jueves, 24 de junio de 2021

Las luces y sombras de cumplir años


Hoy cumplo años. Conforme se agolpan en el carnet de identidad, ese que nunca engaña, uno se pone a pensar. Muchas sensaciones se vienen a la cabeza. Soledad, vejez, experiencia, alegría, tristeza, añoranza, esperanza, miedo, fuerza… Un sinfín de sustantivos que hablan del futuro, presente y pasado de mí mismo y con los que tengo que convivir durante los 364 días restantes.
No es que me importe (la verdad es que mantengo mi cerebro tan ocupado que se me olvidan), pero sí que está bien ponerse un ratito el año a calentarse el casco y reflexionar sobre quién eres y adónde te diriges, un ejercicio del que no debemos abusar pero que puntualmente nos preña de cierto caos que generalmente se traduce en catarsis.


Todo suena muy artístico. Me podría poner a escribir una novela, pintar un cuadro o componer una sonata, pero como no hay mucho tiempo en estos días de correprisas, hoy les escribo una reseña sobre un regalo, concretamente el que me hizo Maite, la seguidora que se esconde tras este perfil de Instagram (no duden en seguirla porque además de ser encantadora, tiene un gusto exquisito), por mi no-cumpleaños hace unos meses.
La primera vez que me encontré con Querida Mili fue en una biblioteca parisina hace la tira de años, quizá quince o más. Estaba junto Al otro lado, una delicia más de Maurice Sendak. Ambas tenían cierto parecido, aunque las separaban unos siete años. Al otro lado era una historia de miedos y deseos infantiles que daba fin a la trilogía formada por Donde viven los monstruos y La cocina de noche, y según muchos especialistas, con Querida Mili, Sendak iniciaría una segunda trilogía (vean En el vertedero con Juan y Pedro) en la que narraría el testimonio de la Segunda Guerra Mundial, la desesperanza ocasionada por el Holocausto y la increíble resistencia del pueblo judío a la masacre, sobre todo la de los niños.


La historia de Wilhelm Grimm, el hermano de Jakob, que incluye este álbum, estuvo oculta durante más de 150 años. La escribiría en un carta que envió a una niña, la tal Mili, en 1816 (de ahí el título del libro) y que su familia conservaría hasta el 28 de septiembre de 1983 en el que se hizo público el descubrimiento.
Trata de una joven llamada Mili que, alentada por su madre, escapa de la guerra escondiéndose en el bosque y, ayudada por la intercesión divina, logra sobrevivir. Sendak sintió que la historia de Mili resonaba a la historia de la vida real de Ana Frank, cuyo escondite visitó en Amsterdam e intentó rendirle cierto tributo en este libro.
Por otro lado, Sendak se llenó del estilo de los grandes pintores europeos para rendir un sincero tributo al arte de los prerrafaelitas, las filigranas y guirnaldas del art nouveu, las composiciones estudiadas del barroco, y referencias a Rembrandt y Van Gogh. Sintetizando, Sendak construye un nuevo universo a partir de sus raíces europeas y ensalza una historia donde conviven ficción y realidad.


Llaman poderosamente la atención dos escenas. En una de ellas Mili está con su ángel de la guarda en el bosque, mientras San José mira desde la izquierda. En el centro Sendak construye sutilmente un monumento al Holocausto y las protagonistas se arrodillan silenciosamente frente a las lápidas con símbolos hebreos. Al fondo podemos ver un coro de niños que Sendak recreó a partir de una fotografía antigua de jóvenes víctimas francesas de la Holocausto, y dirigido por el mismísimo Mozart, su gran ídolo, una presencia divina que comparte protagonismo con el propio San José o el ángel aunque se encuentre de espaldas al espectador.


En la segunda, Mili se pierde en un bosque oscuro y nos sumergimos en una desesperada situación: el ángel de la guarda la ha abandonado cayendo dormido detrás de un tronco, el enmarañado bosque se cierne sobre Mili, los árboles sugieren los cuerpos demacrados de las víctimas de los campos de concentración, un grupo de figuras humanas demacradas cruza el puente y detrás de la espesura aparece la torre de guardia de Auschwitz. Ese bosque es simplemente un lugar espeluznante, embrujado y sobre todo, inquietante.
Sin embargo, Sendak aporta mucha luz a este mundo de sombras, un halo esperanzador que lleno de colores brillantes, de flores hermosas, amarilis y rosas por todos lados, un vergel de colores cálidos, de amaneceres luminosos que acaba con ese universo gris y devastador. Porque Sendak sabía que la vida, como los cumpleaños, además de sombras, tiene mucha luz.



1 comentario:

LeoLibros dijo...

Maravillosa entrada, y muchas felicidades en tu día!