miércoles, 18 de marzo de 2009

Poder y no querer


La escuela es un coñazo. ¡Que se lo digan a muchos y muchas! Hartos de tanto apunte y examen, son bastantes los que se decantan por dejar a un lado los estudios y dedicarse a otros menesteres ¿más provechosos?
Empiezan haciéndonos creer que su futuro está ahí fuera (como la verdad que tanto anhelaban Mulder y Scully) y se sumergen a tientas y ciegas en una realidad laboral nada opípara durante un tiempo que oscila entre unos días y unos pocos meses. Visto lo visto y después de quedar sacudidos por el maremoto del trabajo basura y otras vicisitudes, léase oficina del paro, cursos de anti-formación o contratos de todo-a-cien, deciden regresar a la enseñanza y continuar con aquello que aparcaron por osadía, ignorancia o castigo, y así pasa, que las escuelas de adultos están atestadas…
Lo peor de todo viene cuando a muchos nos da por pensar en todos los recursos que se desperdician hoy día en ciertos países ¿desarrollados? y lo aprovechables y provechosos que serían para otros, bien en este presente o en otros tiempos pasados. ¿Cuántos no darían lo que fuese por oportunidades para formarse como las que hoy se desechan?
Así que, tras estos pensamientos en voz alta y ligeramente cabreado, cuando escriba el punto y final de esta noticia, abriré Martin Eden y, siguiendo la historia ideada por Jack London, imaginaré que uno de esos exalumnos que desistieron de aprender, acariciado por el increíble poder que tiene el amor, regresa al mundo de los libros y el estudio para ser tan firme e insoldable como los hombres que sostienen nuestra existencia.
Así, con la tónica que declama la sabiduría popular, afirmo que querer es poder además de muchas otras cosas.

1 comentario:

Nombre dijo...

Quizá el amor sea el motor del mundo.

Leí un artículo de Guadalupe Jover (CLIJ de Febrero) en homenaje a la labor que desempeñan l@s bibliotecari@s escolares y me quedé con las ganas de leer esta hermosa historia que, según creo, tiene tintes autobiográficos.

Gracias por la referencia.