Recién aterrizo de un fin de semana mortífero donde las risas y los amigos han sido los mejores ingredientes para el despiporr, y me encuentro con la polémica desatada en Twitter por Miguel López, El Hematocrítico a tenor de ESTE ARTÍCULO en la edición digital de la revista masculina GQ y donde empentaba contra Mi primer autor, una colección de libros de “literatura infantil” escritos por reconocidos autores de la llamada literatura adulta, dirigida por Arturo Pérez Reverte y editada por el diario El País.
Para no andarme con rodeos, parafraseos ni libres interpretaciones, les comino a que lean el escrito y visiten su perfil en la citada red social. Nada como leer de primera mano las opiniones vertidas por los diferentes actores para crearse una opinión propia. Como un servidor no puede dar rienda suelta a sus pensamientos en tan pocos caracteres, las iré devanando en el post de hoy.
Antes de empezar diré que la citada colección es un refrito de otras colecciones editadas en dos momentos diferentes (2010 y 2014), y a la que en este 2021 se han añadido algunos títulos nuevos. Ya entonces suscitó mucha polémica, algo que pueden constatar en estos artículos que la Revista Babar y Ana Garralón incluyeron en sus respectivos espacios.
Desde mi punto de vista, el problema no solo está en quien escriba los libros, sino en cómo y por qué salen a la luz estos productos, qué intereses comerciales llevan a su publicación. Aquí un poquito de historia… ¿Se acuerdan de Alfaguara, el gran sello editorial? Sí, el que hoy día pertenece a Penguin Random House fue del grupo PRISA hasta 2014. Tanto El País, diario que publicó y publica estos libros, como la citada editorial, pertenecían al mismo holding de comunicación. Esto quiere decir que gran parte de los autores que escribieron estos libritos, publicaban ya con Alfaguara. A saber los intereses editoriales que han traído a todos estos escritores hasta una colección dirigida al público infantil… A buen entendedor...
Otra cuestión a tener en cuenta es la orientación comercial de los productos. Mucha grandilocuencia y adjetivos por todo lo alto, son el santo y seña de unas campañas de marketing cuyo único leitmotiv es el de vender a troche y moche. No es la primera vez que esto ocurre con estas colecciones (aquí tienen otro ejemplo de estrategias mal llevadas). Simplemente las grandes casas editoriales las utilizan para hacer el agosto a costa del consumo dosificado, el cliente fidelizado y la superpaternidad imperantes. Por tanto no debemos responsabilizar a los autores de estas prácticas tan poco ortodoxas.
Sobre las diferencias que han surgido entre autores de uno y otro lado, se pueden decir bastantes cosas… La primera es que la literatura infantil y la literatura para adultos, aunque pertenecen al mismo ecosistema cultural, son nichos diferentes que necesitan perspectivas igualmente distintas. No todo el mundo sabe escribir ni conectar con el lector infantil, y lo mismo sucede con el adulto. Espero que muchos de estos autores se hayan dado cuenta tras constatar las ventas paupérrimas de las anteriores ediciones de esta colección.
La segunda es que entiendo que muchos escritores de LIJ se sientan molestos porque otros colegas hagan incursiones en su parcela literaria. En cierto modo resulta algo desleal, invasivo, e incluso, se podría hablar de intrusismo. Yo quiero pensar que se trata de una triquiñuela más del sector editorial para copar todos los recovecos, quizá un experimento o simplemente un capricho (No veo por qué un poeta no puede escribir prosa...).
Por último y si yo fuera de esos que han estado escribiendo para niños largo y tendido, lo que más me tocaría las narices es que, después de tantos años dedicado a un tipo de literatura que tiene muchas teclas, lleguen las grandes firmas a dar lecciones de escritura, moralina y censura. Suena un poco pretencioso, torpe y nada elegante. En este mundo hay que tener cierta humildad, máxime cuando ya te has hinchado a vender en la época de vacas gordas.
Una pena que algunos (de un lado y otro) se hayan lanzado a morder sin piedad... Liar la de San Quintín no lleva a ningún sitio, sobre todo porque lo que podría ser un debate bastante productivo, se llena de mierda tuitera (que es lo que mola a la hora de vender cualquier milonga) y no de preguntas, respuestas e ideas. Sería más enriquecedor dejar de medírsela y plantear qué se puede mejorar dentro de los libros para niños.
¡Ah, se me olvidaba! Sobre estos libros decirles que leí algunos en el pasado y no me parecieron nada reseñables, menos todavía si tenemos en cuenta que pertenecen al álbum ilustrado, uno de mis formatos/géneros fetiche y en el que muy pocos de los autores que se citan en el artículo –tanto los de un bando, como los del otro-, han hecho buenas incursiones. Cositas de la vida, será que la Literatura Infantil y Juvenil mira más allá de la novela…
NOTA: Todas las imágenes que acompañan a esta entrada son obras de la artista plástica Liu Ye, concretamente de su serie Book Paintings, un conjunto de pinturas al óleo que representan diferentes libros con estilo hiperrealista.
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