; abren la mente del lector y la enriquecen; y no se crea un hueco a modo de calzador, sino que penetran de manera sutil.
Y me rebatirán: Sí, sí… pero, ¿y las de los libros de texto? ¿Qué libro de texto no tiene ilustraciones hoy día?… La mayor parte las tienen, aunque usadas como un mero añadido que embellece pero no ilustra (podríamos llamarlas “dibujos”). También señalar que la mayor parte están realizadas con ordenador, una técnica de bajo coste y sencilla que poco tiene que ver con las que desarrollan los autores de los álbumes del aprendizaje, donde el humor, los detalles y la interacción con el lector, es más que palpable.
De entre los grandes autores de los libros de conocimientos que disfruté durante la niñez (o ya como adulto), podría citar a David Macaulay, Steve Jenkins, o, cómo no, a Richard Scarry (mi favorito) que regresa a las estanterías de nuestro país gracias a la publicación de El gran libro de la escuela (editorial Kókinos), una suerte de páginas llenas de animales con ansía de aprender, jugar y sonreír (espero que algo parecido les ocurra a mis alumnos…).

lunes, 16 de septiembre de 2013

Empezando el curso y terminando la feria


Tras dos meses y medio de vacaciones queda inaugurado el nuevo curso escolar, y con él, se abre la puerta de este lugar donde la L de libros, letras y lecturas, campa a sus anchas. Aunque con bastante desgana (no olvidemos que la depresión postvacacional hace estragos en cualquiera), intentaré mantenerles informados de todo lo que acontezca en la actualidad lijera, y, por qué no, de todo lo que nos rodea y provoca encontradas opiniones (no tiemblen, sólo les tensaré la fibra cuando sea estrictamente necesario, que luego muchos hacen acopio de insultos gratuitos e inmerecidos y ya estoy viejo para guerrear contra la estupidez humana…).
¿Y qué mejor para terminar las vacaciones y empezar con la rutina septembrina, que una feria? Llenas de luces, de bullicio, de bailoteo a doquier, de coches de choque y norias incansables, de mazorcas asadas, de manzanas de caramelo, de vino dulce y barquillos, de bolas de anís y berenjenas encurtidas, de caballos al mediodía, y de charangas bullangueras, las ferias llenan nuestra geografía hasta la entrada de octubre, acompañan la vendimia y auguran un otoño de recogimiento y trabajo, que, aunque nos pese, necesitamos más que nunca.
Ferias hay para todos los gustos…, de postureo o callejeras, de corto o de largo…, las tenemos breves e interminables, taurinas o ecuestres, de botellón y de gasto desmedido. Las hay sucias y muy limpias, alegres y no tanto, a rebosar y también vacías, mayoritarias y para las minorías. Pero eso sí, como la de Albacete, ninguna.



 Ya termina la feria…, sólo quedan dos días. Es por ello que, si les pilla cerquita y tienen ganas de jolgorio, no duden en visitarla, y ver así su tronío y valía. Y si no, siempre pueden conformarse con Luces de feria, una propuesta de Fran Nuño y Enrique Quevedo (editada por Cuento de Luz) que, aunque no es lo mismo, transmite ese sentimiento que llena todas ellas.

viernes, 28 de junio de 2013

De vacaciones...


Siguiendo mis propios consejos, esos que abogan por gastarse la paga extraordinaria (si es que la cobramos) y dejar transcurrir los meses de un verano que se antoja movidito tanto climática, como políticamente, en nuestra excelente oferta turística, he decidido visitar un par de playas en los días venideros, dejar a un lado libros, reseñas, opiniones y estudios literarios, y apoyar así al sol y la mar patrios, que bastante guita he soltado ya en esos países centroeuropeos que tan poca estima nos tienen… ¿Seguirá siendo tan azul el Mediterráneo? ¿Tan cálido y radiante? Espero que ustedes, allá donde estén, desde el lugar donde tecleen la dirección de esta página, no me echen demasiado de menos. Volveré en septiembre. Lo prometo… ¡Feliz verano! (o invierno austral…).

¿De qué está hecho el mar?
El mar no es de agua ni de sal,
es de estrellas que quieren brillar.
De estrellas de plata
convertidas en peces.
De estrellas verdes
hilvanadas en algas.
De estrellas blancas
que enardecen espumas.
De estrellas de arena
que tapizan sus urnas,
¿Quién cogerá las estrellas del mar?
Aquel marinero que va a navegar.


Ana María Fernández.
Navegar.
En: Amar y otros verbos.
Ilustraciones de Xosé Cobas.
2002. León: Everest.
Ilustración de la entrada: Gary Blythe.

jueves, 27 de junio de 2013

Eventos veraniegos LIJ


Aunque el mundo de la LIJ se repliegue durante el verano a consecuencia de un finito curso escolar y para que muchas editoriales actualicen sus  colecciones (no se asusten: se siguen vendiendo libros y muchos leen para paliar los efectos del calor), son muchas las citas relacionadas con el mundo literario infantil que podemos encontrar tanto dentro, como fuera de nuestras fronteras y con las que pueden seguir disfrutando y mantenerse al día. Entre las principales (y que me constan), tenemos:
-       Los cursos que nos ofrecen desde Atrapavientos (se lo debía…), entre los que tenemos de tipo presencial como el titulado Escribir no ficción en libros para niños e impartido por Ana Garralón, o a distancia, a destacar Cómo se cocina un premio literario.
-     La primera edición del Campamento de Lectura organizada desde la Casa del Lector, junto con el Ministerio de Educación, Cultura y Deporte, Leer.es y el CENIIE, que combina lectura, escritura y creatividad al servicio de niños y jóvenes, dentro del marco del ocio veraniego.
-    Del 1 al 12 de julio, vuelve a Valladolid Ilustratour, la muestra sobre ilustración que reúne exposiciones, talleres con Chris Haughton, Kitty Crowther, Oliver Jeffers  o Puño, y concursos para decir el mejor pato pollo ilustrado del 2014.
-      Y para finalizar la cita internacional que nos brinda la 23ª edición de la Feria del Libro Infantil que se llevará a cabo en la ciudad argentina de Buenos Aires desde el 8 al 27 de julio, donde se podrán encontrar todo tipo de actividades relacionadas con los libros para niños.

miércoles, 26 de junio de 2013

Ocio estival

Muchos de ustedes, lectores, andarán preguntándose qué hacer durante las vacaciones de verano, un lapso temporal que, aunque muchos adoran fervientemente, para otros se convierte en el peor de los castigos… Que si a tu madre no hay quien la soporte. Que si no tengo a quién endosarle los nenes. Que si playa o montaña. Que si hotel o apartamento. Que si la piscina no está limpia. Que si mosquitos y otros chupópteros. Que si los precios están por las nubes… Es innegable que, muchas veces, la mejor de las decisiones pasa por quedarse en casa y hacer lo que más le apetece a uno. Que ya es bastante.
Aunque muchos se contentan con estirar el cuello en cruceros transmediterráneos o paquetes turísticos que van unidos a destinos tercermundistas, otros viven mirando a sus posibilidades económicas, dejando así la ostentación y los altos vuelos para seres de mayor fortuna o nivel cultural inferior… ¿Se habrá llenado la Costa Azul de catetos? ¿Acaso no es más factible disfrutar del tiempo libre cerca del hogar e invertir una parte de la paga extraordinaria en hacer cosas que no están al alcance de nuestras posibilidades durante el resto del año…?
Hay mucha (a veces demasiada) gente que tiene en deseo mover los pinceles, llenar la paleta de colores, pringarse con el óleo y dar brochazos en el lienzo, ¿por qué no emplean el mes de julio para experimentar con la pintura? Hay cientos de cursos intensivos que, si bien son incapaces de formar a artistas, nos quitan ese gusanillo que desde la infancia nos come por dentro. ¡Tomen ejemplo de Rojo, azul y un poco de amarillo, de Bjorn Sortland y Lars Elling (Ediciones de la Torre) y descubran las posibilidades del arte!


¿Siempre han querido estar encima de las tablas? ¿Recitar fragmentos de los grandes autores teatrales? ¡Esta es su oportunidad! ¡Anímense, dejen la pereza estival a un lado y matricúlense en la oferta formativa que muchos grupos de teatro profesionales, aficionados y academias de arte dramático proponen durante agosto! Y si todavía les queda una pequeña duda, sólo han de leer El pobre Pedro, la obra que Peter Schössow basándose en el clásico del Romanticismo, Heinrich Heine, ha ideado para Lóguez. Esa desazón se disipará por completo.



Y si no les gustan ninguna de las opciones anteriores y emulando a Las siestas de Polly, un libro de Peter Newell y editado por Impedimenta en su colección El mapa del tesoro, siempre pueden acurrucarse en su lado favorito del sofá, sobre una hamaca o bajo la sombra de un cinamomo, y soñar que las horas vespertinas son increíbles aventuras que nos llenan la vida veraniega.


lunes, 24 de junio de 2013

Recursos repetidos con mucho gancho


Los que nos dedicamos (desinteresada o interesadamente) a esto de la Literatura Infantil y Juvenil, podemos dar buena cuenta de lo difícil que es encontrar libros de calidad que nos saquen una sonrisa, una de las premisas que, como bien saben los que me siguen semana tras semana, es uno de mis mandamientos a la hora de seleccionar los títulos que nos acompañan.
Aunque no suelo ser repetitivo en mis recomendaciones (me ponen enfermo esas páginas especializadas que no ven más allá de los cuatro autores impuestos por las tendencias, las casas editoriales o las madres ñoñas), hoy me he decantado por una obra de Jon Klassen (un autor por el qué apostamos muy pocos durante el pasado año) para darle vida a este lugar (es innecesario echar mano de tetas y culos…). Seguramente recuerdan al autor de Yo quiero mi gorro, ese álbum ilustrado que reseñé en su día aquí y que tenía como protagonista a un oso más cabreado que una mona porque un incauto se había apropiado de su gorro rojo. Durante este 2013, la editorial Milrazones nos trae Este no es mi bombín, un álbum ilustrado que ha recibido la Medalla Caldecott (siempre se agradece el valor orientativo de los premios, aunque muchas veces enmascaren intereses y corruptelas), entre otras distinciones.


Esta historia, como otras del mismo autor, se aproxima al humor de golpe y porrazo tiznado de negro, utilizando para ello una ilustración de líneas sencillas y contrastes medios. Si a ello añadimos la parquedad de las palabras, más bien lanzadas en vez de pronunciadas, y la repetitividad (como las secuencias en el cine mudo), tenemos una obra de suspense que echa mano de la irreverencia de los dibujos animados de Hannah-Barbera, para convertirse en un éxito editorial.
Es innegable que en esta industria de los libros para niños, los creadores utilizan recursos narrativos estandarizados que pueden estimular el intelecto infantil sin sostenerse en ideas o conceptos complejos… ¿Quién dijo que las segundas partes nunca fueron buenas? En este caso lo son, incluso con mayor mérito si cabe, dado que mejora unas técnicas y maniobras anteriormente utilizadas. Así que conviértanse en espectadores de este juego del gato y el ratón ambientado bajo las aguas del océano y refrésquense este verano. Yo, por lo pronto, ¡voy a celebrar mi cumpleaños!

viernes, 21 de junio de 2013

Calor y olas


El día que no nos quejamos, reventamos. Hace un par de días todo el mundo echándose las manos a la cabeza porque no había quien soportase una temperaturas saharianas y hoy lloriqueando porque vuelve a refrescar… ¡Qué asco de inconformismo!... Durante el verano que empieza hoy, siéntese a orillas del mar, respire profundamente y contemple como las olas van y vienen, como vienen y van…

Las olas van y vienen,
vienen y van.
El sol sale cada día.
La luna engorda y adelgaza.
Los carruseles dan vueltas.
Los recuerdos vuelven a la memoria.
Un hombre se despidió para siempre.
-¡Adiós! –exclamó muy enfadado-.¡Prometo
que nunca volveré!
Y lo cumplió.
Pero la mujer que lo amaba
lo recordó siempre.
Siempre.
Siempre.
Las olas vienen y van,
van y vienen
para recordarnos
que todo regresa,
no importa de qué modo.
Nada se va para siempre.

Victoria Pérez Escrivá
Por qué las olas van y vienen.
En: Por qué nos preguntamos las cosas.
Ilustraciones de Javier Zabala.
2013. Madrid: Thule.

miércoles, 19 de junio de 2013

De ladrones de guante blanco


Todavía no sé por qué les sorprende lo de Bárcenas, ese personaje la mar de repeinado que se pasea de juzgado en juzgado dando sopas con ondas a todo el que se tercie, incluido los acólitos de su propio partido (¡qué grande es este tío!). Lo mejor de todo es que, como buen ladrón de guante blanco, se la suda todo, y no es de extrañar dada su afición por todo territorio que venga a llamarse paraíso fiscal.
Sí, sí… Discúlpenme las carcajadas… Es inevitable que me de la risa con tanta desfachatez y caradura… Aunque…, bien pensado: ¿acaso algún español es totalmente honrado? Dense golpes de pecho, conmisérense de sí mismos y reduzcan sus pensamientos al examen de conciencia: aún no he visto trabajador en este país que deje sus manos quietas ante una ganga cuya propiedad ostenta su empresa… Los albañiles, ladrillos, los maestros, lápices, los dependientes, ropa, los informáticos, pendrives…Un sinfín de hurtos en pequeña escala que, aunque pensemos que no hacen daño a la empresa de nuestros amores, la diezman y esquilman hasta la bancarrota, una realidad en ultramarinos, tintorerías o bares de toda clase.


Es por ello que Robert Louis Stevenson dedicó gran parte de su vida a criticar con ironía a todos aquellos que esquilman y roban a los demás, sin pararse a pensar en ciertos códigos de honor que hasta los mismísimos piratas de aguas bravas abanderan como consigna. Y dejándoles con parte de uno de sus poemas, convertido en libro por la editorial Libros del Zorro Rojo (me recuerda a Espronceda), me despido hasta un nuevo cañonazo.

Guerra y terror, muerte y dolor,
en mar y tierra y a babor,
los tiburones asesinos,
los enemigos viperinos,
la muerte horrible, el sol fatal,
el trueno del cañón mortal,
los bucaneros sanguinarios,
y el más atroz de los corsarios,
todo eso puedo soportar.
En cambio a ti… ¡te voy a dar!.

Robert Louis Stevenson.
En: El pirata y el boticario.
Ilustraciones de Henning Wagenbreth
2013. Madrid: Libros del Zorro Rojo.

lunes, 17 de junio de 2013

Niños que dejan de ser niños


Esto de España no tiene nombre. Y es que en este país, hay más tontería que la que tiene el rabo de una vaca. Eso de que la tontería es gratis y que cada uno coge la que le viene en gana, lo sabemos todos, desde padres hasta abuelos, o seres del celuloide. Una idiosincrasia que no sólo se deja entrever en los peinados rubios de las enfermeras, los yates de algunos médicos, la ecografías en tres dimensiones, seguros médicos de quiero-y-no-puedo, los perros de pura raza que comen mejor que sus amos, las toneladas y toneladas de ropa sin estrenar que se guardan en los armarios, pubis depilados a golpe de láser (luego dicen que el cáncer abunda…), preadolescentes tatuados hasta el cóccix, bicicletas que valen millonadas y que viven cubriéndose de polvo en los trasteros, y juguetes de última generación que sólo se utilizan el día de reyes, sino en lo decadente de una sociedad que se supone avanzada y con autoridad moral superior.
Lo digo a sabiendas, no sólo cuando veo los cuartos de baño que los pobres se gastan para parecer ricos, ni de esos votantes socialistas que se decantan por la escuela concertada y católica (manda huevos que luego se coloquen la camiseta verde para cubrir el expediente…), sino al contemplar ese crute-lux que, a golpe de exclusividad y primeras marcas, cubre de un sobrio celofán  los colores ácidos y naïf del pensar nacional, tan hortera como pueblerino.
Y claro, con tanto aspirantón, tanta Anatomía de Grey, tanto Masterchef, tanto coche de alta gama, tanta celebración y tanto beso de Judas, nuestros hijos, esos de los que dependeremos en unos años, crecen en un ambiente de abundancia, hipocresía y ficción, para dejar de ser niños a edades tempranas y pasar a ser engendros que no saben distinguir un reproche de una caricia. Chantajistas, consentidos, descarados y perversos, los niños de hoy día son todo menos niños, algo que La roca, esa a la que Jorge Luján (texto) y Chiara Carrer (Ilustraciones) han dado vida de la mano de la editorial Kókinos, y que, con una sola pregunta, sabe discernir entre la mente infantil y un alma corrompida por los excesos y este cretino mundo… O al menos, eso es lo que creo haber leído…

viernes, 14 de junio de 2013

Cambiando de pantuflas


¡Habrá que hacer un trasvase de indumentaria entre los armarios y proveerlos de mangas cortas, tirantes y sandalias que nos alivien y aligeren la pesada calima que supone el esperado verano! Nos quejábamos amargamente del frío invierno y el calor ha asomado con extrema virulencia, tanta, que nos ha pillado de improviso vistiendo bata, calcetines y pantuflas, en las que, a veces, se cobijan los perros…

Chiquilín es negro, ocre y amarillo.
Cuando llegó era tan pequeño
que cabía en mis pantuflas de perrito.

Ya no recuerda
que lo atropelló una camioneta
ni que lo pusimos en una caja
con abrigo y leche fresca.

Ahora es tan grande
que no cabe siquiera en su nombre
¡y cómo aúlla cuando pasan los bomberos
Soltando su sirena en la noche!

Jorge Luján.
En: Pantuflas de perrito.
Ilustraciones de Isol.
2013. Buenos Aires: Pequeño Editor.

jueves, 13 de junio de 2013

"XXII Maratón de los Cuentos" de Guadalajara (España)


Otro año más la ciudad de Guadalajara (España), celebra la XXII edición de su "Maratón de los Cuentos” una cita ineludible para todo narrador y cuentacuentos. Durante los días 15, 16 y 17 de junio, los lugares emblemáticos de esta ciudad (desde el Palacio del Infantado hasta la Iglesia de San Francisco o el Convento de la Piedad), sus calles y jardines se llenarán de unas historias que, este año, vienen abanderadas por la narración oral procedente de Sudáfrica, algo a lo que alude el cartel anunciador, un tanto rupestre y elaborado por Juan Carlos Fuentes. Les animo a participar en esta fiesta de la palabra que durante cuarenta y ocho horas consecutivas reúne a cientos de personas contando, escuchando y sintiendo ese hilo invisible  que une el alma y las cuerdas vocales: los cuentos.