Ya empiezan a dorarse los campos. Repletos de las semillas que engordaron tras la primavera. Henchidas de agua y vida, se aprietan en cápsulas, cabezuelas y espigas, esperando que el viento las arrastre lejos, muy lejos, para brotar desde las grietas del terreno. Y mientras, yo pensando que muchos no saben que una semilla es una planta diminuta encerrada en un cascarón, que sólo necesita agua para hincharse y romperlo. Tampoco que están formadas por dos partes, el propio embrión y el endospermo, un tejido que nutre al embrión. Ni siquiera que la formación de las semillas en las plantas con flores es un proceso de doble fecundación en el que participan dos espermatozoides. Pero dejémonos de ciencias, que hoy toca una pizca de poesía.
La semilla nace.
Dentro de su corazón
vive un caracol blanco.
Que avanzará:
Pachín pachín
hacia la primavera.
Pachín pachín
hacia la luz.
La semilla viaja
por un camino de aire
un camino de agua.
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